Deshielo

Capítulo 6

La asfixia debe de ser un modo horrible de dejar el mundo. Eso fue justo lo que pensé antes de que mi salvador apareciera. Justo antes de que supiera que el mismo que me salvó la vida podría quitármela con la misma despiadada resolución”

Catherine Halm

 

19 de enero de 2016

Al observar a mí alrededor, lo único que veo es humo. El crepitar de las llamas inunda la habitación haciendo que en mi cabeza se active una alarma. Aún debatiéndome entre el sueño y la realidad me levanto con torpeza de la cama, arrancando las sábanas y todo lo que hay sobre el colchón.

Miles de preguntas acuden a mi cabeza haciendo que entre en un estado de confusión, pero no puedo permitírmelo ahora. No cuando por la ventana se puede ver perfectamente como el fuego lame las paredes de la casa.

En el momento en el que miro al mar de llamas, la puerta de la habitación cae.

Entre la gran cantidad de humo que entra rápidamente logro distinguir una figura. Al mismo tiempo en el que el desconocido irrumpe en la habitación, lo hace el fuego.

El hombre camina sobre las llamas aparentemente sin dolor alguno, lo que hace que me plantee si de verdad he despertado.

—¡Catherine! — grita sobre el crepitar de las llamas.

Sus ojos verdes destacan en el brillo dorado de mi habitación. En un par de zancadas está a mi lado con su habitual expresión fría, tendiéndome la mano.

—J — confirmo.

Él ladea la cabeza como si se debatiera entre dos opciones; y guiándome por su falta de emociones ninguna de las dos debía ser buena. Sin embargo, ahora mismo, no estoy en posición ni situación de elegir.

—Nos vamos — dice con cierta dificultad.

Y es entonces cuando recuerdo dónde estamos y la urgencia de escapar del mar de fuego se hace presente.

Como si Jeremy me leyera el pensamiento avanza rápidamente hacia la ventana, abriéndola de golpe. Al mismo tiempo se escucha el crujir de la casa temblando, a punto de derrumbarse.

—Salta — alza la voz.

A pesar de la situación me lo pienso, ya que nos encontramos en un segundo piso.

A mi izquierda veo a J poner los ojos en blanco para luego agarrarme de la cintura y alzarme. Ante la altura, me sujeto de sus hombros cerrando los ojos.

Apenas un segundo más tarde siento el movimiento, como caemos y aterrizamos a salvo en el suelo, todo ello sin abrir los ojos. Sus manos dejan de tocar mi cintura de forma abrupta haciendo que me tambalee y mire a mi alrededor. Intento acostumbrarme al exceso de luz que provoca el fuego inundando completamente mi hogar.

El mar de llamas avanza, destrozando todos los recuerdos que mi madre y yo habíamos construido.

Siento como mi corazón estalla en mi pecho cuando las paredes ceden y la casa, entre un gran estruendo, se derrumba. Mi cuerpo se mueve de forma involuntaria, siguiendo a J, internándonos en el bosque y abandonando el armazón de escombros.

Llevamos casi veinte minutos caminando y mis piernas empiezan a ceder debido al esfuerzo a las que están sometidas después de tanto tiempo intentando abrirse paso a través de la espesa nieve. Estamos en el bosque, no muy adentro porque puedo escuchar los coches en la carretera.

Sólo escucharlos porque es de noche y no logro ver nada más allá de la espalda de Jeremy, que camina dos pasos por delante de mí.

Desde que vimos como lo que una vez fue mi hogar se derrumbaba no me ha dirigido la palabra. De hecho me ha estado ignorando como si él no hubiese sido el que apareció entre las llamas como si nada, salvando mi vida.

Y es ahora cuando recuerdo que mamá está haciendo turno en el hospital y que no llegará hasta la mañana. Mi primer instinto es llevarme la mano al bolsillo buscando mi móvil pero me doy cuenta de que éste se ha quedado en la pila de escombros junto con el resto de mis cosas.

—Jeremy

Recibo un gruñido por respuesta, dándome a entender que me está escuchando.

—Necesito decírselo a mi madre. Es urgente — añado para llamar su atención

Se para tan de improvisto que casi choco con él. Me mira por encima del hombro, sin girarse, y hace un gesto con su mano que sostiene un móvil.

—  Toma

Su mirada esmeralda me abruma tanto que tardo muchísimo en reaccionar. Cuando lo hago, desvío mi vista y cojo el móvil para luego marcar el número de mi madre.

Cuarenta y cinco minutos más tarde, la llamada termina con la promesa de mi madre histérica de que llegará a casa en poco tiempo.

—Tengo que irme — digo — mi madre ya viene hacia aquí.




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