Cuando estaba en la universidad, en vez de brazos y piernas, tenía unos delgados palitos; en vez de nariz, tenía un piquito de pollo puntiagudo; y en vez de pies, tenía dos enormes patas palmeadas de pato. Además, sufría de mal dormir y sèver la aìbircse (escribía al revés).
Mi pelo era un desastre. Tanto, que decidí dejar de peinarme el enredo de la cabeza. Así quedé esa mañana, y hasta que se me cayó el pelo.
Sin embargo, en clases tenía muchos amigos. Caía bien por mis pies de pato, mi piquito de pollo y... ¿mi personalidad? De lo que estoy seguro es que en esos años era muy feliz (y joven).