Capítulo 15
C
“Aquellas primeras veces acabaron por ser las últimas”
Catherine Halm
1 de febrero de 2016
Después de que mi moto volviese a estar requisada por otras dos semanas más, tuve que coger el solitario autobús. Desgraciadamente, también me había visto privada del móvil por lo que no tuve contacto ninguno con nadie que no fuera mi madre y no tuve oportunidad alguna para llamar a Beth para que me viniera a buscar. Mi amiga estuvo los días después de mi salida del hospital recordándome que hoy sería el día en el que Dylan, su ligue de fin de año, entraría en el instituto. A pesar de que yo sólo apostaba que durarían menos de una semana, ya llevan más de un mes. Debería darle un premio al pobre chico por aguantar a mi amiga.
Y, bueno, es así como nos encontramos ahora. Con Alec y yo soportando el excesivo dulce que emana de mi amiga cuando nos presenta al chico.
—Hola, soy Dylan Harris —se presenta— creo que nos conocemos de alguna otra ocasión.
—Cath, y éste es Alec —digo señalándolo— nos hemos visto en la última fiesta.
Él asiente, probablemente haciendo memoria. La siguiente media hora la pasamos en la cafetería manteniendo una conversación bastante agradable entre los cuatro, hecho que hace que el nuevo compañero de Beth me guste cada vez más. Parece un buen chico en mi opinión. También Alec pasó a pensar lo mismo cuando Dylan anunció su fanatismo por el baloncesto.
Sin darnos cuenta el timbre suena avisando de que debemos volver a clases, interrumpiendo la charla que mantenían Alec y Dylan sobre el partido que iba a celebrarse este sábado. “Los SnapDragons” de Bagley contra los BlackWolves, un instituto rival que siempre nos había ganado en encuentros anteriores. Sólo espero que el rubio consiga ganarles en el primer partido de la temporada.
Alec y yo nos levantamos de la mesa que estábamos ocupando y caminamos hacia la salida del comedor juntos, ya que ambos tenemos la misma clase ahora.
— ¡Tortolitos!
Me río por el comentario de Beth, quien lleva jodiendo con lo mismo desde el primer día que me vio con el rubio. Alec me pasa una mano por mis hombros y le saca la lengua a nuestra amiga.
— Infantil —le doy un codazo.
Avanzamos por el pasillo aún riéndonos hasta llegar a mi taquilla. Alec es el gracioso del grupo por excelencia y no es que sus chistes sean nada del otro mundo pero les da un inigualable toque personal basado en muecas y voces ridículas que hace que no puedas parar de reír con él.
Estoy tan enfrascada en mi conversación con Alec que no veo al revuelo de pelo negro que camina hacia nosotros. Veo sus ojos de reojo y no me da tiempo de nada cuando estampa a Alec contra la taquilla.
— ¿Qué coño? —grita mi amigo.
J vuelve a golpear a Alec contra las taquillas consiguiendo que éstas se abollen por el golpe. El rubio intenta quitárselo de encima con un puñetazo directo a la mandíbula de J, quien lo esquiva y responde tirándolo al suelo. Cuando el Terian está a punto de lanzarse sobre mi amigo de nuevo coloco mi mano en su hombro y de inmediato me encuentro con sus ojos verdes.
Pero no son los ojos que conozco. No, estos son de un color oscuro que si no fuera por los reflejos verdosos que logran sacar las luces intermitentes del pasillo diría que son completamente negros.
Retrocedo.
Mierda, da miedo
Parece darse cuenta de que me ha asustado porque suelta a Alec con la misma rapidez con la que apareció.
— ¿Tío, qué coño te pasa? —vuelve a repetir el rubio.
J le mira y da la impresión de que va a volver a tirarse sobre él, sin embargo, no lo hace.
Me sobresalto cuando me coge la mano y me atrae hacia él mirando a Alec con una expresión aterradora mientras una sonrisa ladeada aparece en su rostro.
— ¡No la toques! —debe de ser la primera vez que escucho a Alec en un tono de voz tan elevado.
J no le replica, sólo le mira. Ambos se desafían con la mirada aumentando la tensión en el ambiente. Alec se acerca peligrosamente a donde nos encontramos, con los hombros tensos, la cabeza alta y los puños apretados.
— No vuelvas a acercarte a Adel, imbécil—gruñe J
— ¿Me lo vas a impedir tú? —le desafía.
— Alec