Desfase

Capítulo 1

Selena Bicker

Una muerte silenciosa

Pego la espalda contra la pared sucia de ladrillo quemado aguardando fusionarme con esta; no existe ningún lugar donde ocultarme entre esta avenida de callejos entrecruzados, suelto el oxígeno que conservaba en los pulmones dándome cuenta de que me encuentro en desventaja, soy una presa fácil. El aire que se escapa por la boca es caliente y entrecortado, mezclándose con el ambiente frío del otoño; empuño las manos con fuerza, tornando los nudillos blancos por la presión ejercida. La mirada se desvía hacia el callejón, esperando hallar la cabeza de quien me persigue entre la oscuridad que actúa como su aliada, pero no hay nada del otro lado de la acera, no importa cuánto observe, él no aparece... Nadie aparece. El miedo me inunda cada vez que me localizo en esta situación; indefensa ante la posibilidad de ser la siguiente. 

— ¿Me buscabas? —pregunta una voz siniestra detrás de mí. Una pizca de sudor frío se desliza por toda la columna vertebral, al oír esa voz tan cerca de mí. La gota deja un rastro que se asemeja a finas agujas clavándose en la piel, perforando su camino hacia el hueso, acompañado de un escalofrío producto del tono siniestro con el cual entonaron la pregunta.

Ladeo la cabeza con lentitud, rezando a todos los dioses que conozco para que esa voz haya sido producto de mi desquiciada imaginación. Pero no es así… Él está detrás de mí, recostando la mitad de su cuerpo contra la pared de ladrillo, imponiéndose con burla y cinismo. El pasamontaña negro está alzado, dejando percibir parte de sus facciones y unos labios que poseen una cicatriz que reconocería en cualquier sitio; marca que no debería estar en esa boca… En ningún labio de esta fecha.

—Eres tan jodidamente hermosa, oficial—afirma en voz baja. Los labios se ladean en una sonrisa lujuriosa, los cuales dejan ver que le he gustado—es una lástima que te tengas que ir.

Paso saliva, tratando de deshacer el nudo que se ha formado en la garganta, de rogar por misericordia, a pesar de que a mi orgullo le pese hacerlo. Pero las palabras nunca surgen, aunque intente con todas mis fuerzas, solo puedo observar esa repugnante sonrisa de dientes blancos. Él permanece moviendo los labios, pronunciando letras que no llegan a mis oídos, porque al mismo tiempo que habla desenfunda un arma jalando dos veces el gatillo. Las balas se incrustan en el pecho y abdomen, lanzando el cuerpo congelado hacia el suelo con fuerza. Un impacto retumba en el callejón oscuro, el piso me recibe con confianza arrullándome entre sus líneas entretanto me desangro lentamente. La risa áspera y ronca de mi asesino, resuena en la avenida; esa carcajada no es lo último que quiero oír mientras mi energía y vitalidad se desvanece, no cuando se está riendo de mi muerte y disfrutando de ella.

No esperaba morir así, era posible, pero tenía la esperanza que no sucediera. ¡Dios! Si pienso en todo lo que no he hecho, es incluso más lamentable la manera en que estoy muriendo; hoy apenas terminará el turno, iba a quitarme las ganas de un polvo después de meses sin ninguna acción.  Ahora estoy a un paso de estar muerta y sin sexo. 

–Teniente Bicker, resista–ordena la voz de mi superior, entreabro los ojos notando los cabellos rubios cenizos de mi mayor. Esos ojos azules me devuelven la mirada, una mirada cargada de preocupación y rabia–ya casi llegan por nosotros, aguanta un poco más, Selene, es una orden joder–masculla en gritos desenfrenados el mayor. La vista se va volviendo cada vez más borrosa. No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que me convertí en un colador humano. Pero el mayor Stevan ha estado acá a mi lado, murmurando palabras de aliento; ordenándome que luche porque lamentaré morirme en sus brazos.

— ¡Selene! —exclama en un grito desesperado la voz del mayor cuando cierro los ojos. Mi nombre fue lo último que escuche antes de caer a la inconsciencia de perderme en la negrura y ya no sentir más dolor.

Parece que esta vez realmente he muerto, que divertido es estar consciente de aquello.

Escucho una voz aniñada a lo lejos, casi como un dulce susurro. Aunque esa voz infantil está aclamando un nombre que no reconozco, suspiro, ignorando la molesta voz; cada vez se va haciendo más fuerte y nítida. Adquiriendo una intensidad que ni debería notar a menos que este a mi lado, pero es imposible, solo hay hombres a mi alrededor o en el mejor de los casos ya estaré bajo tierra.

—Señorita Anna, despierte, se está haciendo tarde para prepararla—insiste aquella voz aniñada moviendo con suavidad mi cuerpo. Las súplicas siguen durante varios segundos donde se repite la misma frase y el molesto nombre de Anna. ¿A quién mierda están llamando Anna? ¿Acaso hasta en el otro lado no puedo descansar en paz? Entonces está medio jodido morir y ni poder echarse el sueño de su vida o en este caso muerte—señorita Anna, por favor.

— ¿A quién llamas Anna? —pregunto abriendo los ojos. La mujer de cabellos castaños que está inclinado sobre mí coloca una expresión sorprendida dando un torpe salto hacia atrás con premura.

Observo a la pequeña invasora con atención, detallando su extraña vestimenta, esperando que esta me diga a que está jugando o en qué lugar me encuentro. Porque dudo estar en el cielo, no soy una persona creyente y tampoco sería la favorita de Dios; no creo que en el cielo se use ropa del siglo XVI o XVIII.

—Señorita, la estoy llamando a usted—murmura la pequeña mujer, haciendo hincapié en la molesta forma de decir señorita—si no se levanta ahora, llegara tarde a la cita con su prometido–informa dando pasos lentos e inseguros hacia mí.




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