Desfase

Capítulo 18

Damián Gorh
Stein es un bruja encantadora.

El rechazo escocía en lo profundo de mi orgullo y corazón, era un formidable guerrero, el general encargado de proteger las fronteras del reino. En mí caía la responsabilidad de decenas de vidas, pero la simple idea de verme incapaz de buscar esposa, estaba mella do mi orgullo. Si Stein y Williams no se hubieran encontrado después de terminar el matrimonio, habría aceptado aquel absurdo plan; una parte de mí quería conocer aquella mujer, saber de qué sería capaz para huir de sus demonios y destino. No obstante, Williams seguía ahí, y los rumores decían que ambos estaban profundamente enamorados del otro.

No quería ser el otro hombre, no quería competir con el caballero perfecto. No había manera en este mundo que pudiera ganarle a Williams cuando se trataba de mujeres y la alta sociedad.

Solo era un duque, pero antes de eso un basto guerrero y el verdugo de las fronteras. Era el duque demoníaco y nunca sería nada más.

Las mujeres solteras cada una me rechazo. Las opciones se habían terminado, y antes del baile ya había dado por perdido el deseo de mi madre. No sabía cómo conseguirlo, estaba perdido, hasta que de nuevo Stein decidió irrumpir en mi vida.

—Buenas noches, duque—saludó en voz baja, suave y melosa.

Ella me observa con ojos brillantes, la recorro con la mirada, apreciando cada detalle de su elegante y agraciada presencia. Stein inconscientemente se arquea, alza los hombros y alza la barbilla, dándome una pequeña sonrisa juguetes mientras se pavonea delante de mis ojos.

—Buenas noches, señorita Stein—respondo en un gruñido ronco. Sus mejillas enrojece, la mirada brillante desaparece dando paso a una neblina, en esos ojos azules.

Su pulso se acelera, la vena en su cuello palpita, engrosando. Analizo con atención su expresión, esperando que esta se descomponga y la delate, pero Stein se mantiene estoica, en ningún momento su expresión cae o cambia por la habitual repugnancia que conozco. La cual corroe las expresiones de los nobles, dejando caer la máscara, que con mucho orgullo y esfuerzo han perfeccionado durante años. Aquellas personas creían que podían permanecer estoico, esconder el asco y repulsión que profesan hacia mí, pero cuando estábamos frente a frente; son incapaces de enmascarar las emociones.

Con los años había dejado de afectarme, cuando las reacciones se volvieron iguales en todos, el verlo diariamente dejaba de surtir el mismo efecto. Sin embargo, esta pequeña y delicada dama, estaba mostrándome una expresión completamente diferente, la mirada en sus ojos era oscura, cargada de deseo; un deseo prohibido. Una dama correcta no debería mirar a un guerrero de aquella manera, no a menos que esté dispuesta a pecar y caer en sus garras, Stein no tiene ninguna de esas intensiones; Stein solo desea algo y lo ha dejado en claro innumerables veces.

Da un corto paso hacia delante, inclinándose hacia mí como si estuviera poseía.

—Duque, debería invitarme a bailar—sugiere recomponiéndose. — ¿Cómo esperas conseguir una esposa si ni siquiera es capaz de sacarme a bailar? —su boca maliciosa me ataca, y por un segundo, soy dominado por la necesidad de atraparla entre mis brazos. Retarla a que vuelva a hablar, a que sea igual de insolente que en nuestras cartas, para tener un motivo de reclamar su boca.

—Se veía cómoda bailando con el conde Vinscord, debería seguir bailando con él. Es lo mejor para usted, señorita Stein.

Su mirada cae sobre mí, sus ojos me analizan con atención, tratando de descubrir si solo estoy jugando con ella o lo digo en serio. Levanta la copa tomando un trago, sus labios se despegan del cristal lentamente, la cual ha estado oxigenando durante toda la conversación. Frunce el ceño después de haber disgustado el vino, Stein murmura algo entre dientes, palabras que no logro comprender. Imito su acción, vaciando mi propia copa, dispuesto alzar una tregua entre nosotros, por una noche, ceder a los deseos de Stein, no será un problema.

Dos miradas se encuentran sobre mí, una intensa y caliente que parece recorrerme con lentitud, como si apenas me hubiera notado, y la segunda. La segunda mirada está cargada de rabia y molestia, aquella la reconozco con los ojos cerrados, solo existe una persona en este salón que es capaz de observarme y mostrar más que miedo o asco y ese es Williams Vinscord, el prometido de Stein y supuestamente mi rival.

¿Enemigos? No sé, que estaría pensando la sociedad, para colocarme, en la misma frase que el conde; acaso tenían que divertirse enemistándonos, alzando aún más su incomparable belleza y galantería. Aquel hombre de farándula nunca podrá compararse conmigo, de la misma manera que nunca podré llegarles a los talones. Él es una bonita estrella brillante de la sociedad, mientras mi deber con el reino es sujetar una espada y matar a los enemigos. Donde él es un hombre hermoso, yo solo soy un guerrero.

—Solo me interesa un hombre en esta sala, y es usted duque Damián—ella lanza aquella frase sin preocupación, sonriendo con inocencia. —No me interesa lo que considere mejor, solamente me importa lo que deseo. Y Williams no está en la lista.

Me aclaro la garganta, un carraspeo bajo se escapa e intento disimularlo, tomando otro trago de vino, para darme cuenta de que lo he terminado hace tiempo.

—Aprecio sus palabras, Señorita Stein—comienzo y ella solo sonríe aún más, suspiro rindiéndome ante esta absurda charla—. Debería reconsiderar sus gustos, pero si su deseo es que le invite un baile, lo haré.

La copa es deja en la mano de un sirviente, el cual se aleja corriendo. La mirada cae con seguridad en el rostro expresivo y hermoso de Stein, la sonrisa que tenía se extiende lentamente, cuando le muestro la palma de la mano, esperando a que decida tomarla.

—Desea bailar conmigo esta pieza, Señorita, ¿me concedería tal honor? —pregunto con la voz ronca, controlando el gruñido que lucha por escapar de mis labios.




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