Desfase

Capítulo 17

Damián Gorh

Una mujer de cabellos negros y labios rojos, es peor que el guerrero mas hábil.

Nunca había conocido a una mujer tan irracional, extraña y hermosa como lo era Stein. La primera vez que nos vimos, me quedé sorprendido; ella dominó la situación con facilidad, la vida de aquel niño estaba perdida. Nadie sabía que había comido y con que tratarlo, pero la señorita del educado sabía cómo hacerlo y en cuestión de segundos antes que el veneno de la planta actuará había terminado de preparar y darle el antídoto. En ese momento, cuando nos miramos y ella se acercó sin miedo alguno, no puedo negar que tuve una sensación extraña recorriéndome.

Ninguna mujer era capaz de acercarse a mi por voluntad propia, todas huía o caían desmayada, por eso la petición de mi madre era imposible de aceptar; sin embargo, la joven dama se acercó con la barbilla en alto y atrajo mi atención.

Era descarada, directa y de su cuerpo destilaba poder; no había otra mujer que se pareciera a ella, con aquellos ojos de marfil y el cabello negro como ébano. Stein es hermosa, aun más cuando refutaba y enfrentaba a los hombres.

—Sujeten la cabeza del niño, abran su boca—ordeno con firmeza, sus manos se movían rápidamente preparando el brebaje, salí del lugar entre las sombras donde me encontraba para ayudarle, algo que jalaba hacia ella. 

Dejó caer el brebaje en la boca del niño con cuidado, cada movimiento era delicado y medido, el ceño fruncido en su rostro era de concentración pura y nunca había visto a lo largo de mi vida y en los campos de batalla mujer alguna con estas habilidades. Entre los reinos enemigos y los ejércitos que eran lo suficiente estúpidos para atacarnos había un par de guerreras, pero ninguna como Stein. 

—Gracias—exclamo la madre 

—No tiene nada que agradecer—murmuró quitando con gentileza la mano de entre las suyas— ¿cuánto te debo? —preguntó sacando la pequeña bolsa de cuero, las monedas tintinean al son de los murmullos.

El vendedor intenta detener a la joven, no desea recibir las monedas de plata cuando la hermosa mujer con tan poco esfuerzo salvo la vida de un niño que no conocía. Pero no importa cuando se niegue el herbario, ella deja caer dos monedas de platas para después salir de la habitación con la barbilla en alto y sin prestar atencion a los agradecimientos que recibe. 

Avanzo entre las personas con facilidad, escabullendo entre cada espacio que dejan libre y saliendo antes que Stein haya dejado el lugar. Sus pasos se detiene, pero ya a chocando contra mi; alza la barbilla con el ceño fruncido, nuestras miradas se encuentran y aquellos ojos azules me hipnotizan, atrapándome en el ciclo de una tormenta. Aquella mirada intensa y devastadora es un acelerante de todos los sentidos.  

— ¿Puedo ayudarte en algo? —pregunto en un tono bajo y meloso. Una voz demasiado infantil y pura que no pega con aquella mirada.

— ¿Tienes algo que pueda quitar el olor de la sangre u ocultar? —cuestione, mi boca se mueve antes de tiempo y aquella absurda pregunta se escapa de mis labios, antes que pueda pensar en algo inteligente por decir. 

—Duque—una sonrisa se desliza por los labios redondos y sonrojados, su boca se curva con reconocimiento y todo el conjunto de su expresión junta es devastadora. Jodidamente encantadora y atrapante. — ¿Acaso está afanado para que su futura esposa no huela la sangre en usted? ¿Tiene miedo que vaya a huir despavorida? —cuestiona con burla. Tomo una profunda respiración preparándome para mas golpes, para que ella actúe igual que las demás mujeres, pero Stein da un paso adelante, acercándonos mas y toma una profunda respiración.

No, por favor no, ruego a todos los dioses. Sin embargo, la respuesta que sale de los labios de la dama mee desconcierta.

—No huele a sangre, solo es su subconsciente. Si tuviera que decirle a que huele, diría que  a acero, un lago frío y la hierba creciendo. Huele muy bien, duque. 

Ella sonríe y se aleja dejándome confundido y anonadado. Perplejo en el mismo lugar mientras observo como desaparece. 

Aquel primer encuentro me dejó un mal sabor, había ido al condado para conseguir un perfume lo suficiente fuerte para borrar el olor de la sangre, ese que le perseguía desde temprana edad y se había fundido en a piel. Puede que estuviera exagerando, pero a medida que el tiempo en el campo de batalla aumentaba y los enemigos caían por mi espada, la sangre se adherida a mi. Me bañaba de pies a cabeza y lo único que podía oler era el olor nauseabundo y cobrizo de la esencia humana.

Pero mis ilusiones de conseguir el perfume se fueron abajo con facilidad, no existía olor o producto alguno que pudiera camuflarlo. Salí del territorio Stein, ideando la manera de cumplir el absurdo deseo de mi madre, ella quería verme casado y con hijos. ¿Cuán imposible es para un hombre odiado por todos conseguir una esposa y familia? Era más que imposible, tendría que volver a nacer y hacer las cosas diferentes para tener alguna oportunidad.

Mi cara, cuerpo y alma estaba marcado por los horrores de la guerra, cada vez que me veía en el reflejo de los lagos solo veía la cicatriz que cruzaba el ojo de derecho y la mirada que le devolvía el reflejo era tenebrosa, pesada y salvaje. No había rastro humano en aquel hombre. No tenía las aptitudes que busca una dama en un esposo, no era Williams Vinscord, quien se había comprometido sin mover un dedo.




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