Desfase

Capítulo 12.

Selene Bicker

¿Damián Gorh, es cautivador?

Frustración, eso es lo que siento en este momento. Cada uno de mis intentos por llegar a esta muralla son descartados con facilidad. No importa cuantas palabras suave empleo o si me centro en tratarlo con amabilidad y suavidad, Damián parece ignorar aquellos gestos como la peste. Ante sus ojos no existe la suavidad y en su diccionario esa palabra está tachada con sangre. Este hombre me desespera y provoca que mi sangre hierva, al punto de que el corazón lata desbocadamente y quiera salir de su lugar solo para ahorcar al duque.

Si no fuera por sobrevivir, mataría al duque en este momento.

Damián parece más interesando en mis estallidos emocionales y cada vez que susurro en voz baja palabras hirientes o maldiciones. Cuando exclamo o me desespero, su mirada cae sobre mí y una sonrisa maliciosa se desliza en esos labios regordetes. Los cuales están gritándome para darles un puñetazo. Controlo el ritmo cardiaco y el de la respiración, vuelvo alzar la máscara que oculta mis emociones, y me dispongo a mostrarle una de mis mejores sonrisas a este hombre.

Aunque trate de sonreírle con amabilidad, la curva en mis labios grita vete al infierno.

—No sabía que podía ser tan grosera, Señorita Stein—susurra con malicia. Su voz ronca, grave y baja, hace estragos en mi cuerpo. Me descontrola aún más y eso no es bueno. Para ninguno de los dos.

—Oh, duque, no sabe cuan sucia es mi lengua. Por su bien espero no lo descubra—el descarado se ríe. Un sonido bajo y ahogado, el cual puede ser producto de mi imaginación, pero si sus hombros no se estuvieran moviendo creería que no se está riendo.

—No podrá sorprenderme, Señorita. No importa que salga de su sonrojada boca, he oído y visto cosas peores. ¿Ya se ha rendido con estas clases? —cuestiona con aburrimiento, estira la espalda antes de dejar caer todo el peso en el sofá.

—Duque Damián, si seguimos en este juego de quien aguanta más, nunca podrá casarse. Ni aunque haya cientos de mujeres solteras lograra conseguir una esposa, si continúa con aquella actitud.

Mis palabras salen cargadas de veneno, devolviéndole el golpe que me ha lanzado. Dos pueden jugar a esta absurda tontería. Y no dejaré que Damián continúe encontrándome graciosa, tratándome como su entrenamiento, cuando estoy tratando con todas mis fuerzas mostrarle las maneras adecuadas de conseguir una esposa. Este pequeño duque es insufrible. Es imposible que consiga casarse algún día.

Al menos que el cielo se coloque de acuerdo, para mandarle a la mujer perfecta. De otra forma, nadie será capaz de aguantar a este tosco guerrero malhumorado.

Absolutamente Nadie. 

Damián es irritante, es terco y me mira como si tramara algo; lo cual no está del todo equivocado. Pero cada gesto del guerrero me desespera y tira de mi cordura hacia él. Y no es bueno, no lo es. No hay nada de bueno en la idea de mojarlo con el té caliente o gritarle cada uno de los motivos por los cuales no consigue esposa. No debo hacer eso, a menos que quiera volver al inicio de todo.

Pero el sonríe y sus ojos se clavan sobre mí con una pizca de burla e incredulidad; una mirada capaz de confundir y enmascarar sus verdaderos pensamientos a la perfección.

Jódete, maldito duque, grito en mi cabeza dejando escapar las oleadas de ira y frustración.

—Acaso se ha fijado en mi sonrojada y gustosa boca, duque—la mirada de Damián es dura, se mantiene fijo en mi boca y aquellos ojos oscuros me queman y recorren con lentitud. Sonrió, extendiendo mis labios en una linda mueca.

No soy de las personas que juega con las palabras y espera a que el otro desespere. No poseo la actitud de Damián Gorh, ni ese espíritu salvaje y dominante. No habrá otro hombre en la tierra como el duque, sin embargo, sé cómo jugar. Mover las reglas a mi favor, tengo más años de experiencia en este campo que el pequeño duque.

— ¿Quieres que lo niegue? —pregunta este con un tono de voz profundo y firme. La sonrisa en ese rostro tosco es cautivadora, endemoniadamente seductora. —No, lo haré, Señorita Stein. He mirado cada aspecto de su cuerpo, desde la pomposa falda hasta la manera en que sus senos quieren escapar del corcel. Claro que me he fijado en usted, Stein.

—Oh, duque, hará que me sonroje. Qué palabras más burdas emplea—este sonríe y no le da importancia. —Si quiere conseguir una esposa, no hable sobre su cuerpo. No a menos que sea su noche de boda y quiera quitarle presión.

— ¿Ya comenzamos con las lecciones? —cuestiona.

—Puedes tomarlo como una, eres tan osco y salvaje que necesitas más que unas cuantas clases de etiqueta. Duque necesita volver a nacer para poder casarse.

—Entonces ríndete, es lo que estás diciendo. Alguna madre desesperada dará su hija en matrimonio, no deseo casarme. Solo estoy cumpliendo un capricho ajeno—Damián se muestra desinteresando, como si pensar en su futura esposa solo fuera una molestia y perdida de tiempo. A este punto estoy comenzando a creer que el mordaz guerrero nunca ha tenido una amante, alguien que le muestre lo hermoso de tener una pareja. O los beneficios que existen. 

Algunas veces olvido que estoy cientos de años en el pasado, que la sociedad y gente que me rodea es de mente estrecha y se asustaría con cualquier palabra que salga de mi boca. Pero tengo presente que esta época, es bestial, primitiva y ridícula. Ridículamente perturbadora. Pero dudo que este hombre, delante de mí, se conforme con una virginal e inocente novia, con una niña que la destrozaría la primera noche. Damián es la bestialidad personificada, la maldad en estado puro. 




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