Capítulo 12
C
“Las palabras eran susurradas como si fuese delito pronunciarlas y yo las escuché con deleite, acto que provocó mi propia condena”
Catherine Halm
24 de enero de 2016
Miro la mano que me tiende J con recelo y curiosidad a la vez. Aún sigo con esa lucha interna entre si debería o no confiar en él. Probablemente la respuesta sea negativa pero mi idiotez y cabezonería no pararán de intentar encontrar todas las soluciones hasta resolver todos los misterios que envuelven a su persona.
Agarro su mano y de inmediato sé que me arrepentiré más tarde. Pero ni tengo ganas de pensar ni tampoco tengo ganas de pelear con J.
Nos encontramos en las afueras del hospital, en la parte trasera concretamente. A lo lejos ya se ve el bosque, con los árboles agitándose débilmente a causa del viento.
Caminamos y recorremos un pequeño sendero a través del bosque, el cual se encuentra en su mayoría oculto a causa de la maleza o de sus propios habitantes.
Ambos avanzamos en un silencio que es claramente incómodo, al menos para mí. Y tampoco ayuda el hecho de que su mano se encuentre fría contra la mía, indiferente diría. Como si sujetase una cometa con la clara intención de controlarla pese al impedimento del viento,
Antes de darme cuenta, llegamos a un claro. No es muy grande, es sólo un ínfimo espacio carente de maleza por donde cae un riachuelo, el cual apenas comprende un pequeño hilillo de agua que discurre entre las rocas.
Me siento en una de las piedras y espero a que diga algo. Lo que sea, algo. Porque este silencio me está matando. Me estoy arrepintiendo de haber saltado de esa ventana (o más bien dejarme arrastrar) y haber cogido la mano que me tendía.
No se me podía ocurrir otra cosa que seguir a un chico que apenas conocía a través de un bosque lejos de cualquiera que pueda ayudarme. Y no a cualquier chico, sino a Jeremy Allen, una persona misteriosa y aterradora de la que todos habían intentado advertirme.
Sin embargo había algo en toda esta situación que me atraía. Los misterios siempre habían sido mi debilidad y el nuevo mundo que parecía haber descubierto sólo incrementaba mis ansias de saber más. ¿Existían de verdad todas las historias que cuentan sobre magia y animales fantásticos?, ¿J y sus amigos eran licántropos? Y, ¿cómo es que todo esto era descubierto ahora?
Ahora el que tiene todas las respuestas se encuentra frente a mí, mirándome como si fuese su presa. Con sus ojos verdes intensos clavados en los míos sin mover ningún músculo, inmóvil, esperando para saltar.
Ahora mismo no parece el chico que me ayudó en medio de un incendio ni el chico que me salvo de las fauces de un lobo.
Este Jeremy me aterra.
—Si no vas a hablar tengo que volver al hospital — rompo el silencio — está anocheciendo.
Me sigue mirando como antes pero esta vez suspira y se sienta frente a mí en el suelo con las piernas cruzadas. Una pose bastante despreocupada a pesar de la mirada que me estaba echando.
—Está bien — murmura.
Me mira a los ojos y frota sus manos contra la tela de su pantalón vaquero.
—No sé por dónde empezar. —confiesa— Es demasiado complejo para que lo puedas comprender.
—Es sencillo, —le respondo— comienza desde el principio. ¿Qué eres?
El asiente, al parecer pareciéndole válida la respuesta y comienza a hablar.
Pensé que después de descubrir lo que he descubierto hasta ahora me sentiría incómoda y aterrorizada frente a él, pero ahora mi cuerpo se inclina hacia delante deseoso de conocer la respuesta, como un niño pequeño que alarga la mano hacia un enchufe con la certeza de que el dolor le seguirá al contacto.
—Vale —aclara la garganta— esto es largo. Presta atención porque no voy a repetirlo.
Asiento con la cabeza expresando mi conformidad y atiendo mientras el empieza a relatar.
—Como has descubierto esta mañana existen personas que tienen cualidades especiales. Algunos de los humanos, por así decirlo, somos capaces de transformarnos. —desvía la mirada.
—¿Algo así como hombres lobos? — pregunto dudosa e incrédula por el rumbo que ha tomado la conversación.
J sacude la cabeza claramente frustrado.
—No, no como aparecen en las películas o en los libros. La mayoría de las cosas que están ahí son falsas y lo demás son verdades a medias.
Le observo atentamente. Está visiblemente nervioso. Aún no puedo creer que me esté contando lo que me está contando. Al parecer sí que va a tener algún tipo de enfermedad mental.
—Nosotros nos hacemos llamar Terians. O al menos es así como se nos conoce. Somos una raza distinta aunque tengamos una apariencia humanoide. Nuestros cuerpos son más rápidos, más fuertes y mucho más resistentes que el de un humano promedio. Cada uno de nosotros en el interior de su cuerpo tiene un alma Terian. Ésta es capaz de manifestarse cuando nos transformamos de modo que cada uno tenemos una apariencia humana y una apariencia animal. Yo soy un lobo, al igual que toda mi manada como habrás podido comprobar.