Deshielo

Capítulo 17

“Cada vez me adentraba más en el mundo desconocido y perdía mi conexión con el presente más inmediato”

Catherine Halm

 

5 de febrero de 2016

 

Como no conservábamos muchas de nuestras pertenencias, la mudanza apenas duró medio día. La casa en sí no era para nada desagradable, es más, es mucho más acogedora que la anterior. La fachada es de un suave color crema donde destacan los tonos oscuros de la madera en ventanas y en la puerta principal. El interior está plagado de los mismos tonos suaves como verdes, rosas y azules casi transparentes que están complementados por un montón de muebles muy bien colocados. Cada silla y cada cuadro están en un lugar específico e inamovible de la casa ya que ésta es mucho más pequeña pero, a cambio, al estar todo en su lugar, ofrecía una increíble sensación de paz que tanto mi madre como yo necesitábamos.

Nuestro nuevo hogar no estaba muy lejos del pueblo pero aún así esa distancia había hecho que mi madre me devolviera por fin mi amada moto. Creo que el hecho de estar ahora más cerca de su lugar de trabajo y que nuestra nueva casa es extremadamente tranquila y silenciosa ha colaborado en mejorar  el humor de mamá.

Aprovechando de mí nueva libertad había salido esta mañana para sacar unas cuantas fotos del paisaje en pleno deshielo. Ahora mismo me encuentro cerca del Red Lake luego de haber estado conduciendo cuarenta minutos. El sol pega con libertad, calentando el asfalto y haciendo que me dé palmaditas en la espalda por la decisión de salir hoy.

El viento me golpea en la cara y me ofrece esa sensación de libertad de la que había sido privada sin mi moto. Y por ello, al bajar de ella siento una pequeña porción de tristeza que se quita enseguida con el paisaje ante mí. La casi llegada de la primavera ha favorecido al lugar, que muestra una gran tonalidad de blancos manchados de vez en cuando por verdes muy vivos y una variedad inmensa de otros colores. Es un espectáculo en toda regla que hace que casi dé pequeños saltitos en el sitio.

A lo largo de la mañana me dedico a explorar cada rincón del Red Lake y a fotografiar todo lo que está a mi alcance. Las flores coloridas que se extienden hasta donde alcanza la vista y la fauna variopinta son los protagonistas de mis fotografías.

Apenas soy consciente del tiempo y es mi estómago quien con un gruñido me avisa de que ya son más de las cinco de la tarde y mi cuerpo necesita combustible.

Mientras desenrollo el papel donde viene oculto mi bocadillo de jamón voy buscando un sitio donde poder sentarme y, antes de poder hacerlo, mi móvil vibra en el bolsillo de mis vaqueros.

De número desconocido a las 17:19

Catherine, soy Jonas. Necesitamos que te encuentres conmigo y con J. Tenemos información importante sobre el lobo que te atacó. Respóndeme cuanto antes.      

 

⋆ᗬ⋆

 

 

Minutos más tarde, después de haber pagado mi capuchino en la cafetería Greene’s y de haber conducido de vuelta a Bagley, estamos los tres en el BMW de J. Mientras estoy sentada en el asiento del copiloto miro como la ciudad va desapareciendo, siendo sustituida por el bosque. Creo que paso más tiempo entre árboles que en la civilización.

Me giro hacia J. Sus manos agarran el volante y sus ojos estás fijos en la carretera.

— ¿Qué se supone que tenéis que contarme?

Me mira durante un instante y vuelve otra vez su atención a la carretera.

— Hemos descubierto algo en la biblioteca pública. Bueno, ha sido Miles quien lo ha visto. En fin, creemos que tiene algo que ver con el lobo negro que vistes esa noche.

—¿Quién es Miles?

—Otro lobo de la manada, es el más joven — me responde Jonas.

Asiento con la cabeza y el silencio inunda de nuevo el interior del vehículo.

Luego de unos quince minutos de calma incómoda, interrumpida de vez en cuando por Jonas, llegamos a una pequeña casa. La madera que la cubre es vieja pero parece bastante resistente, dándole el típico aspecto de cabaña del bosque acogedora.

Jonas y J bajan y entran en ella. Yo espero un poco en el coche pero al ver que tardan decido seguirles.

No es la mejor idea del mundo porque de inmediato la puerta principal se abre de golpe y una chica rubia con los ojos miel me mira con asco. Espero que lo de que la curiosidad mató al gato no sea cierto.

— Tú — No negaré que su tono despectivo ha hecho que mi sangre comience a hervir.

La miro de arriba a abajo y, entonces, es cuando caigo. Una imagen de una rubia en cierta fiesta de fin de año acude a mi cabeza, una rubia cubierta de pieles tocando el brazo de J para irse de allí. Unos ojos mieles furiosos que me son muy terriblemente familiares y que pertenecen a una Terian que hubiese deseado no volver a ver.

— Cassy.

Ella hace un pequeño ruido y se acerca más a mí. Estamos cara a cara, demasiado cerca para mi gusto.




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