Desfase

Capítulo 13

Selene Bicker
Jaden y Jaillen.

Despierto agitada, el corazón late descontroladamente y los pulmones luchan por atrapar el aire en su interior. La mirada preocupada de Meria me recorre de pies a cabeza, su rostro pálido y las lágrimas corriendo por las mejillas me hacen caer en la realidad; alejándome de aquellos recuerdos. Suspiro controlando los temblores, acallando el miedo infundido que me ha perseguido desde hace años. La tortura nunca se olvida y el ver morir en tu lugar a uno de tus subordinados y amigos marca hasta la medula; nunca debió suceder, fue un error. Caímos en una emboscada y nos dejaron atrás, siendo el sebo para los rebeldes.

Aún recuerdo esas semanas como si hubiera sido ayer, la necesidad desesperada y primordial de sobrevivir, luchar y huir. El querer la muerte de nuestros torturadores y al final jurar venganza por el caído. Por mi amigo, por quienes eran mi responsabilidad; el rencor que experimente hacia el comandante que me negó volver por el cuerpo de Jaden, el pelirrojo alegre y burlón merecía una sepultura digna, ser enterado y no olvidado en territorio rebelde. Salí de la marina después de desobedecer una orden directa y recuperar el cuerpo de Jaden antes de que los soldados rebeldes cortaran su cabeza y la empalaron; no me importo perder mi rango con tal de recuperarlo.

—No llores—pido sentándome con dificultad. Meria asiente limpiándose las lágrimas sin mucho éxito. La morena se niega a repetir las palabras que susurre dormida, pero su expresión revela que volví hablar dormida. Grite por piedad—. Solo fue un mal sueño, no hay nada porque temer.

—Señorita Anna, toda esta bien—asiento dándole una sonrisa forzada.

El pasado ha quedado atrás, a millas de distancia y años luz. Jaden aún no existe, Selene Bicker la huérfana y capitana de la marina, no existe. Ni Scott, Dereck o Sam; ninguno de ellos ha nacido, ninguno ha sufrido. Están bien, ahora soy Anna Stein.

—Dormí demasiado—susurro notando la luz del sol y el sonido de los animales trotando alrededor de la mansión. Los guerreros del condado cantan en voz alta mientras entrenan. Meria asiente y doy otro suspiro antes de levantarme—. Bien, es hora de continuar con los libros de plantas y medicina alternativa; no quiero perder a un guerrero o ciudadano por carecer de conocimiento.

Meria asiente, las mejillas enrojecidas hacen juego con los ojos irritados y cristalinos. En un monótono silencio me baño y visto, llegamos a la biblioteca y Meria se aleja hacia la cocina para traerme un desayuno ligero, antes que las horas vuelen y se me olvide comer. Suspiro otra vez, perdiéndome en los sonidos de la mansión y sus alrededores.

—Señorita coma el desayuno—asiento despegando la mirada de las páginas del libro. Las hojas se menea con suavidad entre las corrientes de aire que entran por la ventana.

Meria se va y doy pequeños bocados de los diferentes platillos traídos. La dulzura de las frutas orgánicas se desprende en la lengua, derritiéndose lentamente. Dejando una explosión de sabores y texturas.

—Por los dioses—el fuerte grito retumba contra las ventas. La desesperación en las voz de la persona me altera.

Todo sucede rápidamente. Las voces se alzan, mezclados con gemidos de dolor e incredulidad. Las espadas dejan de chocar, y pasos apresurados viajan por todos los pasillos de la mansión. Las voces masculinas se entremezclan con los chillidos de las mujeres, ellas son mas gráficas y revelan que hay mucha sangre. Corro hacia la ventana, prestando atencion a cada palabra, grito y sonido desconocido que capto. La desesperación de no saber lo que esta sucediendo me atrapa, sometiéndome a la necesidad de correr hacia el sonido; las puertas de la biblioteca se abren estrellándose contra los muebles y paredes, un estruendo retumbante inmunda la tranquilidad de la habitación y la voz alterada de Meria me llama.

—Señorita la necesita, con urgencia—ella alcanza a susurrar, sus palabras es lo único que necesito para salir y correr hacia la multitud reunida en los jardines.

Las sirvientas se mantienen alejadas, rezando a los diversos dioses; sobre todo al dios de la muerte para que no se lleve la vida del guerrero. Los guerreros mantienen expresiones serias, enmascarando lo que están sintiendo, por mas que observe sus rostros de soslayo, no puedo ubicar al comandante; la preocupación crece con rapidez y mi corazón se siente pesado impidiendo avanzar con rapidez hacia el hombre caído en el suelo. Nunca había experimentado una emoción de este calibre, es como si todo mi ser estuviera dormida por la pesadez en mi pecho; la incertidumbre de un dolor susurrante que se va haciendo presente. El miedo de perder algo a lo cual me he acostumbrado.

En el pasado nunca me habría preocupado por alguien de esta manera, ningún herido hubiera sido capaz de detener mis pasos y hacerme titubear; pero ahora estoy titubeando. Soy reacia a comprobar cuál de todos los guerreros de Stein ha sido herido. El miedo de saber que es el comandante, quien se ha ganado mi cariño y me ha demostrado como se siente el cariño fraternal de un padre o abuelo; me detiene. No quiero descubrirlo. Titubeo una última vez antes de dar el último paso, acorto la distancia notando al lado del soldado herido al comandante, quien sostiene con fuerza la herida.

—Señorita ¿que hace acá? —pregunta el hombre mayor con sangre en las manos y brazos—no debería ver una escena de este calibre, no es bueno para usted.

—Ejerce mas presión, si tienen un trapo limpio a la mano pásenlo al comandante, rápido—ordeno con la voz firme y calmada. Al ver al comandante en una sola pieza y reclamando por mi presencia, he vuelto a respirar con normalidad; la pesadez en mi corazón ha desaparecido—. Coloca el trapo contra la herida, como si intentaras meterlo y sigue ejerciendo presión hasta que notes que la sangre no brote mas.




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