Desde la ventana

Capítulo 3: Seis meses antes

     Decidí mudarme a Nueva York para darle espacio a mi padre y a su nueva esposa; de verdad ella me agrada, es buena y lo trata muy bien, y lo que para mí es más importante, ¡lo ama con todo su corazón!, solo así entiendo que haya decidido casarse con él; y no es que mi padre sea una mala persona, para nada, simplemente que es un tipo un tanto difícil de soportar; aun así, para mí es y será el mejor padre del mundo. Tuve que mudarme con mis tíos maternos, ya que él se empeñó en que no viviera solo en la gran ciudad, me dijo que tenía que acoplarme a mi nueva vida antes de volar con mis propias alas; y si ahora estoy aquí, frente al edificio de mis queridos tíos (Mary y Favio), es porque no tengo mucho dinero en el bolsillo como para tener un lugar propio; lo único seguro que tengo conmigo, es una entrevista de trabajo, gracias a un viejo amigo de mi padre, (literalmente; viejo y amigo). Agradezco que el edificio tenga un excelente ascensor, pues subir quince pisos con mis maletas sería una tortura; y no es que no sea atlético, me gustan los deportes y el ejercicio, pero seamos realistas, ¡son quince pisos! Detuve el ascensor cuando vi a una joven correr para alcanzarlo.

     —Gracias. —Me dijo con una bonita sonrisa; en sí toda ella es bonita. Le sonreí gustoso, pues creo que seré muy feliz aquí. Tengo un gran defecto, sí: ¡Me encantan las mujeres! «¡Gracias papá!» Insisto, no sé cómo Candy lo aceptó; espero que sean felices. Mis buenos deseos fueron interrumpidos cuando la joven morena me preguntó si era nuevo; supongo que las maletas lo revelan.

     — Sí. Piso quince, apartamento número 210. —Sonrió, no sé si porque cree que soy muy valiente, desinhibido, o un estúpido ofrecido; el problema es que soy muy seguro de mí mismo, y conquistar está en mi naturaleza.

     — Piso diez, apartamento 212. — Enarqué las cejas con gusto.

     — Me llamo Marco. — Zafé mi mano de la maleta para extenderla hacia ella.

     —Astrid.

     —Lindo nombre, Astrid.

     —Gracias. —Se giró hacia el frente con una sonrisa; sé que le he gustado, y ella también me ha gustado, es una chica muy guapa y veo que le gusta ejercitarse como a mí, pues trae ropa deportiva—. ¿Te quedarás mucho tiempo? —Preguntó, rompiendo mi meticuloso análisis de su persona.

     —Espero que no, solo lo suficiente para poder conseguir un lugar propio.

     — ¿Con quién vivirás? —Me avergüenza decirlo, no por mis tíos; ellos son un amor, sino porque un hombre de veinticinco años ya debería tener un buen sustento, o el inicio de ello; pero la muerte de mi madre me dejó muy herido, ella era mi todo, y perderla en la adolescencia, en fin; me costó mucho reponerme—. Creo que los conozco. —Dijo cuando respondí a su pregunta.

     —Ah, ¿sí? No lo dudo, ellos son un poco... Llamativos. —Astrid comenzó a reír.

     — ¿Llamativos?

     —Sí, mi tía está un poco loca, y mi tío... Digamos que son el uno para el otro. —Ambos tienen una excelente personalidad, y son como unos hermanos mayores para mí, ya que están relativamente jóvenes; ni siquiera han alcanzado los cuarenta años, ya que mi tía Mary es mucho más joven que mamá, pero se casó pronto porque creyó que estaba embarazada; lo lamentable es que después de quince años de matrimonio siguen esperando al heredero, y yo al ser sobrino único... La historia se cuenta sola.

 

     —Comprendo. —Añadió solamente, atenta a los números que se van marcando en el elevador—. Espero que nos veamos pronto, Marco. —Dijo antes de salir del ascensor.

     —Piso diez, número 212. —Respondí—. Sí, nos veremos pronto. —Sonrió y me regaló un guiño; me quedé sonriendo como idiota en la soledad del ascensor, pero es agradable la idea de llevarme muy bien con mis vecinos; sonreí y negué al mismo tiempo. ¡Espero cambiar algún día!

     Piso quince, apartamento número 210. Apenas y toqué la puerta, fue abierta, revelándome a una preciosa mujer muy parecida a mi madre, con sus lindos cabellos y ojos castaños; se prendió a mi cuello, y tuve que levantarla en brazos para abrazarnos con más comodidad, ya que mi tía es hermosamente pequeña; sus grititos se agudizaron cuando le di un par de vueltas, mientras sigo con los brazos enredados en su diminuta cintura. Cuando la bajé, me dio una palmada en el pecho.

     —Me has mareado. —Reclamó—. Pero mira qué grande estás. —Sigo igual que la última vez, pero veo que ya empezó con sus frases de señora—. Stella estaría muy orgullosa de ti.

—Stella está orgullosa de mí. —Corregí. Mary solo asintió a punto de lágrima.

     — ¡Hey, campeón! —¡Otro con frases de señor! Le sonreí a Fav, mientras este se me acerca para abrazarme. Lo primero que recibí fue un golpe brusco en la espalda, seguido de un fuerte apretujón. ¡Siempre quiere partirme por la mitad! Sino fuera porque en multitud de ocasiones me ha demostrado su gran afecto, diría que me odia y busca romperme—. Nos da mucho gusto que estés aquí, Marco. —Me palmeó la cara; agradezco que mis dientes sigan en su lugar.

     —Gracias, Fav.

     — ¿Quieres comer algo? Siéntate. —Preguntó mi tía; lo hice, me senté en un sillón de la sala color beige; veo que el apartamento tiene toques hogareños y altamente femeninos.

     —Estoy bien, Mary, comí algo en el camino.

     —Esas cosas ni siquiera te alimentan bien. —¡Más frases de señora! Ella ni siquiera sabe qué comí.

     —No tengo hambre ahora, pero muchas gracias, tía. —Se sentó a mi lado. Fav se sentó justo frente a nosotros.

     —Eres tan fuerte. —Dijo al tocar mis brazos—. Y muy guapo, seguramente tienes novia. —¡Continuamos!

     —No, tía.

     — ¿Por qué no?

     —Porque me mudé. Cat no quiso una relación a distancia.

     — ¿Seguro que fue Cat la que no quiso? —Sonreí; ella es como mi madre, no puedo mentirle.

     —Sé que no era lo mejor para ella. —El pulgar de Fav se levantó a mi favor.



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En el texto hay: obsesion, secretos, amor

Editado: 14.09.2022

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