Desfase

Capítulo 22

Damian Gorh

La escoria continúa siendo escoria, aunque vista de seda.

Las cartas continúan llegando, Stein se mantiene en contacto aun cuando me fui de nuestra reunión sin dudarlo, dejando atrás con la palabra en la boca y dándole la imagen que soy un completo idiota. Lo cual no está lejos de la verdad, pero ninguno de los dos ganaría nada al seguir con aquella conversación, nuestras metas estaban dirigidas a rumbos diferentes. La idea de buscar a otra mujer y entrenará para que fuera mi esposa, no tendría éxito. Stein no había contemplado la opción de que todas las mujeres del reino, ricas, pobres y condenadas a muerte; ninguna ha querido casarse conmigo, prefieren el destino que ya posee haberse casado con un hombre como el duque demoníaco.

Jadeo dejando caer la espada, el sudor baña cada parte de mi cuerpo, viajando a través de cada cresta de músculo y antiguas cicatrices. La respiración se encuentra alterada, los pulmones protestan con cada respiración y la cabeza está nublada con cada pensamiento, sobre el frente, sobre Stein y… Todo lo que está saliendo mal. La pequeña Kanea está avanzando rápido, sea acostumbrado al educado y capturado todos los corazones de los empleados. La niña no tiene dónde volver y por lo poco que ha hablado de su vida, de cómo llegó a Oblitus. Sus padres y cualquier familiar ha desaparecido.

No he vuelto, a obtener noticias de la frontera y sería algo bueno, si los soldados no tuvieran la orden de reportar, cada semana, toda noticia.

—Señor, ha llegado una carta—una sirvienta se acerca corriendo—es de la señorita Anna Stein.

Aquel nombre me congela, dejo caer la espada por completo. Me acerco hacia la sirvienta, tomando la carta de sus manos. Ellas debieron dejar de llegar hace tiempo, tenía que haber cortado toda comunicación, porque estaba exponiendo a Stein, que quedara envuelta en rumores, los cuales solo la dejarían mal ante la sociedad.

“Duque de Gorh. Espero que esta carta llegue a sus manos antes que los rumores. Es un placer informarle que la sociedad y mi ex-prometido creen fervientemente que estamos comprometidos y seremos una pareja feliz.

Sin nada más que agregarle, me despido.

Anna Stein, su futura prometida”

Que el cielo me parta en dos porque aquella mujer ha movido todas las cartas y ahora nunca podré cumplir el deseo de mi madre, Stein nos selló en un destino sin futuro, en un compromiso que no existe. Todo el mundo considera que somos una verdadera pareja, una parte de mí desea que sea cierto y no llego a comprender por qué, porque lo anhelo más allá de complacer a mi vieja y cansada madre. 

No había escuchado hablar de un compromiso, pero tampoco es que las personas se digne a hablar cuando están a mi alrededor. Todos se quedan callados, por miedo a que alguno de sus comentarios sea un insulto. Temen por su vida. Sin embargo, Anna Stein ha enloquecido por completo, aquella mujer ha buscado, desde hace tiempo que nos comprometamos, que la sociedad piense que somos una pareja real. No recuerdo haberla conocido antes de las inusuales cartas, de los encuentros inesperados. Pero me es imposible creer que Stein no haya planeado esto desde el primer momento.

Aquella mujer era demasiado astuta e inteligente para su propio bien, todo parecía girar alrededor de ella, tanto Williams con su ingenio y carisma; cayó preso en los encantos de la señorita. Anna era peligrosa, pero no de la misma manera que lo sería un soldado. No, ella era peligrosa por su cabeza, la inteligencia que la rodeaba y la forma en que todas las cosas se torcían para favorecerla.

— ¿Que están diciendo sobre mi persona y la señorita Stein? —cuestione arrugando el papel.

—Pues… Señor, hay rumores sobre una relación entre ustedes. Dicen que ambos se aman con fervor y usted le roba la prometida al conde Vinscord—la sirvienta se queda callada—. De una manera vil y menospreciable, que sedujo a la señorita Stein con promesas y su actitud de canalla.

— ¿Seducir? —quién en este mundo puede creer que soy capaz de seducir a una mujer, a cualquiera de este reino. Acaso la sociedad ha perdido la cabeza.

—Sí, señor. Seducir, es lo que dicen. Todo el mundo considera que la señorita fue embrujada por usted. Porque no hay manera alguna que ella esté dispuesta a dejar al conde Vinscord, por el duque.

—Al menos no hemos enloquecido por completo—la sirviente se sonroja, su rostro parece un tomate y baja la mirada, escondiéndose en la rugosidad del suelo—. Hay algo más, ¿verdad?

Ella niega, pero no le creo. Sé que está escondiendo algo. Sin embargo, no la presiono, nunca lo he hecho y no comenzaré a hacerlo ahora; cuando solo se trata de simple rumores. Los rumores siempre me han rondado, de todo tipo y cada uno peor que el anterior.

—He dejado una carta de las fronteras en su estudio, donde indicó la última vez. Me retiro—asiento viéndola marcharse.

Levantó la espada volviendo a centrar la atención en el área de entrenamiento. Los demás soldados se han ido, a tomar un descanso y prepararse para sus funciones. El territorio de Gorh desde lo lejos parece una inmensa edificación, rodeada por una muralla de árboles. El bosque conocido como el infinito, imposible de entrar e imposible de salir; si las personas que habitan en él y lo resguardan a si lo desean. Hace muchos años, Gorh, era territorio de salvajes, rebeldes y ladrones. No había leyes que siguieran, ni gobernador que respetarán; hasta que el primer Gorh se levantó y lucho contra los demás por el control. Quería convertir este baldío y siniestro lugar en un hogar, en un sitio importante.




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