Desde la ventana

Capítulo 9: Celos

Desde ese primer encuentro, mi vida ha cambiado; lo hemos hecho así durante un par de semanas, y reconozco que me está volviendo loco en todos los sentidos posibles; ya no pienso ni deseo a otra mujer que no sea ella, y lo peor de todo es que me satisface tanto como no lo hace; en el momento en que somos solamente ella y yo en esa habitación enorme que tiene una ventana frente a la otra, y un vacío de cinco metros aproximadamente, soy el hombre más satisfecho y feliz del mundo, pero cuando todo termina y volvemos cada quien a nuestra habitación; ella se va, o las cortinas se cierran; me siento el hombre más infeliz e insatisfecho, pues quiero más de ella, ¡mucho más! ¿Y qué hago para calmar un poco mis ansias?

     —Me encanta cada vez que estamos juntos, Marco. —Me besó, ahogando mis suspiros entrecortados; asentí, excusándome con mi aliento fallido, ya que no puedo decir que también me encanta estar con ella; desde que esa mujer tan conocida y desconocida para mí se metió en mi vida... Me pasé la mano por la frente para retirar todo el sudor. Lauren se vistió enseguida, lo cual no le llevó mucho tiempo pues no le quité casi nada, así como yo no me desprendí de nada tampoco. Salimos del baño y nos enjuagamos la cara en los lavabos, sé que hacer esto en los baños del trabajo es terriblemente grave, pero he caído en un estado en el cual me desconozco; simplemente necesito desahogarme y ya. Lauren se posó detrás de mí después de secarse las manos, y me rodeó por la cintura con los brazos, después besó mi espalda—. Últimamente hablas muy poco, y casi no haces contacto visual conmigo, ¿puedo saber por qué?

—Ideas tuyas. —Soy de lo peor, lo sé; y aunque nunca he sido un hombre de relaciones largas y estables, tampoco las usaba; siempre fui sincero con ellas, y les expresaba mis verdaderas intenciones y sentimientos; pero ahora es distinto, pues ella no sabe que la uso. Volví a echarme más agua en la cara; de verdad me siento como el peor de los patanes, y sé que no me iré de esta vida sin pagar lo que estoy haciendo.

 

     De vuelta a casa, Mary me sorprendió con su actitud; luce seria, como una mamá preocupada, pues me pidió hablar, aprovechando la ausencia de Favio quien está trabajando.

     — ¿Qué sucede? —Le pregunté al fin, pues no soporto tanta intriga.

     —Me preocupas.

     — ¿Por qué? —Sinceramente no lo entiendo, voy al trabajo sin falta, gano dinero, (el cual no malgasto), hago aportaciones a la casa; no me drogo, bebo si acaso una cerveza o dos, y no fumo con regularidad, ¡ah!, y llego temprano a casa, (lo más pronto que pueda).

     —No sales con nadie, antes eras más social, y ahora solo llegas y te encierras en tu habitación, comes rápido y procuras encerrarte de nuevo. Me preocupa tu condición.

     — ¿Por qué? —Pregunté tranquilo, pero sabiendo por dónde va.

     —Los problemas de depresión...

     —Yo no tengo depresión, Mary; no soy como ella. —Me puse de pie, necesito tomar agua para ahogar las palabras hirientes que puedan salir de la cañería que a veces tengo por boca.

     —Solo quiero que estés bien.

     —Estoy bien. —Respondí después de dar un sorbo, pero tengo tanta seriedad en mí que Mary sabe que ha tocado fibras muy sensibles para mí.

     —Lo lamento.

     —A mi madre no la mató la depresión y lo sabes. —Ella asintió—. Y no sucederá conmigo porque no estoy deprimido, simplemente que... —No sé qué inventarle—. No sé, me gusta estar en casa, y aparte tengo trabajo extra. —Eso con frecuencia es verdad. Mary asintió, después se acercó para abrazarme.

     —Te quiero mucho, Marco, eres como un hijo para mí.

     —Y tú eres como mi madre, Mary. —Besé su cabeza—. Gracias por preocuparte, pero estoy bien, de verdad; es más… —La aparté un poco de mí—. La próxima semana iré a una despedida de soltero. —Enarcó una ceja en son de disgusto. ¿Quién la entiende? ¡Ella quería que saliera! Reí—. Es unisex, ya sabes, asiste la pareja de novios y amistades; iré con esa chica de la que te hablé. —Sonrió, ni siquiera la conoce y ya le gusta, eso es aterrador.

     —Invítala a comer algún día.

     —Aja. —Me pegó en el brazo; fruncí el ceño.

     —Debes sentar cabeza.

     —Entiendo que quieras deshacerte de mí, pero esa no es la manera, tía. —Rio y negó al mismo tiempo.

     —Hablando enserio, tienes que invitarla. —Asentí solamente, no creo que sea una buena idea, sobre todo si quien tiene todos mis pensamientos, voluntades y demás, vive frente a mi habitación. ¡Ella es la chica a la que quiero traer a casa y presentar como mi todo!

 

     Una vez que la charla tía—sobrino terminó, me dirigí a la habitación para encontrarme con ella; la vi pasar fugazmente por una parte de su recámara, luce muy arreglada y elegante, como si fuera a asistir a una cena o algo así, y terroríficamente los celos comenzaron a invadirme; nunca he sido un tipo celoso porque he ofrecido poco en mis relaciones, pero en esta ocasión siento que estoy entregando poco a poco todo de mí y no recibo nada. Me acerqué a la ventana y le pregunté si saldrá, su sonrisa y su mirada me hicieron sentir como el peor de los estúpidos.

     «Creo que es obvio.»

     Enfatizó su vestimenta.

     «¿Puedo saber a dónde?»

     «Yo no te pregunto cosas, vecino.»

     «Yo solo voy a trabajar.»

     No escribió nada más, solo me lanzó un beso y se despidió de mí. La vi marcharse así sin más, y juro que el enfado me recorre de tal manera que me desconozco; normalmente no soy temperamental porque prefiero poner solución de las otras miles de maneras que existen antes del enfado, pero en esta ocasión simplemente me corroen los celos por no saber a dónde rayos va, la vergüenza porque me dejó aquí como un idiota a pesar de que conozco sus reglas, y el enfado por todo lo anterior y más.

 



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En el texto hay: obsesion, secretos, amor

Editado: 14.09.2022

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