Deshielo

Capítulo 11

Capítulo 11

C

Esos instantes en el que la verdad se torna mentira y la mentira en realidad”

Catherine Halm

 

23 de enero de 2016

 

            Mi cabeza choca contra el frío y duro camino de piedras de la casa de Beth. Ante el golpe, la vista se me desenfoca, convirtiendo el paisaje en borrones de colores pastel, verde y blanco.

Me decido a seguir caminando pero mi cuerpo no responde, está cansado y débil, por lo que intento llamar a los habitantes de la casa. Un inaudible gemido es producido por mis cuerdas vocales pero no es suficiente para alertar a nadie.

            Hace frío, mucho frío. La única fuente de calor son los borbotones de sangre que brotan de la herida de mi hombro. La posibilidad de la muerte está cada vez más cerca, ya sea por desangrarme o por congelación. Pero no soy una persona conformista así que ayudándome del brazo sano me arrastro en dirección al coche de mamá aguantando las punzadas de dolor que provoca el movimiento en mi herida.

            No sé cómo pero consigo llegar junto al vehículo y con las pocas fuerzas que me quedan, alargo el brazo tocando la carrocería y activando la alarma.

⋆ᗬ⋆

Las luces fluorescentes atacan a mi vista cuando logro abrir apenas una rendija los párpados. Vuelvo a mirar pestañeando para acostumbrarme a la dañina luz y descubro un cuarto de hospital. Aunque ya casi podría haberlo adivinado sin mi sentido de la vista, gracias a su olor característico a enfermedad, medicamentos y guantes de látex.

La habitación está casi vacía, cuenta con un sillón con tapicería de color amarillo, mi cama y otra puerta que seguramente conduzca al baño. Me reviso el cuerpo ahora cubierto por una fina bata de hospital y multitud de vendajes.

Aún no puedo creerme del todo lo que pasó en el exterior de la casa de J. Parece que mi cerebro se niega a analizarlo del todo porque la perspectiva de que todas esas historias fantásticas tengan algo de verdad no es algo agradable. Es aterrador.

Tres lobos me han intentado atacar en los últimos días.

El primero, el lobo negro en la casa de Dylan y los dos últimos son los lobos blancos en la casa de J.

 Normalmente si te encuentras con un lobo solitario o una manada el ataque sería algo casi previsible porque de algo tienen que alimentarse. Pero estoy segura de que no me veían como una fuente de alimento.

Me miraban con odio, como si yo les hubiera causado algún mal a pesar de estar segura de que no fuera así.

Lo peor de todo es el parecido del gran lobo blanco con J. Si esto no fuera el mundo real y viviera en un cuento de hadas podría asegurar con total seguridad que el animal y Jeremy tenían la misma tonalidad de ojos y prácticamente la misma expresión.

Pero ni estamos en el País de las Maravillas ni existen todas las criaturas mitológicas que habitan en dichos cuentos de hadas. Y, desgraciadamente, esto es el planeta Tierra.

Mis pensamientos quedan interrumpidos cuando una cabellera rubia entra en la habitación. Sus ojos me buscan y al encontrarme en mis cinco sentidos se abalanza con extremo cuidado sobre mí.

— Cath, estás despierta. — susurra contra mi cuello entre sollozos.

Torpemente la envuelvo con mis brazos intentando no desconectar ninguna de las vías sujetas a mí.

— Mamá.

Su llanto aumenta al escucharme, lo que hace que me encoja en mi lugar arrepentida por hacerle pasar por esto.

Cuando consigue retener las lágrimas, me mira con los ojos vidriosos y hace la pregunta que me esperaba.

— ¿Qué demonios pasó Catherine?

Mi cerebro trabaja a toda velocidad mientras intento elaborar una respuesta, pero la creatividad se ha ido, al igual que mi capacidad de emitir una palabra.

Mi madre, al ver que no le respondo, vuelve a abrazarme si cabe con más fuerza. Y es así, entre los brazos protectores de mi madre, cuando rompo en lágrimas y me quedo dormida en el momento en el que todo el peso de las últimas horas me cae encima.

⋆ᗬ⋆

24 de enero de 2016

 

Después de un sueño reparador en el que pude descansar por primera vez en días, me sentía casi completamente recuperada. Esta vez no hubo pesadillas ni lobos de ojos cristalinos, sólo calma en la oscuridad.




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