Amor… pasión… locura… ¿Cuál es la diferencia? Tal vez todos tienen un solo factor en común… Dolor. Pero, ¿Es este acaso un precio muy alto? Probablemente lo es para muchos… Mas, es porque no han hallado a aquel o aquella que mueva sus esperanzas y aliente sus corazones, ese individuo que pare el tiempo… Y lo convierta en un eterno instante donde solo sus ojos sean el principio y el final… No importa cuánto duela por aquella persona, muchos darían la vida, sin pensarlo dos veces…
El amor nos hace hacer locuras ¿Verdad? Pero a veces… ese sentimiento se torna en magia… pura y real, de la más poderosa, capaz de mover incluso el mismísimo tiempo y espacio.
Créelo o no… Pero, mi querido lector, imagina a con precisión cada detalle… pues la magia, te arrastrará hasta lo más profundo del inframundo… o lo más alto del paraíso.
Sueña con altas torres, imponentes castillos, de lisas paredes… de jardines extensos, de cerraduras de oro… Donde vive un apuesto príncipe, gallardo y de sonrisa perfecta… de mirada perdida, con manos finas y dedos largos. Con vestiduras de hilos dorados, botas de cuero… un conquistador, un caballero… una verdadera fantasía.
Ahora figura un amplio bosque, lleno de árboles… con un cielo claro, con la tierra húmeda… pájaros cantando una sola y acelerada melodía… y a lo lejos una joven corriendo, vestida de harapos, sucias prendas… el cabello enmarañado y seco, pero la mirada… ¡Dios! Su mirada, tan llena de esperanza y alegría… corre divertida al lado de un lobo gris…
Cuando ambos hubieron caído frente a un árbol, ella dijo “Te gané esta vez Yago” El lobo solo gruñó, mientras ella reía eufóricamente.
De pronto a lo lejos, los cascos de los caballos del rey se oyeron… la mujer se escondió detrás de los arbustos junto con su amigo. “Tranquilo, ya se irán” Pero entonces, el destino le jugó una mala pasada, no eran cazadores, ni guardias. Eran el príncipe y su hermano… Solos. Ella lo miró… encontró en el los mismos ojos que vio en ella misma muchos años atrás. Divisó ganas de libertad y aventura… “Jared, hay algo detrás de la maleza”, “Tranquilo Jafet, no debe ser nada importante”… Jared, su nombre era Jared, y ella… vio en ese monarca, al niño frustrado que alguna vez fue, mas, no dejaba de ser un apuestísimo príncipe y Athalia odiaba a los príncipes.
Rara vez el destino nos da lo que queremos, no somos los consentidos de la suerte y Athalia, era la enemiga de la suerte, en sus memorias… lo único maravilloso que le había ocurrido era toparse con Yago, un pequeño lobo gris, huérfano como ella. Crecieron juntos y aprendieron a vivir alimentándose de fe y esperanza.
Muy pocas veces el príncipe Jared se dejaba ver, pero esta vez… la bella mujer que lo vio, no podía sacarlo de sus pensamientos… Aquella noche, mientras Athalia dormía al lado de Yago, el gobernante de sus sueños, era el príncipe. Tan preocupante.
Pasarían meses hasta que volviera a verlo… Fue cuando el hermano del príncipe Jared, Jafet… Atrapó a Yago en una cacería, estaba vivo, pero muy lastimado. Athalia no podía hacer nada, se abalanzó contra Jafet, gritó e imploró que no se lo llevaran, pero no lo logró. Cuando hubieron desaparecido de su vista, ella se limpió las lágrimas y corrió con rumbo al castillo real. Y se encontró cara a cara con Jared, su sensible corazón dio un brinco, era el joven que había contemplado hace algún tiempo. “Su hermano ha tomado al mío” impuso “¿Quién eres?” preguntó él con inmensa cortesía “Athalia, he venido por mi hermano”, él la miró, la observó y reconoció su valor “Athalia, era el nombre de mi madre”, “¡ME TIENE SIN CUIDADO! Quiero a mi hermano, el príncipe Jafet se lo llevó” Athalia procuraba mirar donde fuese excepto a sus ojos esmeralda, pues si lo hacía, perdería ante su encanto “Soy Jared” se presentó amablemente “Y yo quiero a Yago” el príncipe suspiró con depresión “¿Por qué se llevó a tu hermano? Algún crimen debió cometer, Jafet es algo estricto”, “Su único crimen fue tener bello el pelaje, ser grande e imponente, lucir sus ojos de tormenta y levantar la envidia de los demás lobos” la voz de la preciosa mujer, se quebró en ese instante y rompió a llorar “Es un lobo gris del bosque” Afirmó él… Entre sollozos, Athalia suplicó “Dígale que lo libere, es lo único que tengo” Jared se compadeció de ella, la miró y sintió cómo por primera vez, su corazón pareció golpearle el pecho, hasta me atrevo a decir que le dolía… “Iré a hablar con él… quédate aquí, Jafet lo debe tener cautivo. Despreocúpate, no está muerto, te lo juro” fue la única vez que Athalia respondió humildemente “Gracias Alteza” Esperó y esperó… Hasta que el atardecer golpeó el día y escuchó el aullido de Yago acerarse, estaba vivo y libre… Buscó con ansia en todas las entradas, hasta que finalmente lo encontró. “Estas bien… Estas a salvo… Ahora nos iremos a casa, ahora estás conmigo” detrás apareció la imponente figura de Jafet… “Quédate a cenar… o mejor quédate esta noche Athalia”, “No, gracias alteza, debemos volver a casa”, “Quédate, de todas formas, tu lobo necesita calor y cuidados, no expongas a tu hermano al peligro” miró sus ojos… cayó rendida, perdió la batalla. Sus corazones se sincronizaron en un solo ritmo… “Me quedaré… es decir… nos quedaremos” musitó casi en un trance “Les daré un cuarto, tú y él estarán cómodos” Ella asintió con la cabeza y aun perdida en él, lo siguió a donde la guió. Una vez ambos allí, Yago y Athalia disfrutaron por primera vez de una cama caliente y un buen fuego en pleno invierno. Tal vez los príncipes no eran tan malos y altaneros como lo pensó un día.
Pasaron lentos y deliciosos momentos y alguien llamó a la puerta, “Señorita, su alteza pide que cene con él, use este vestido” Cortésmente Athalia agradeció y cerró la puerta. Se rehusaba a complacer al príncipe. Pero sin duda, el atuendo era exquisito… era violeta, de hilos de plata, con un escote discreto y con pedrería en la cintura… ¡Qué buen gusto! A juego tenía un bellísimo collar de diamantes y zapatos con tacón de plata… definitivamente luciría hermosa como una orquídea en el verano… “No lo usaré” se convenció para sí, bajo harapienta y se sentó cerca del príncipe en la mesa “Pensé que te gustaría…” Con la cabeza gacha… ella respondió: “Me encantó alteza, pero es demasiado, me iré por la mañana” dichas estas palabras, pareció que el pecho del príncipe se inflaba por los golpes propiciados por el corazón “No te vayas Athalia… tu lobo necesita cuidados”, “Yo puedo cuidarlo” resignado Jared aceptó su suerte y la invitó a servirse la cena, aceptó gustosa, sería la primera vez que comería de esa manera tan… lujosa, elegante y abundante.