Capítulo 7: Scarlett

6 meses atrás.

     Debo admitir que siempre me ha gustado más la noche que el día; me encantan los días estrellados, y cuando la luna llena se entrona reclamando el cielo como suyo, se convierte en toda una diva que exige ser admirada por su espléndida belleza; es tan atrayente que entiendo a los personajes de ficción llamados comúnmente como «hombres lobos». Hoy hay luna llena, y me encanta ese hecho, pues me gusta mucho observarla mientras me traslado de un lado a otro; a diferencia del señor sol, el cual es tan mezquino que nunca se deja apreciar por nadie, lanzando rayos intensos que lastiman los ojos.

     Tuve que dejar de observar el hermoso paisaje que se dibujaba en mis ojos para bajar del automóvil. El chofer me tendió la mano para ayudarme, entonces entré a la mansión. Las puertas de madera se abrieron de par en par, revelándome en primera estancia el recibidor.

     —Señora Scarlett. —Dijo uno de los empleados—. El señor Darío está esperándola en la sala privada junto a los señores y las señoras. —Bajó la voz—. Sobre todo, la señora Camila.

     —Me gusta que especifiques ambos sexos Matt, y que me anuncies sobre Camila. —Él asintió, después me dirigí a la sala privada de la primera planta. Tal como dijo Matt, Darío ya estaba esperándome junto a Annie, Jake, Michelle, Camila y Jad.

     —Querida. —Saludó Camila, después me ofreció asiento, mientras los demás siguen en su sitio, al igual que Darío, quien no me ha quitado la mirada de encima desde que llegué, (como lo hace cada vez que estamos juntos en el mismo espacio) —. Hoy estrenamos una nueva lista, por eso los convoqué, a mis mejores seis. —Me crucé de piernas.

     —No me gustan los cambios. —Añadí. Camila rio.

     —Los cambios son necesarios, querida mía.

     —Es verdad. —Añadió Darío con una sonrisa que no me provoca gracia.

     —Como decía, la lista nueva tiene muy buenos prospectos, gente de mucho dinero que quiere invertir en ustedes. —Nos escaneó con la mirada azul—. Hay nuevos integrantes, sí. —Esa es la parte que no me gusta. Detesto conocer nuevas personas, tengo que explicarles absolutamente todo, y odio en gran manera hacerlo; prefiero a los que ya saben a qué vienen, y cómo deben tratarme; definitivamente me gustan más aquellos que ya saben qué quiero y cómo lo quiero, (a pesar de que son ellos quienes pagan) —. Pero también algunos conocidos se han quedado dentro de la lista. Tengan en mente una cosa, amores míos. —Camila mostró la lista—. Estos nombres tienen muchísimo dinero, quizá incluso podrían llegar a fijarse en ustedes y sacarlos de aquí; lo cual obviamente no me conviene, pero tampoco obstruiré sus suertes. —Realmente me importa poco eso de las suertes, pues la realidad es que desde mi niñez dejé de confiar en ella. ¡Cuando matan brutalmente la inocencia que te rodeaba, matan brutalmente todo en ti! Aparte que mi sueño no es ser comprada por nadie; al menos no de manera permanente, prefiero esto, un sacrificio de algunas cuantas horas. Darío me dedicó una mirada, sé que intenta comunicarse conmigo, pero obviamente no podemos hablar mientras Camila sigue jactándose de su nueva lista, al mismo tiempo que se esfuerza por convencernos de que es lo mejor para todos—. Como bien saben. —Prosiguió después de una serie de indicaciones—. Solo Scarlett y Darío tienen autorización para elegir, los demás serán añadidos a sus clientes por petición de ellos, y por consideración mía. ¿Entendieron?

     —Pero, esa lista es la exclusiva, ¿no? —Todos, (menos yo), empezaron a burlarse de Jake, el nuevo integrante a nuestro exclusivo círculo de privilegiados.

     —Por supuesto, cariño. —Respondió Camila.

     — ¿Con quién crees que hablas? —Repuso Darío. De nuevo nuestras miradas se cruzaron por un instante; un instante repleto de muchas palabras silenciosas. Jake se relajó al escuchar la respuesta favorable.

     —Quiero quedarme con mis habituales clientes. —Añadí, atrayendo la mirada de Camila, quien sonríe de oreja a oreja.

     —Lo harás, preciosa, siempre y cuando ellos también lo deseen. —Sonreí.

     —Ellos siempre la desean. —Dijo Darío, regalándome una vez más esa mirada intensa que ofrecen sus ojos cafés, los cuales contrastan tan bien con su tez morena, y su cabello negro y poco largo; cabellos de seda que se han enredado infinidad de veces entre mis dedos. La risa de Camila me sacó de mis pensamientos.

     —Es verdad, qué torpeza la mía; Scarlett es la favorita.

     —Más que favorita. —Añadió Annie—. Privilegiada. —Todos añadieron una sonrisa desdeñosa en mi contra, incluso Darío; aunque es igual de «privilegiado» que yo.

     —Muy bien. — Continuó Camila—. Darío y Scarlett pueden pasar a revisar la lista con mayor atención. —Nos señaló la habitación privada—. La carpeta está en el escritorio, también en la computadora. —Nos pusimos de pie y nos dirigimos a la puerta para entrar en dicha habitación.

     —Tomaré la computadora. —Dijo Darío, a sabiendas que prefiero las fotografías ya impresas y la lista en el papel. Me senté en una de las sillas para los invitados, mientras él ocupa la gran silla de Camila. Comencé a observar la lista, y el nombre que está escrito en cada fotografía. Darío también comenzó a hacer lo suyo. Ambos tenemos dos carpetas, la que nos pertenece a cada quien, y la que reúne toda la información, en dado caso de que queramos añadir algo a nuestra lista—. ¿Algo nuevo que te guste? —Preguntó después de cinco minutos.

     —Solo los que ya conozco, ¿y tú? —No sé por qué pregunto, sus respuestas nunca me gustan.

     —Sí, ya encontré cosas interesantes. —Apenas y asentí; entonces lo escuché reírse, también levantarse y caminar hasta mí. Se detuvo justo en frente, y me quitó la carpeta con la ayuda de dos dedos, obligándome a observarlo; sonríe como un estúpido victorioso, pues sabe cómo hacerme enfadar, y ya lo ha logrado—. Pero lo más interesante está frente a mí.