Desde la ventana

Capítulo 6: La pizarra

El día en el trabajo fue realmente insoportable, todos estuvimos de muy mal humor, al grado de que incluso Lauren y yo nos enfadamos; afortunadamente es solo por motivos de trabajo, así que estoy seguro de que una vez que todos hayamos descansado lo suficiente, haremos de mañana otro día.

 

     Lo primero que hice al llegar a mi habitación fue tenderme a lo largo de la cama, ni siquiera me propuse quitarme los zapatos, pero los pies me punzan porque estuvimos como locos todo el día para entregar a tiempo el dichoso trabajo; con esfuerzo, comencé a desprenderme los zapatos con la ayuda de los pies. «¡Trabajando en equipo como buenos compañeros!» Negué al recordar que eso fue lo último que hicimos hoy; de verdad que éramos como perros, gatos y ratones. Cuando me despojé de los zapatos, me sentí tan descansado que creí nada podría hacerme levantar de esta cama, hasta que escuché el piano y una voz de mujer. «¡Ella está en el apartamento!» Me incorporé de inmediato; aún tengo luz solar para distinguir con claridad su apartamento, y las cortinas corridas por completo son de gran ayuda para mi visión; la vi pasar, luce cómoda, con un short de mezclilla, y una blusa de mangas largas, una de las mangas está caída y me deja ver su hombro; también noté que está descalza, y su moño desperfecto sigue coronando la cima de su cabeza. Me puse de pie y pasé saliva con nerviosismo al acercarme a la ventana; quise apartarme cuando la vi regresar, pero no pude hacerlo, solo me quedé aquí, clavado al suelo y a ella. Hizo contacto visual conmigo y se perdió de mi vista; incliné el rostro y lancé un suspiro, (creo que estoy sudando), me pasé la mano por la frente. ¿Cómo pudo haberme hecho sudar con su presencia? Alcé la mirada cuando la sentí; me está observando y no sé qué hacer, no puedo moverme, esto es estúpido; de verdad que me siento de esa manera. Idiotamente alcé la mano para saludarla. «¡Seguramente estoy ganándome una denuncia por acoso o algo parecido!» Obviamente no me correspondió, me dejó como a un tonto, con la mano alzada en el aire; de pronto caí en cuenta de que quizá fue en busca de su teléfono para denunciarme, pensé en quitarme de la ventana, pero su imagen volvió a cautivarme de nuevo. Está sosteniendo un cartel... «¿Está sosteniendo un cartel?»  Me centré en leer lo que dice.

     «Ese es el saludo más extraño que alguna vez me han dedicado.»

     Literalmente estoy con la boca abierta, las moscas podrían estar haciendo fiesta ahora mismo, y yo ni por enterado. ¡Estoy impactado! ¡Se ha dignado a hablarme!... O en su defecto, a escribirme. Cayendo en cuenta, me volví loco buscando algo para escribirle yo también, encontré un miserable cuaderno del tamaño de una calculadora.

     —Es muy pequeño. —Murmuré. Después encontré uno de tamaño normal; comencé a escribir.

     «Hola.»

     Añadí una sonrisa; sé que ahora le pareceré un idiota, pero tenía que intentarlo. Ella se apartó de la ventana; casi me daba un ataque, pero apareció justo a tiempo con un pizarrón mediano en las manos: ¡Vaya, está preparada! Comenzó a escribir.

     «Lo hiciste dos veces.»

     Fruncí el ceño. Volví a escribir.

     «¿Qué?»

     «Saludarme así, de esa manera tan extraña.»

     «¿Te asusté? Perdóname.»

     «Sí, estoy temblando.»

 

     Quise escribirle: «Jajaja, sarcástica», pero no quiero perder mi tiempo ni mis hojas en eso.

     «No supe cómo reaccionar.»

     «Eso fue evidente.»

     Volvió a escribir. 

     «¿Qué pretendías? ¿Espiarme para toda la vida?»

     Que piense eso de mí me abruma.

     «No estaba espiándote.»

     Escribí rápidamente.

     «No quiero que pienses eso.»

     «¿Te importa lo que pienso?»

     Enarcó ambas cejas.

     «Sí, eres mi vecina.»

     La hice sonreír. ¡Dios, la hice sonreír! Pensé que escribiría más, pero solo asintió, y dejando caer el pizarrón cerca de la ventana, se apartó. Me quedé como idiota observando hacia su apartamento, pensando que quizá fue por agua, pues ella no podía terminar nuestra conversación así; después recapitulé dicha conversación. «¡No, sí puede!» Con un suspiro pesaroso, dejé caer el cuaderno en el escritorio; iba a apartarme de la ventana, pero la música de piano cambió a violines, piano y guitarra animados, mientras la voz melodiosa de la mujer canta algo rítmico. ¡Wow, cuánto talento! Y hablando de talento... Ella comenzó a bailar dentro de mi visión, dando giros y pequeños saltitos que van al ritmo de la música, y ahora los tambores de una batería y un… ¡Wow, wow! Ella sonríe y parece alegre, lo cual me motiva a seguir clavado a este lugar. La música llegó a su fin, y en todo ese tiempo ella no hizo ningún contacto visual conmigo, pero sé que es consciente de mi presencia; la vi acercarse a la ventana y empezar a escribir; de inmediato me hice del cuaderno.

«¿Te quedarás ahí para siempre?»

     Enarqué ambas cejas.

     «Eres libre de cerrar las cortinas.»

     Espero que no se moleste; enarcó una preciosa ceja, y sonrió; no sé qué significa eso, ¡con las mujeres nunca se sabe!

     «¿Quieres que cierre las cortinas?»

     «¿Lo estás dejando a mi criterio?»

     «Sí.»

     Pasé saliva; comencé a escribir, observando por instantes que no cierre las cortinas o se marche.

     «No quiero que cierres las cortinas. Me encanta verte bailar o verte, ¡solo verte!»

     De nuevo la hice sonreír. El «toc toc» de mi tía Mary me hizo brincar del susto.

     «Ya vienen por ti, niño bueno.»

     Supongo que lo sabe porque volteé un instante, y le avisé a mí tía que ya salgo.

     «Quiero volver a verte.»

     «Lo harás, soy tu vecina.»

     La vi apartarse y cerrar las cortinas. Mi mente quedó en blanco: ¡Totalmente en blanco!



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En el texto hay: obsesion, secretos, amor

Editado: 14.09.2022

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