Desfase

Capítulo 11

Selene Bicker

El té es más que una reunión

La velada terminó sin mucho inconveniente, los rumores parecían haber disminuido dándole paso a unos nuevos. El cansancio seguía presente en mi cuerpo, las pocas horas de sueño que tuve aquel día estaban pasando factura. Meria permanece a mi lado, pendiente a los cabeceos que doy cuando los parpados caen y mi respiración se relaja. El aire frío del día, me adormece y rinde con facilidad.

La mansión se encuentra en un silencio acogedor, parece que todo el mundo camina sobre la punta de los pies y los soldados han decido no entrenar el día de hoy. Si fuera su comandante, estaría regañándolos; no existe una razón lo suficientemente buena para no entrenar, a menos que este al borde la muerte. Las hojas del libro son movidas con brusquedad por la brisa, y el leve sonido que provoca me mantiene despierta. Abro los ojos, tratando de enfocar la visión, pero los dibujos y letras hechas a mano se ven dobles o borrosos.

— ¿Señorita, desea que le traiga una taza de té? —pregunta Meria con suavidad,

Mi cabeza se despeja, y me doy cuenta de que hoy es un día importante. En menos de  dos horas, tengo un evento con Damian, el cual trae a colocación los recuerdos de la reunión de té con las damas más influyente de la sociedad.

Solo imaginar las voces suaves y bajas de ellas, hablando los nuevos rumores y los mejores pretendientes del momento. Los más ricos y hermoso, ante los ojos calculadores es de las damas. Aquello era lo que creía antes de entrar a esa reunión. Mis suposiones no se acercaron a la realidad.

Aunque esta sociedad, sea machista y los hombres tenga el poder. La realidad es muy diferente a lo que deja ver en el exterior; las mujeres están detrás de los hombres, ocultas en las sombras y manejan cada hilo de este reino. Aunque al principio ellos ocupan los puestos altos o las damas de la alta sociedad hacen las típicas fiestas de té que son descritas en los libros históricos. No todo es lo que parece, la fiesta de té no es para presumir de su riqueza o un buen marido, su significado va más profundo.

Aquellas miradas dulces escondían una naturaleza devoradora, la cual analizaba todo con extremo cuidado. Ellas escogían  quien subía al poder, quienes iban a la guerra y tienen todos los movimientos de los nobles. Esas pequeñas reuniones vanidosas eran para hablar del reino y su avance.

El poder de ellas, va más allá de mí compresión. Este reino se movía gracias a ellas, o su mente estratégica y a los hilos que movían en las sombras.

Ellas conocen todo lo que sucede en este lugar, desde las infidelidades hasta la traición, la cual se prepara a fuego lento. Pero su sociedad se regía por una orden, una ley que ninguna dama tiene el derecho de romper. Nadie más que ellas pueden saber cada información; no puede ser usada para fines egoístas o intentar ganar la confianza de alguien con lo que se habla en la sala de té.

La información de su selecto grupo, solo podía ser utilizada cuando el reino corriera peligro. Un bien mayor.

Aun así, no entiendo por completo aquella extraña asociación y porque la dama de cabellos rojos y mirada oscura decidió invitarme. Ella me estremecía de pies a cabeza, esa mirada no era normal. No en esta época. Es como si sus ojos hubieran visto todo y al mismo tiempo escondieran muchas respuestas. Suspiro, con cansancio, no importa cuánto me maté pensando, no encuentro lógica a aquella invitación.

Cuando entre en la casa de la anfitriona, todo parecía normal, jardines hermosos los cuales se extendían por varios metros de terrenos; mostrando descaradamente la cantidad de riqueza que poseía. Los sirvientes iban bien vestidos de pies a cabeza, telas no tan finas, pero aun así mejores que de la gente común. El aroma que envolvía toda la mansión era refrescante y cítrico; con la poca información que pude reunir de la casa del conde Vermont, el negocio del perfume es el fuerte de esta familia. Sus perfumes poseen propiedades curativas, algunas personas decían que podían levantar hasta a un muerto o detener a todo un ejército.

Lo único que puedo decir a favor de ellos, es que el aroma de su perfume es suave y no muy dulce. Es tolerable para mi delicado sentido del olfato; nunca he podido usar perfume o estar cerca de alguien sin sentir náuseas o vomitar. Los olores dulces son mi debilidad.

Una sirvienta alta de tez pálida y caminar regio, me llevo hasta una cúpula de cristal, donde estaban ya reunidas las demás mujeres. Los primeros temas que tratamos fueron suaves y nada fuera de lo común, las miradas femeninas me analizaban con atención cuando mis labios se abrían o respondía con un poco de sarcasmo.

Aquellas miradas eran peores que estar siendo juzgado o en un interrogatorio. Los años de servicio me enseñaron a esconder las emociones y mostrar lo que las personas querían ver; pero todos tenemos un límite, donde la máscara cae y los ojos de los individuos al otro lado de la mesa pueden analizarnos con libertad. Y estas mujeres poseían esa cualidad nata de saber cuándo estaba mintiendo o que pasaba realmente por mi cabeza; al menos una parte de mis pensamientos caóticos.

Nada me habría preparado para el último golpe, ni siquiera esa pequeña conversación sobre el duque. Aquel golpe comenzó siendo suave, una pregunta inocente, la cual escondía mucho.

— ¿No le dio miedo, señorita, bailar con el duque Gorh? —pregunto Elizabeth, la anfitriona desviando la atención hacia el baile de hace unos días, aún recuerdo a la perfección ese momento y el miedo nunca estuvo presente.

—Para nada—respondí con seguridad ganándome un par de sonrisas leves y con los labios cerrados.

— ¿En serio? —pregunto otra dama incrédula, con los ojos brillan de curiosidad. No había ni un rastro de malicia en ella.

No me sorprendió que la conversación se halla desviado hacia este lado, que las damas tengan duda sobre el duque, cuando es la primera vez que lo ven bailando en un evento; Damián es un muro impenetrable, nadie puede acercarse a él sin que le dirija una mirada oscura y fría, pero no es porque quiere que se alejen.




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