Esa hora con cuarenta minutos, fue de los momentos más aburridos e incómodos de su vida, entre la profesora preguntándole los conceptos, sus vergonzosos llamados de atención sin sentido, sus compañeros observando cada metida de pata que se le escapaba. El timbre del recreo fue como una música celestial ¡El fin de esa materia infernal!
Una vez se hubo marchado la profesora, el curso entero respiró tranquilo.
--Odio a esa mujer --murmuró Scott.
--No eres el único --le dijo Rebecca desde su banco, con muy mala cara-- Preferiría cinco horas de clases con Meyer de malhumor.
--Yo no me quejaría de ello.
--Tú amas Química --lloriqueó ella--. Al menos el profesor de Química quiere enseñarnos algo ¡Esa bruja solo disfruta humillar!
Intercambiaron un par de palabras más, hasta que tocó el timbre.
Scott se lamentó en silencio.
--¿Pasa algo, Scot? --preguntó Rebecca.
Él suspiró, mientras tiraba su billetera en un rincón lejano de la mochila con frustración.
--No tengo nada --señaló su mochila.
--Rayos --dijo Becca--. ¿Qué quieres comprar?
--Café --Scott frotó sus ojos adormilado.
--Si quieres te presto --dijo ella--. ¡Tengo algo extra para el colectivo!
Él negó lentamente, y le sonrió de manera muy breve, haciendo a sonrojar a la chica.
--Buscaré a Lila --se levantó de su silla--. Gracias igualmente, Becca
Y salió del aula un rato más tarde, rumbo al aula de cuarto año de la secundaria. Escaleras arriba, en la siguiente planta, por el pasillo de la derecha, la tercera puerta de chapa mal pintada, allí estaba la clase de Lila.
Con suerte, su hermana le daría el dinero suficiente para comprarse un café bien amargo en el kiosco del colegio ¡Y con un poco de suerte, se despertaría algo!
Ni siquiera tuvo que entrar en el aula, para su suerte, apenas piso la primera planta, Lila salía de su clase, con unas amigas suyas, dándole la espalda a Scott. Él se acercó a ellas con sus pasos largos.
--¡Lila! --llamó, alzando un poco la voz.
El tiempo frente a sus ojos se congeló.
Su mente, muy brevemente, se apagó, pero ese momento, fue suficiente.
--Auch --se paró en su lugar, sosteniéndose
cabeza.
--¿Estás bien, Scott? --preguntó con preocupación Lila--. ¡Ten cuidado por donde andas, idiota!- retó ella
--Yo...- trató de contestar Scott.
--Tú no, idiota --golpeó la espalda de un compañero de clase, que cargaba con una maqueta de madera--. Este idiota ¡Puedes lastimar a alguien, Nahuél! ¡Incluso a tí mismo!
--Lo siento, no los vi --se disculpó el chico ¡El pobre se había distraído mirando a Lila! Y ella lo había notado para colmo--. ¿Está bien tu hermano? --la mirada de Lila lo espantó
--¿Te duele la nuca?- Lila ignoró al chico.
Scott tocó su propia nuca aturdido ¿Qué había sido eso?
Abrumado, dio un paso atrás, y otro más.
--Estoy... Mejor --su garganta se sentía rasposa y seca- No... No te preocupes...
--Scott ¿Qué...?
Lila, el chico Nahuél, los que lo rodeaban lo obsevaban, preocupados, asustados, molestos. Sentía cada una de sus miradas en él, sus voces hablándole a él o entre ellos mismos, la incomodidad lo inundaba de pies a cabeza.
--Voy... Voy a mi aula ¡Nos vemos!
Y salió corriendo, sin siquiera frenar en las escaleras, rápidamente llegó a su aula, con la cabeza más hecha un lío que de costumbre.