Despertar

Capítulo 3:

   Las clases pasaron una tras otra, algunas con rapidéz, como Matemática, con el loco profesor Javier, y otras lento... ¡Demasiado lento! Como la de la profesora de Ciudadanía y Política que parecía tener un somnifero en su voz. Entre apunte y apunte, y un par de "Más te vale que no estés durmiendo, Scott" de parte de los docentes y alguna risita de parte de sus compañeros, la última hora llegó.

   Y detrás de la habitual cara de frialdad y aburrimiento, en sus ojos bullía impaciencia y emoción, de las cinco cosas que uno podía contar, que a Scott lo movían, esta Química, y no por el módulo más cercano fin del horario escolar, era su materia favorita.

   Sacó el cuaderno correspondiente, y afiló su lápiz, colocó todos los utiles que necesitaría en la mesa y esperó la llegada del profesor que impartía la materia, con ojos brillantes.

   No tuvo que esperar mucho, para su suerte, pero no se podía decir lo mismo de sus compañeros. Pronto este entró al aula, con paso lento y pesado, acompañado por el sonido de un bastón de roble contra el suelo, vestido con un traje marrón oscuro bien planchado, mientras sonreía pacíficamente, marcando aún más las arrugas de su rostro.

   --Hoy... --todos permanecieron en silencio, ni una mosca se atrevió a volar en su imponente presencia--. Veremos tema nuevo...

   Su voz seria y rasposa, obligaba a la mayoría a callar y escuchar con atención, o en el peor de los casos a dormir sobre el banco, pero había que ser suicida, para hacerlo en presencia de este señor.

   El lápiz recién afilado, pronto perdió su punta, las hojas, se llenaron de formulas y garabatos graciosos, la caligrafía de Scott. Él anotaba cada cosa que el docente decía y anotaba en el pizarrón con tiza blanca. No quería perderse ni un detalle, o estaría perdido, por muy bien que el profe explicara, con lo distraído que era él.

   Un rato más tarde, la pizarra estaba llena de ejercicios para que los alumnos resolvieran.

   Los ejercicios teóricos le dieron dolor de cabeza a Scott con solo mirarlos, los prácticos, aplicando teoría, casi le hacen echar humo por las orejas, mientras que solo los prácticos, eran un suspiro.

   Él era distraído y soñador a la fuerza, los largos textos y explicaciones solo potenciaban su problema, mientras que la parte práctica, lo absorvía y entretenía, no es que lo hiciera todo bien, pero al menos podía hacerlo, una vez que agarraba mano. La mayoría de los profesores se daban por vencidos y se conformaban con compararlo con los demás, por falta de tiempo y cerebro, todos los años pasaba, pero todos los años,a fin de año aprobara las materias sin llegar a mesa de exámen, y terminaba callándoles la boca a todos ellos.

   --Tranquilo --se dijo a si mismo, simulando calma--. Tú puedes hacerlo.

   

   "--Claro que puedes --le dijo una voz."

 

    Cuando la buscó, no encontró de donde venía.

   --¿Becca? --dijo casi automáticamente.

   Ella alzó la vista de su hoja, con ojos llorosos y cara de sufrimiento.

   --¿Pasa algo? --preguntó ella.

   Scott negó con la cabeza, y le mostró el pulgar en alto.

   --Eres un dulce, Scott --y volvió a sus ejercicios.

   Entonces ¿Quién había sido?

   --Cuando estén los ejercicios, traiganlos --dijo el profesor.

   El chico frotó sus ojos y tironeó sus orejas.

   ¡Concéntrate! Se dijo ¡Despierta!

   Realizó los ejercicios que pudo, y sin hacer ruido, camino hacía el escritorio del profesor.

   El profesor Meyer, recibió su hoja encantando, empezó a corregir con dos marcadores en su mano, rojo y verde. A diestra y siniestra, marcó el trabajo de Scott, leyendo con atención, asintiendo o negando cada tanto, marcando, pero nunca tachando.

   --En la teoría no te ha ido muy bien --le mostró el trabajo ya corregido--. Aunque pudiste aplicarlo casi a la perfección en la práctica, te equivocaste en algunos valores, mira --le señaló con calma las marcas rojas y verdes que él mismo colocó, mostrándole los errores, con paciencia--. Errores de cálculo, nada más --dejó los marcadores a un lado--. El resto esta bien.

   Scott se descepcionó un poco al ver tanto rojo en su trabajo, y casi nada verde, tomó la hoja casi con desgano.

   --Sigue esforzándote, vienes muy bien- el profesor le felicitó- Recuerda que es un tema nuevo y es normal no hacerlo bien a la primera --el viejo sonrió levemente--. Cualquier duda puedes consultar las veces que haga falta, estás aquí para aprender, puedes volver a tu asiento.

   El hombre lo conocía desde hacía tres años o más, sabía el esfuerzo que Scott ponía para comprender y mejorar en clase.

   Un poco más contento, regresó a su asiento, y apuntó las correcciones.

   --Scott --lo llamó Becca, muy por lo bajo--. ¿Me ayudas, por favor? --rogó.

   Los últimos cuarenta minutos, se la pasó ayudando a Rebecca, la cual tenía muy serios problemas con esta materia, incluso tuvo tiempo de corregir sus propios errores de comprención.

   El timbre sonó, dando por terminado el casi eterno día escolar de Scott, y marcando el comienzo del infierno para el próximo grupo.

   Juntó sus cosas sin cuidado ni apuro, pronto se unió al grupo de estudiantes desesperados por salir de la "cárcel", mientras su compañera de clase, que iba aferrada a su brazo intentando no ser arrastrada por la multitud.

   Ya en la puerta de reja verde, recordó a Lila, si la volvía a olvidar ella lo mataría, seguramente. Resoplando, se sentó en un costado de la escalera, a esperar a su hermana, apoyandosé en la baranda.

   --¿Esperas a Lila? --preguntó Becca, acomodando su mochila.

   Scott asintió desde su improvisado asiento.

   --¿Te gustaría que te haga compañía un rato? --dio nerviosa.

   --Lila sale en una hora --dijo él, señalando a sus espadas--. Y tú tienes baile los lunes --sacudió la cabeza-- Si te quedas conmigo llegarás tarde, no te gusta llegar tarde.




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