Desfase

Capítulo 8

Selene Bicker

La desesperación no conoce la vergüenza

No puedo negar que abrí, y leí primero la carta de Damián. La primera que conteste fue la del duque y la carta escrita por Williams, se unió a las demás que han llegado últimamente. No hay necesidad de acercarse más al conde y mandarle señales confusas. Cuando mi único deseo es mantenerlo lejos, muy lejos de mí. Meria ha salido de la biblioteca dejándome sola mientras decido responder al mensaje.

"Querida señorita Stein.

¿Qué puede usted ofrecerme que sea más vital para mí que el perfume para la sangre o una esposa? Me ha intrigado, realmente, con su última carta. Me veo tentado a darle una oportunidad, deme usted algo más tentativo que aquellas dos cosas y aceptaré considerar su proposición como tanto desea.

Espero su respuesta.
Damián Gorh."

Releo una vez más la pregunta, dándome cuenta del tono demandante con el cual ha sido escrita y el imperativo de que el tiempo corre, y en cualquier momento estaremos contra el reloj, tanto el cómo yo. El duque está afanado por cumplir los deseos de su madre, de darle el nieto que ella tanto desea y conseguir una esposa, pero, aunque no lo demuestre. Damián también quiere tener una mujer a su lado, sentir el calor y amor de una.

¿Qué hombre no lo desearía? Ninguno. Esa es mi oportunidad, jugar con los deseos del duque, aprovecharme de sus miedos y sus anhelos más secretos. Acercarlo a la palma de mi mano con dulces engaños. Hay diversas formas de conseguir un objetivo, pero si por el lado correcto no funciona, lo mejor es irse por los engaños y mentiras. Darle a la presa lo que desea, o una probada de aquello.

"Querido duque de Gorh.

Solo puedo darle una opción de su interés. Le conseguiré una esposa, en el tiempo que estemos comprometidos buscaré la mujer que quiera ocupar un lugar a su lado, como su duquesa. Le enseñaré como atraerla con palabras suaves y gestos apasionados. Le mostraré como conseguir una esposa.

Espero que esta propuesta sea lo suficiente interesante para usted.

Anna Stein"

Jugar con el carbón es malo, aún más cuando están ardiendo. Sin embargo, cuál es la emoción de la vida, si no existe la posibilidad de quemarse, romperse y volver a seguir delante. Sello el sobre con una sonrisa maliciosa en los labios, imaginando y saboreando el dulce sabor de la victoria. No hay ser humano en la tierra, el cual pueda resistirse a tal platillo.

Todos, al desear y necesitar algo, nos volvemos débiles y fáciles de leer. Así que cuando recibo horas más tardes, después de estar encerrada en la biblioteca estudiando, una respuesta del duque, esta me toma por sorpresa; este hombre es testarudo y duro de romper. Pero mis palabras fueron lo suficiente, engatusadoras para conseguir sembrar la duda e incertidumbre en él.

"Aceptaré su idea, pero debe darme una muestra de sus habilidades, señorita Stein, un negocio no se puede cerrar sin una probada del producto. Nos veremos para que demuestre sus aptitudes.

Damián Gorh."

Esas simples palabras suenan oscuras, como si tuvieran un trasfondo; sin embargo, dudo que mi mente impura este por el camino correcto. La forma en que se expresó, está abierta a mal pensarse y me gusta un poco el otro sentido. No respondo a esta carta, el tiempo nos juntará más pronto que nunca, así que es cuestión de esperar ese momento.

—Así que recibió una respuesta positiva, ¿se casara con el duque? —pregunta Meria entrando a la biblioteca, guardo la carta dentro de las páginas de un libro personal.

—Se puede decir que estoy en proceso a ablandar el corazón del duque—miento con una sonrisa dulce y cargada de inocencia. Meria no parece feliz por mis palabras, pero en el fondo de sus ojos expresivos se alegra porque las cosas se me estén dando.

—Señorita, El conde Vinscord ha venido—informa con lentitud. Asiento esperando que siga hablando, pero ella se mantiene callada, esperando alguna de mis órdenes como en los anteriores días.

Me levanto de la incómoda silla de madera, agitando la pomposa falda de un color amarillo con un sub-tono rosado. Meria observa con atención cada uno de mis movimientos, su mirada está perturbada por la duda y preocupación hacia mi. No pide que me diga donde se encuentra, porque ya lo sé. El conde siempre es llevado al mismo salón, donde las sirvientas se apostillan contra la puerta con la necesidad de robarse una mirada fugaz del hombre más bello del reino. Si alguna día las guerras se ganaran por la belleza, Williams sería el ganador.

Avanzo por el pasillo, mirando los adornos en las altas paredes y ubicándome en cada ramificación que se abren cada pocos metros. Nunca he sido una persona que no pueda ubicarse, pero en el interior de la mansión, todo es igual; blanco, pulcro, elegante y claro. Cada pasillo y pared, entonces cuando vago por ellos, no sé dónde estoy o hacia donde me dirijo, me pierdo con facilidad en los cientos de senderos. La falda se agita, el corset dificulta la respiración, y cuando he llegado a la puerta donde espera Williams, las sirvientas desvían la mirada disimulando lo que estaban haciendo.

Sonrió hacia las mujeres con dulzura, ellas se sonrojan y lucen apenada; no tengo la necesidad de repréndelas. No quiero ser una condesa que impone su poder a través del miedo, sé cómo hacerlo, pero no es mi idea de un régimen digno y guiado por el respeto.

—Conde Williams Vinscord, nos vemos una vez más—saludo entrando al salón, cierro las puertas con seguro; esperando que nadie sea tan astuto para intentar mirar hacia dentro.

—Señorita Anna, hoy se ve más exquisita. Hermosa como una rosa—sus halagos llegan hasta mis oídos, pero así de fácil como salen de su boca, viajan de mi oído derecho al izquierdo, sin hacerme ni cosquilla.




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