Despertar del Destino

Prólogo

Remolino de la Estirge

En un tiempo pasado…

Era una luminosa noche de Baeltum. La isla del Remolino de la Estirge solamente asomaba en los momentos de mayor tempestad de las aguas, esto sucedía dos veces al año, y duraba aproximadamente tres días y tres noches. El primer día, la estirge salía de su cueva para alimentarse, y luego dormía un sueño imperturbable. Muy pocos en tierra firme conocían los movimientos de aquel remoto lugar, pero los seres del agua estaban al tanto de todo lo que allí pasaba, aunque nadie lo supiera.

Esa noche no fue igual a las demás, un acontecimiento importante tuvo lugar. La primera aparición la hizo una enorme ave negra, similar a un cuervo, pero de dimensiones descomunales; sobrevoló la isla en círculos unos minutos y al descender y tocar el piso, tornó su forma a la de una mujer, de entallado vestido negro y largo cabello como el fuego. Se quedó en la parte más alta, donde la roca formaba una especie de plataforma.

Momentos más tarde, otros seres empezaron a llegar a través de un portal: un vampiro, un humano con un “familiar” a sus espaldas, y también una súcubo. Por último, desde el cielo, arribó un gran dragón gris oscuro, cargando varios personajes siniestros.

El primero en hablar fue el dragón, quien, al descender, había tomado forma humana, dejando caer a todos los que traía sobre sus lomos.

— ¿Qué es tan importante para haber tenido que cargar a estos? — Inquirió a la pelirroja de forma prepotente, señalando a los hombres que habían llegado con él.

Los dragones tenían fama de ser temperamentales, y este, particularmente, lo era. Sus ojos oscuros brillaban iracundos y la postura de su cuerpo grande y fornido lo confirmaba.

— Tranquilízate, Rudio — habló la mujer con voz suave pero firme. — Les dije que los convocaría cuando empezaran las señales, pues han comenzado — explicó señalando las estrellas.

Las hadas habían pronunciado una profecía, en la cual se afirmaba que siete nacidos en Aastarni abrirían los portales a Ghina y florecería un tiempo de paz entre las especies. Pero, aunque a muchos les parecía algo bueno, no todos pensaban así. Especialmente los aquí reunidos.

— ¿Significa que ya hay quien abra los portales? — Exclamó un humano con ostentosas vestiduras; llevaba en su cabeza una corona, lo que delataba su real procedencia.

— Creemos que ya algunos han de estar preparados, aunque no todos — abriendo un rollo de papiro, lo mostró a los presentes. Era un mapa del cielo: — Estas dos estrellas aparecieron en los tiempos de la matanza — explicó señalando el dibujo y también el lugar en el firmamento en donde aparecían las mencionadas luminarias, — y continúan allí, por lo que podemos deducir que desde esa época alguno haya sobrevivido, pero ahora han emergido dos más, esto quiere decir que otros pueden estar por nacer o en la tierna infancia, hay que prestar mucha atención a los nacimientos el día de Aastarni.

— ¿Alguien más tiene este mapa del cielo? — Intervino Iloa, la súcubo, bella y morena, de ojos como zafiros. Sus suaves movimientos cautivaban a los presentes, aun cuando llevaban protecciones mágicas contra sus atributos.

— Los guardianes deben tenerlo — habló el damoni que se encontraba allí como el familiar de aquel humano que, hasta el momento, solamente contemplaba la situación.

— ¡Calla, Gortum! — Le espetó levantando una mano, haciéndolo morderse los labios hasta sangrar, seguramente tenían un pacto de servidumbre, por lo cual el damoni, que habría salido de Ghina gracias a él, no podía defenderse de su amo.

— Nadie lo tiene, al menos no completo, este es el único ejemplar — hizo silencio un momento, ya que el torbellino de mar y viento, hacían tanto ruido que su voz se perdía.

— ¿Cómo lo sabes? — Preguntó otro de los humanos, quien era pálido, de cabellos cenicientos y llevaba sobrias vestiduras.

— Fue hecho por Rosas Negras, cuando se formó nuestra secta.

— Entonces, ¿cómo puede haber copias? — Volvió a hablar la mujer de ojos azules.

— Porque la información para hacerlo fue proporcionada por un hada, que murió al terminarlo, pero no sabemos si antes de que la capturáramos no dio estos conocimientos a alguien más.

— ¿Bueno y qué haremos? — Interrumpió el vampiro, quien era un hombre alto, delgado y moreno.

— Buscarlos y capturarlos.

— ¿Por qué no los matamos y ya? — Volvió a hablar el dragón.

— Haremos un ritual con ellos para inhabilitar la profecía.

— Mientes bruja, todos saben que las Rosas Negras quieren destruirnos a los humanos a través de ese ritual — acusó el rey, interviniendo nuevamente.

— Eso es lo que creen todos, incluso las Rosas Negras, pero es una mentira, el ritual hará que la profecía no tenga efecto, luego de que sea realizado ya no habrá más elegidos — guardó silencio y, viendo que no los convencía, continuó: — He hecho el pacto con ustedes, no los puedo traicionar — mostró la mano donde una cicatriz cruzaba su palma. — Esta es la señal de que estamos del mismo lado.

Hubo algunos murmullos y miradas desconformes, pero finalmente todos asintieron.

— Bien, los buscaremos.




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