“Aquella vez cuando, inconscientemente, era advertida del inminente peligro, no tomé la decisión acertada hasta que en este instante me encuentro con la soga al cuello”
Catherine Halm
15 de enero de 2016
El bosque en invierno da la impresión de ser un lugar solitario, un escenario perfecto para grabar una película de terror. Con el suelo cubierto de un blanco impoluto y las coníferas ofreciendo un gran contraste con el paisaje. Pero la verdad es que un bosque nunca es el lugar solitario que aparenta ser.
De hecho, en este instante, todos los pequeños y grandes habitantes de los alrededores se encuentran bien ocultos, al menos todos los que son capaces de pasar desapercibidos en el solitario y tétrico paisaje.
Los grandes desafortunados en el inmenso bosque son los alces. Enormes mamíferos de cuatro patas que sólo tienen como defensa unas poderosas astas y una no tan agraciada velocidad y, en este momento, son vulnerables. Completamente distraídos bebiendo en las frías aguas del río, de espaldas a la protección de la arboleda.
Los depredadores avanzan rápidamente y en silencio dejando como única evidencia huellas de patas en la nieve. Con las orejas al frente y atentos a cualquier imprevisto, ya que últimamente las presas han escaseado. Por tanto necesitan que salga bien.
Cuatro lobos famélicos ocultos tras las hojas de las coníferas. Tres machos y una hembra con ojos relucientes y hambrientos. Y luego todo avanza en cámara lenta, los depredadores hacen su movimiento, perfectamente sincronizados atacan a su presa.
Los alcen se mueven con toda la gracilidad de la que son capaces, pero el objetivo ya ha sido previamente fijado, un macho joven con una ligera pero notable cojera. Éste tropieza ligeramente en la orilla del río y esa es su perdición.
Los cuatro lobos, que a pesar de estar en los huesos tienen unas dimensiones considerables, se lanzan sobre el cuello del animal. La primera en hacerlo es la hembra de pelaje blanco. Con un brillo de rabia en sus ojos dorados clava sus dientes sobre la piel aferrándose a ella como el hambre le indica. Los otros tres lobos son más precavidos y cautelosos pero al fin y al cabo sus estómagos llevan vacíos demasiado tiempo por lo que terminan imitando a su compañera. Tal vez es ese desenfrenado deseo por la sangre lo que los lleva a cometer el error.
El joven alce se sacude moviendo peligrosamente su cornamenta hasta que uno de los lobos, el más grande, cae al suelo. En esa milésima de segundo ambos se desafían con la mirada, las pupilas negras del alce y la mirada esmeralda del lobo. Y el alce no pierde el tiempo. Carga contra el indefenso lobo aún con los demás sobre él, con el lomo cubierto de regueros de sangre abundante.
Las astas impactan contra el costado del lobo al mismo tiempo en el que la loba blanca alcanza la yugular. El pesado animal cae al suelo, sin vida, mientras el lobo de ojos esmeralda se retuerce en el suelo. Sus ojos profundos y plagados de significado me miran y, entonces, aúlla.
⋆ᗬ⋆
Todo el cuerpo me tiembla, incluso mi voz sigue vacilante. Ya han pasado tres horas desde la pesadilla con los lobos y aún así sigo alterada. No recuerdo jamás haberme levantado de madrugada por un mal sueño, ni siquiera de pequeña o cuando veo las películas de terror con Beth.
Todo se sentía real. El frío del bosque, el sonido de los colmillos al desgarrar la carne y el escalofrío que recorrió mi columna cuando el lobo me miró. Maldigo la razón por la cual mi mente quiso reproducir tal escena.
El autobús me deja de nuevo a unas calles del instituto, obligándome a despejarme y a dejar de pensar en el mal trago de anoche. Cuando piso terreno escolar, Alec ya me está esperando justo en la entrada, donde hemos quedado desde que empezaron las clases. Avanzamos los dos juntos por el pasillo mientras la gente nos mira y susurra.
— ¿Por qué nos miran tanto? — murmuro.
— Porque eres la chica que ha desafiado a Nate Walker, nada menos — me replica en el mismo tono.
— ¿Te refieres al imbécil de ayer? — frunzo el ceño — ¿Cómo se ha convertido en un cotilleo mi pelea con el nuevo?
Llegamos a la puerta del aula de Literatura y entramos bajo la mirada de nuestros compañeros, que no apartan su atención de nosotros hasta que llegamos a la última fila.
— Aquí será el chico nuevo, Cath, pero la gente lo conoce. — continua hablando — no es trigo limpio. Al parecer ya lo han echado de varios institutos, iba conmigo a la Nova Classical Academy. No duró ni tres meses.
Asiento con la cabeza procesando la información y dirijo toda mi atención a la pizarra ya escrita.
⋆ᗬ⋆
Cuatro horas y media más tarde me encuentro sentada en las gradas del pabellón entre una larga fila de aficionadas a los jugadores de baloncesto de nuestro instituto. Juro que jamás había estado en una situación tan incómoda y que Alec tendrá que pagar por esto.