Despertar

Capítulo 21:

    Los días que se quedó en su hogar, no podía ni poner un pie en la puerta de salida.

 

   --¡Quieto ahí!

 

   --Pero, yo…

 

   --¡Nada de gimnasio hasta que estén los resultados de los estudios! ¡Adentro!

 

   --Mamá...

 

   --¡Nada de “mamá”! Haz ejercicio en casa y listo ¡Adentro!

   

   O asomar su cabeza por la ventana, siquiera tenerla abierta.

 

   --¡Scott, cariño! --se escuchaba desde un rincón lejano de la casa.

 

   --¿Qué ocurre, ma?

 

   --¡Ventanas cerradas! ¡Recuerda que habrá viento frío estos días!

 

   --Pero mi habitación está muy encerrada.

 

   --Ella no es claustrofóbica, cierra la ventana.

 

   --Pero quiero aire...

 

   --Abrigáte y sal afuera.

 

   --Pero no me dejas salir.

 

   --Entonces no hay nada más que decir, cierra la ventana o me conocerás.

 

   Su madre era algo… Sobreprotectora.

   

   ¡Pero bueno! No había de otra, después de todo, era la casa de ella y sus reglas.

   

   Scott lamentó de corazón no poder salir a correr ni ir al club a nadar un rato ¡Era lo que más necesitaba en ese momento! Quería despejar su mente y concentrarse en una dolencia más normal como un dolor de pies o de espalda, no ver como su hermana sufría en clases de Educación Física, o que su madre lo llevara a su trabajo como si fuera un niño pequeño para evitar que se escapara al gimnasio más cercano, al menos hasta que llegaran los resultados de los análisis.

 

   --¡Miren quien llegó, el rarito de Scott!

 

   Scott respiró y siguió hacía su curso, evitando la mirada de sus compañeros y los profesores, estaba vestido con esa ropa nueva que tanto odiaba, ropa “normal”, y resaltaba aún más que antes.

 

   ¡Vaya mala suerte! Pensó mientras caminaba con la cabeza baja por el pasillo.

 

   No es que sus compañeros lo molestaran seguido ¡Es más, la mayoría no notaba su presencia! Pero cuando el humor de Scott se encontraba al borde del colapso, ahí lo notaban.  

 

   --¡Oye! ¡Ten cuidado!

 

   Nervioso como estaba, no miró hacía atrás y siguió su camino.

 

   --¿Qué le pasa a tu compañero?

 

   --No sé, ni me importa.

 

   --Recién le renegaste, yo creo que un poco sí.

 

   --¡Cállate, Tyler!

 

   --Lo que tu digas, Tylson.

 

   El último trayecto casi lo corrió, debía ir a la cancha otra vez.

 

   --¡Buen día, pequeño atléta!

 

   --Hola, profesora Rochester --saludó con la respiración acelerada por la carrera--. ¿Llegué muy tarde? --preguntó alarmado.

  

   Ella negó con la cabeza, a la vez que sonreía amable.

 

   --Solo diez minutos --dijo la profesora--. Pero no hay problema.

 

   --¿Enserio? 

 

   --Siempre eres puntual, por una vez que llegues tarde no lo anunciaré al mundo. Además --lo miró preocupada--. Tu madre llamó, dijo que no tienes permiso de realizar actividad física.

 

   --¿Qué? Pero el doctor dijo…

 

   --Tu madre, es tu madre --respondió, chasqueando la legua contra el paladar--. Y da bastante miedo enojada, ni tú ni yo queremos tener una discusión con esa amable mujer, esperaremos a que lleguen los resultados de los estudios y no creo que haya problema alguno.

 

   Suspiró con tristeza, estaba condenado a llamar la atención ¿No?

 

   --Entonces ¿Qué puedo hacer? --preguntó, un poco amargado--. Ya estoy aquí.

 

   --Puedes… ¡Ya sé! --la profesora se veía mucho más emocionada que él--. ¿Recuerdas la Jornada de Salud Mental?

 

   --Si.

 

   --Practíca un poco de yoga --Scott la miró horrorizado, a lo que ella rió--. Tranquilo, sino puedes hacer un poco de meditación.

 

   Scott sintió ganas de llorar, resignado fue a sentarse en el pasto a la sombra de un roble, con las piernas en forma de mariposa, pose de relajación, y fingió practicarla ¡Él quería correr!

 

   Se dedicó a observar el extraño comportamiento humano de parte de sus compañeros. Dos chicas había escapado del punto de mira de la profesora, y se encontraban charlando a un costado de las gradas. El chico nuevo, y “popular”, presumía sus músculos y logros, mientras sus fieles secuaces continuaban sus burradas. Rebecca estaba a gritos pelados, intentando separar a un par de chicos, que estaban moliendosé a golpes ¡Cuando no ese par! Autin y Jack, ambos enamorados perdidamente de ella. Una silueta conocida llamó su atención, el chico, Tylson, corría alrededor de la cancha junto a un chico idéntico a él.

 

   --No sabía que él tenía una copiab --dijo a la nada, aburrido.

 

   Todos ellos, parecían tan alegres y cálidos, a su extraña manera, mientras Scott, se sentía un poco solo, aislado de todos en aquel rincón, incluso la profesora Rochester estaba conversando con ellos.

 

  ¿De verdad pertenezco a este lugar? Pensó él.

 

   No se sentía triste por preguntarse aquello, era más como ver un hecho que antes no tenía presente.

 

   Un muy pequeño “Miau” lo sacó de su ensoñación, miró a un costado, allí un gatito lo observaba curioso.

 

   --¿Cómo...? --no había nadie mirándolo--. ¿Cómo entraste aquí, pequeño? --en sus ojos brillaba la curiosidad de un niño.

 

    Para sorpresa de Scott, el animal casi corrió hacía él, y se acostó en su regazo, como si lo conociera de toda la vida. Un poco dudando, posó su mano en la cabecita del gato, el cual comenzó a ronronear casi de inmediato.

 




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