Deseo de Navidad

Capítulo 1

Ana

12 de diciembre, el pasado regresa

Miraba hacia la calle, en donde la gente iba y venía de un lado a otro, haciendo su vida, niños de la mano con sus padres, ancianos caminando a paso lento y con una sonrisa en sus rostros y los demás que parecían estar inmersos en su mundo virtual, pero cada uno con un rumbo específico.

Mientras que yo, estoy una vez más, parada aquí mirando como nadie sabe mi secreto, el cual me pesaba año tras año, mi pequeña Raquel de nueve años ya estaba grande y sus preguntas eran difíciles de evadir.

—¿Se puede? —golpea a mi puerta Mariela, mi jefa.

Flashback

El día que decidí irme fue uno de los más difíciles de mi vida, sentía un nudo en el pecho que apenas me dejaba respirar, pero sabía que no podía quedarme. Cada rincón de la ciudad me recordaba a él, a lo que habíamos sido y a lo que nunca podríamos volver a ser. Con cada paso que daba hacia la estación de autobuses, reafirmaba mi decisión, tenía que proteger lo único que me quedaba de esa relación rota, mi hija.

Llegué al pueblo al amanecer, con una maleta vieja, un par de billetes arrugados y un miedo que me quemaba por dentro. Mariela me esperaba en la parada, con esa sonrisa cálida que siempre había tenido desde que éramos niñas, no tuve que decir nada, bastó con que me mirara para saber que lo había dejado todo atrás.

—No te preocupes, Ana. Aquí podrás empezar de nuevo —me dijo mientras me abrazaba fuerte, como si su abrazo pudiera juntar los pedazos rotos de mi alma.

Mariela me ofreció un pequeño cuarto en la parte trasera de su casa, justo al lado de la panadería que dirigía con tanto empeño. “Es sencillo, pero es tuyo”, me dijo mientras me entregaba la llave. Para mí, era mucho más que un techo, era un refugio, un nuevo comienzo.

Los primeros días fueron duros, me costaba sonreír, me costaba mirar hacia adelante. Pero con el tiempo, entre los hornos calientes, el aroma del pan recién hecho y la compañía de Mariela, empecé a encontrar algo que creí perdido, paz. Me dio empleo ayudándola con los pedidos y atendiendo a los clientes. Yo, que venía de un mundo lleno de caos y mentiras, encontré consuelo en las cosas simples.

Cada noche, mientras acariciaba mi vientre creciente, prometía que haría todo lo posible por darle una vida tranquila a mi hija, lejos de las sombras del pasado. En ese pequeño pueblo, donde todos los días empezaban con el canto de los gallos y el olor a café recién hecho, empecé a construir mi nueva vida.

Fin flashback

—Eh si… pasa —le sonreí y trate de limpiar mis lágrimas de manera disimulada.

—¿Estas llorando? —era imposible ocultar mi dolor para estas fechas, no solo por el hecho de estar lejos de mi familia sino también porque de alguna manera le saque su identidad a Raquel.

—No, solo es la fecha.

—Ana, creo que debes volver, busca a David, dile la verdad, ya pasaron muchos años y Raquel esta grande, ella entenderá.

—No lo creo, pasaron 9 años y nunca nos busco.

—Estas lejos de la ciudad y no sales de la oficina, gracias a ti la panadería creció y ahora tenemos una fábrica, nos expandimos y somos líderes en el mercado.

—Lo se y mira —señale la mesa llena de papeles en los que estaba trabajando.

—Ana, siéntate, justamente de trabajo quiero hablar —me dijo mientras dejaba la carpeta que traía en mano sobre mi escritorio.

Levanté una ceja, tratando de descifrar qué tramaba, pero su expresión era un enigma. Me senté, entre curiosa y nerviosa.

—Hemos crecido mucho, ¿verdad? —dijo, como si necesitara confirmar algo que ambas sabíamos de sobra.

—Más de lo que jamás imaginé —respondí, sin poder evitar sonreír.

—Pues bien, creo que es momento de dar el siguiente paso. Quiero que expandamos aún más el negocio, que llevemos nuestra marca a más lugares. Y para eso… he conseguido un socio.

Su anuncio me dejó helada por un momento. La idea de compartir lo que habíamos construido me daba vértigo.

—¿Un socio? ¿Quién? —pregunté, tratando de no sonar alarmada.

—Es un empresario con experiencia en distribución y logística. Tiene contactos que pueden ayudarnos a entrar en mercados más grandes. Y, Ana, está dispuesto a invertir bastante en el proyecto. Esto puede cambiarlo todo.

Su entusiasmo era contagioso, pero había algo en mi interior que me hacía sentir inquieta. Aunque no lo admitiera en ese momento, compartir nuestro sueño con alguien más me daba miedo. La panadería no era solo un negocio, era el lugar donde reconstruí mi vida, donde crecí junto a mi hija y encontré una nueva familia.

—Quiero que lo conozcas antes de que decidamos nada —agregó, intentando tranquilizarme.

Asentí lentamente, sabiendo que Mariela siempre había tomado decisiones acertadas. Pero mientras ella hablaba sobre números y estrategias, no podía evitar preguntarme quién sería ese socio que estaba a punto de entrar en nuestro mundo. No sabía que esa respuesta cambiaría mi vida por completo.



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En el texto hay: navidad, reencuentro, amor

Editado: 13.12.2024

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