Deshielo

Capítulo 1

C

“Vivir en la inocencia es vivir en el engaño. Es algo que se descubre con el tiempo y, la mayoría de las veces, de forma abrupta y dolorosa. Yo lo descubrí de ese modo y eso me hizo cambiar de forma obligatoria y necesaria para mi supervivencia”

Catherine Halm

31 de diciembre de 2015

 

El invierno.

Esa época del año en la que nos refugiamos del frío, cantamos villancicos y comemos una ingente cantidad de comida. Una ocasión perfecta para reunirse todos en familia.

Mi caso no es diferente, ni mucho menos. Cuando hay excusa para cenar todos juntos nos reunimos cerca de veinte personas frente a una mesa repleta de platos deliciosos, de los cuales quedarán intactos al menos la mitad. Escuchamos, hablamos, discutimos (la mayor parte del tiempo pacíficamente) y disfrutamos del calor que desprende la chimenea.

Este año no es una excepción.

Luego de una relajante ducha me visto para la ocasión. Como siempre, voy lo más sencilla posible ya que no soy de las que se suelen arreglar mucho.

Mi cabello castaño a la altura de los hombros está más ondulado gracias a la trenza que me hice por la mañana cuando ayudaba a mamá con la comida. Todos los años mi familia materna se reúne aquí, en mi casa, para celebrar el Año Nuevo. Lo único que sé por parte de mi padre es que se divorciaron cuando yo era una niña y no tengo ni idea de si tengo o no familia de su parte.

Justo cuando bajo por las escaleras, el timbre suena. Paso por el comedor preciosamente decorado para la ocasión hasta llegar al salón, donde mi madre habla con tía Maggie. Ambas, a pesar de ser hermanas, son completamente distintas. Mientras que mi madre se viste de forma discreta, la tía Maggie es toda lentejuela y colores vistosos.

— ¡Bianca! — saluda a mamá efusivamente — ¡Tanto tiempo!

— Margaret, pasa.

Tía Maggie abre los ojos considerablemente en cuanto me ve y corre hacia mí para envolverme en un sofocante abrazo para luego, apretar mis mejillas.

— Catherine — me llama por mi nombre completo — ¡Cuánto has crecido!

Luego de varios intentos para deshacerme de ella, logro acercarme a saludar a mi tío y a mi primo Thomas.

— ¡Tío Tod! — digo lanzándome a sus brazos.

Me devuelve el abrazo mientras ríe. A continuación revuelvo el pelo de Tommy con cariño.

Mis abuelos maternos llegan más tarde, además de más familiares a los que apenas veo durante el año. En cuanto estamos todos, nos sentamos en la gran mesa del comedor y comenzamos con la comida.

            Como siempre estoy llena cuando todavía estamos por los entrantes. Aún quedan dos horas para las doce. Entonces encenderemos la televisión para ver las campanadas y daremos la bienvenida al nuevo año. Tiempo suficiente para hartarme de la habitual discusión sobre política entre el tío Tod y el abuelo Anthony, y para enterarme de todos los cotilleos del pueblo a través de mi tía Maggie (Todo gracias a su posición de peluquera).

Todos los presentes están en una conversación. Todos menos yo, claro.

No es que me caigan mal ni que me esté aburriendo (que también) sino que sencillamente no va conmigo. Soy de las que prefiere contar las líneas del techo a entablar una conversación decente.

— ¡Catherine! — Tía Maggie me llama con voz estridente — ¡Alegra esa cara, que es fin de año!

Le dedico una sonrisa falsa que la contenta.

— ¿Sabes? — continua — hace una semana se mudaron los Frank al pueblo. Hablé con la señora Frank en la peluquería, ¿sabes? Hablamos mucho y me contó que tiene un hijo muy guapo. — me guiña un ojo.

Lo que me faltaba.  Sigo escuchándola hablar de lo bueno que es el hijo de los Frank hasta que consigo escabullirme a por un poco de aire fresco.

En cuanto abro la puerta que da a la terraza el aire frío de Bagley, Minnesota, me golpea en la cara. Estoy en un pequeño patio en la parte delantera de la casa. Al estar apartada de todo no hay más que terreno y terreno cubierto de blanco, espolvoreado de vez en cuando por algunos conjuntos de árboles.

En el interior, la fiesta está en pleno apogeo. Puedo escuchar sus voces desde aquí fuera y a través del cristal de la puerta puedo ver que ya han encendido la tele. Me entretengo mirando a Tommy bailar con el abuelo. Será un niño de seis años pero se mueve mejor que yo. Mientras el abuelo empieza a moverse más rápido poniendo a prueba su espalda, dan las once y media.

La puerta se abre detrás de mí y una mujer menuda de cabello rubio y ojos verdes (estaba claro que mis ojos azules al igual que mi pelo castaño los heredé de mi padre) se asoma por la puerta.

— Cath, cariño, te llaman por el móvil. — dice mi madre tendiéndome el modelo de color rojo.

Lo cojo y miro la pantalla que parpadea avisando de la entrada de un mensaje.

De Elizabeth:

¡Cath! Tienes que venir a la fiesta, ¡ahora! Me aburro sin ti.

Inmediatamente respondo el mensaje de la que es mi mejor amiga.

No puedo. Estoy en una comida familiar




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