La conocí en otoño, en una biblioteca, mientras buscaba a mi hijo entre las cubiertas de los libros. Para ser específico, me choqué con ella.
Se puede decir que al principio no la noté. Pero cuando intenté comunicarme, cuando me di cuenta la imposibilidad de comunicarnos con palabras, busqué en sus ojos. Ellos me explicaron cosas secretas, cosas brillantes, cosas que nunca había escuchado porque no se pueden escuchar.
Supe que debía aprender el idioma de esa mujer cuanto antes, cual fuera, para decirle cuánto la amaba.