Desfase

Capítulo 14

Selene Bicker

Los guerreros no piensan.

Dos hombres entran a caballo, uno de ellos sosteniendo un bulto sin forma entre sus piernas. Los caballos relinchan y se detienen a escasos metros de la puerta. Una de las sirvientas rubias y de piel pálida se acercan hacia los desconocidos; hablan con ella y parecen desesperados moviendo el bulto sin forma ligeramente, indicando que necesitan ayuda. La sirvienta asiente y corre hacia las puertas de la misión, gritando mi nombre. 

Meria es la primera en salir a su encuentro, regañando a la joven rubia por llamarme de aquella forma descortés; voy detrás de ellas escuchando los susurros de Meria y como la rubia se disculpa una y otra vez por la falta de respeto. Sonrió divertida ante la imagen, realmente no me importa que me llamen por mi nombre, me siento más cómoda; los ojos de la mujer rubia se centran en mí y sonríe al ver que he venido a ella. Librándola de las garras de Meria. 

— ¿Qué sucede? —pregunto con curiosidad. 

—Señorita Ana, han traído a una muchacha desmayada—responde con la voz agitada y una mirada asustada—. Dos hombres del pueblo la han traído y junto a ellos está el duque demonia… El duque Damián Gorh. 

Aquel nombre me hace saltar y la idea de verlo en mi territorio y delante de mí, me motiva a moverme en ayuda de la muchacha. No sé por qué el duque se encuentra en este lugar, ni que tiene que ver con el desmayo de la muchacha; pero esta es mi última oportunidad, tengo que conseguir que se doblegue a mis deseos; aunque no tenga la menor idea de cómo conseguirlo. 

Damián es testarudo, arrogante y cerrado, diría que es igual a todos los hombres de esta época; pero sería una vil mentira. El dique no tiene comparación, está lejos del prototipo de hombre del siglo XIV, nada en él tiene sentido. Sin embargo, es lo que necesito, ambos nos necesitamos y él no parece darse cuenta de aquello. 

— ¿Qué sucedió? —la pregunta brota de los labios apenas veo la imponente figura encapuchada del duque, su rostro escondido entre las sobras de la tela oscura esconde un ceño fruncido y una mirada preocupada. 

Damián se estremece al escuchar mi voz, su barbilla se levanta levemente, casi imperceptible, pero años de entrenamiento y analizar a las personas me hacen posible reconocerlo. El duque no tenía la menor intensión de venir a verme, lo cual se siente como un pequeño y molesto pinchazo en mi costado. Aquella idea me fastidia y no logro comprender por qué. 

—Johanne se desmayó al ver el rostro del señor—el hombre evita mirar al duque, sus ojos hacen el intento de observar la silueta de Damián, pero a último minuto evita hacerlo. 

— ¿Puedo saber qué hace el Duque Gorh en mi territorio? —demande con una voz dulce y melodiosa libre de maldad. Pero Damián sabe reconocer la realidad de aquella entonación, el me entiende de una manera tan sencilla; es espeluznante comprender que Damián puede leerme. 

Damián permanece en silencio, indiferente a querer responder y los hombres que han traído a la muchacha comienzan a impacientarse, dejo escapar un suspiro cansado; el agotamiento está mermando mis ansias de enfrentar al duque y el pesado silencio que ha decidido mantener me da el último empujón.

—Fue una coincidencia, no quería asustar a la dama, muchos menos molestarla, Señorita Stein—argumenta la voz profunda de Damián, aquella frase me toma con la guardia baja. Mi cuerpo se estremece y los latidos del corazón que hace un momento eran lentos y armoniosos, se han convertido en un caos.

Sigo caminando hacia las puertas de la mansión del conde, ignorando la presencia de Damián. Este hombre no es diferente a los solados con los que conviví durante mis años en la milicia, no es diferente a mí y mi escuadrón. Un escuadrón que perdí en el último despegue y por quienes decidí retirarme; aquella perdida fue difícil de superar, no importaba cuanto me alejara de lo que hacíamos ellos permanecían en mi memoria. No era capaz de olvidarlos, de dejarlos descansar; porque la simple idea de no recordarlos, mantenerlos vivos en mi memoria significaría su muerte. La definitiva.

Jaden fue lo último que me quedaba y lo perdí. Ellos no solo eran mi escuadrón, eran mi familia, mis hermanos y los vi morir. Fui la única en sobrevivir, lo cual se sentía como un castigo. Uno que había olvidado durante estos meses. A veces cuando las horas de trabajo se volvían largas y aburrida, los pensamientos me hostigaban; aquellos que murmuraban que no merecía seguir con vida y les creía. Aun lo hago. No merezco las oportunidades que me han dado, pero de una manera retorcida y egoísta me he adherido a ellas, he luchado por conservar esta vida y seguir adelanta.

No se cuan corrompido este el duque, no se cuán grande es la carga que está llevando o que necesita para merecer ese perdón que todos los soldados cargamos. Mi perdón fue el capturar a criminales, dar caza a la escoria.

—Nos vemos en la caza—murmura antes que me pierda en los pasillos de la mansión, los hombres que llevan a Johanne siguen a Meria quien corre dando indicaciones. Me detengo, con la tentación de girar y poder ofrecerle una salida; pero sé que no funcionara.  

Este hombre necesita una esposa real y no estoy dispuesta a dárselo. Sin embargo, necesito a Damián Gorh para alejar a Williams, es mi única oportunidad.

Escucho unos pasos alejándose y la voz de Meria llamándome en gritos desesperados. Corro hacia ella luchando con la idea de que significa realmente Damián para mí y tratando de olvidar el fantasma de mis compañeros, en esta vida no tengo nada que hacer por ellos. Todos hemos muerto, no hay manera de cambiar el pasado o futuro, en todo caso. Al entrar a la habitación Meria está tomándole el pulso a la muchacha, como le enseñe hace días; su rostro se relaja al notar el leve pulso bajo sus dedos y la tensión que hace unos segundos la dominaba da paso a la calma.




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