Deseo

Capítulo 0.

Damien Volkov

Salgo de mi habitación con las manos apretadas, mi hermana está en problemas. Sigue creyendo que nuestro padre no se va a enterar, que tonta e idiota de su parte. Caminé hasta su habitación, golpeo la puerta unas diez veces. Escuché su reproche en griego y luego me abre. Le doy un repaso a su aspecto. Tiene el cabello revuelto y algunos mechones oscuros pegados en su rostro, además que los labios están ligeramente hinchados. Una sábana negra cubre su cuerpo que, puedo suponer que está desnudo.

Paciencia.

—¿Qué quieres? Son las seis de la mañana, Damien —Se queja con la voz soñolienta.

—¿Si sabes qué si nuestro padre llega a ver a ese hombre en tu cama desnudo va a enviarlo directo al infierno, hermana? —quedó en silencio por varios segundos, sabe cómo es Nikolai Vólkov y lo que es capaz de hacer.

—Papi aún no llega...

—Me acaba de escribir, ya está llegando con mamá —los ojos grises de mi hermana se abrieron, aterrorizada.

—¡¿Por qué me dices hasta ahora, tonto?! —entornó los ojos.

—Porqué supuse que estabas cómoda con ese ser que tienes en tu cama —mi melliza intentó replicar, le hago un gesto para que no lo haga —. Si ese hombre no sale dentro de cinco minutos, yo mismo voy a matarlo.

—¡Basta con mis antiguos exs que tú y papá desaparecieron!

—Fue por una buena causa, hermana —me fulminó —. Sácalo de aquí y date una ducha, apestas —me saca el dedo y cierra la puerta. Yo me dirijo escaleras abajo para ir al salón, Otto se encuentra acostado en un sofá, me le acerco para sentarme a su lado. El can lamió mi brazo descubierto. Está viejo, sin embargo mamá y papá han hecho de todo para que ninguna enfermedad se le pegue, nosotros lo cuidamos mucho al igual que Asud. Quién sabe que se hizo esa pantera.

Hoy viajaré con mi padre a Inglaterra por tres días, iremos solo los dos. Mamá tiene cosas que hacer aquí y es mentira que mi hermana irá, ya que está castigada... otra vez. Nuestro padre tiene asuntos con el tío Aedus, ambos son muy buenos amigos y socios. Yo no iba a ir con él, sin embargo recordé que tengo tres meses que no veo a cierta parlanchina ojos esmeraldas y mejillas sonrojadas. No nos vemos desde las ultimas vacaciones que fuimos con nuestras familias a Japón.

Cierro los ojos y suspiré, acariciando el pelaje de Otto quien duerme plenamente. Minutos después escuché una camioneta, nuestros padres están aquí. Más le vale a mi hermana haber sacado a ese hombre por la otra salida, tendré que hablar con los guardias para que no digan nada. Antes de irme voy a desaparecerlo, porque lo único que quiere de mi melliza es su dinero y, claro, a nosotros nos sobra.

Las voces de mis progenitores hace que Otto levante las orejas y baje del sofá para recibirlos. Mamá se agacha, dejando que él la bese en toda la cara. Sonrió de lado. Su esposo saluda a Otto quien no podría estar más que feliz. Decido ponerme de pie para acercarme a ellos. Mamá vuelve a ponerse de pie, al verme sus ojos brillaron.

—Cariño —me abrazó por el cuello, dejando un beso en mi hombro. Sonreí internamente porque los brazos de mi madre son mi única paz mental.

Se separa, acunando mi rostro. No ha dejado de hacerlo desde que era un bebé, y yo no me quejo... pues me gusta que solo ella me toque.

—¿Estás listo? —miré a mi padre quien me da tres palmadas en el hombro izquierdo. Asiento lentamente —. ¿Dónde está tu hermana?

—¡Aquí! —la aludida bajó de las escaleras sin una gota de maquillaje y con el cabello húmedo. No le dió tiempo ni de peinarse siquiera. Tonta.

Nuestros padres compartieron una mirada entre ellos, si, lograron saber que sucedió con su querida hija. Ellos prácticamente se comunican telepáticamente. Dionne los abraza muy feliz, les devolvieron el gesto. Mamá besó su cabeza, haciendo que mi hermana sonría.

—¿Por qué no te has peinado? —masculló nuestro padre con frialdad, juzgándola con la mirada.

—Es que quería recibirlos, lo haré cuando pueda —se pone de puntitas para besarlo en la mejilla, aún así nuestro padre no le cree del todo, pero se relaja. Es su consentida de todas formas.

Ella y yo nos miramos, niego con disimulo.

—Vamos a comer antes de que tu padre y tu hermano se vayan —mamá atrapa nuestras manos y nos lleva con ella, Otto nos sigue con papá.

🩰

En este preciso momento estamos aterrizando en el aeropuerto de Londres. El viaje fue tranquilo, le pedí a mi primo que me hiciera un favor, no pudo negarse porque sabe que luego lo amenazo. No lo hago de malas, ¿queda claro?

Papá y yo bajamos del avión privado. Ambos nos ajustamos los abrigos que cargamos porque está haciendo frío. Los escoltas nos llevan a una camioneta negra blindada. Al entrar él me coloca el cinturón, estoy grande para que lo siga haciendo, sin embargo se le quedó ese gesto desde siempre. Nunca permitía que yo me pusiera el cinturón solo. El vehículo se pone en marcha, yo me puse a mirar las calles a través de la ventana.

—¿Irás conmigo a la empresa o quieres ir a la casa de tus tíos? —me preguntó, mirándome. Ladeé la cabeza para mirar los mismos ojos que heredó mi hermana.

—Creo que iré a la casa de mis tíos —él asintió, dándole unas indicaciones a nuestro chofer. Busco mi celular en los bolsillos que están adentro de mi abrigo y lo saco. Tengo un mensaje de texto.

Mamá: Cuídate al igual que el animal de tu padre, me saludas a toda la familia. Y, deja de cubrir a tu hermana en todo. Ya sé perfectamente que trajo a otro tipo a la casa, esa niña parece que le gusta que la castiguen.

Sonreí de lado porque así es ella como papá. Sabía que se enteraría de las travesuras de su adorada hija, Dionne no aprende. Le gusta que papá y yo desaparezcamos a todos los tipos con los que se mete. Nos desafía.

Le respondí a mi madre y luego guardo el celular nuevamente. Me dejan en la entrada de la mansión Barker, me despido de mi padre con un rápido abrazo y salgo de la camioneta. Traerán mi Lamborghini cuanto antes a esta dirección, no voy a andar con choferes. Debí ir a la casa que tenemos aquí, sin embargo quiero visitar primeramente a un par de críos.




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