Despertar del Destino

Capítulo 3

Lina - Al sur de Vintown, Libben

La mañana llegó pronto, un mirlo cantaba junto a su ventana. Lina remoloneó unos minutos recordando a la joven que conociera dos días atrás. Estando ella en la festividad que se realizaba en el pueblo para estas fechas, el Espíritu del bosque se había presentado informándole que debía regresar al campamento, ya que tendría una visita importante.

Luego de pasar unos momentos con Victoria, había podido notar la magia adormecida en ella; seguramente estaba bajo algún hechizo de protección o tal vez… la idea que comenzaba a formarse en su cabeza se esfumó ante un rugido de su estómago. Se levantó a preparar un suculento desayuno.

El carromato, aunque por fuera pareciera pequeño, tenía todo lo necesario. De todas maneras, no era su residencia habitual. Poseía una bonita cabaña junto al portal del cual era guardiana, pero esto era un secreto, ya que la ubicación tendría que ser desconocida para todos en el Mundo Superior. Y debía permanecer así, al igual que la identidad de Sathor, su esposo.

Se recogió el blanco cabello en una trenza y se puso un vestido tostado de mangas largas, puesto que las mañanas eran muy frías.

Al salir, todavía no aclaraba. Caminó hacia el bosque en busca de setas comestibles que crecían en la base de los pinos, y no tardó en encontrarlas. En menos de 10 minutos ya tenía el caldero en el fuego, con los huevos que había comprado en la granja, al otro lado del río.

Hacía ya dos días que Victoria dormía, no quiso despertarla antes pensando que debía ser mucho el cansancio luego de cabalgar cuatro lunas sin parar, pero le preocupaba que pudiera no estar tan bien como ella pensaba, por lo que se decidió a corroborarlo. Vicky se levantó más rápido de lo que esperaba. La joven era muy bella, de piel bronceada y unos particulares ojos color ámbar que le resultaban familiares, sin embargo, no podía recordar a quién había conocido que tuviera esas características.

Desayunaron sin hablar de nada relevante. Se notaba aún agotada. Emprendieron el viaje hacia Vintown a pie.

El pueblo quedaba cruzando las caudalosas aguas del brazo norte del río Myr, luego del cual inmediatamente se encontraba la granja de Clara, su amiga de la infancia, a quien Lina compraba la mayoría de sus víveres, pero se detendrían allí al regreso, para no cargar peso innecesario.

Cuando llegaron, el sol ya calentaba bastante. Era un poblado pequeño. A medida que iban caminando, ante sus ojos aparecían sus diferentes residencias y estancias.

A su izquierda, yendo por el camino principal hacia el norte, se encontraba una taberna, la cual era muy concurrida por las noches. Frente a esta había un templo en el que se solían reunir los vintunenses en el día del Hálito o en algunas festividades.

Más adelante cruzaron por varias casas a ambos lados y por fin llegaron a la plaza central, en la que se encontraban los puestos de mercaderes que ya tenían cierto movimiento matutino. Había un anciano allí que acomodaba sus frutas; pasaron junto a él y muy cerca se encontraba su tienda: se trataba de una cabina de madera cerrada con candado donde guardaba sus artículos, como así también una mesita y dos sillas.

Sacó una llave de su bolsa y la abrió. Todas las paredes e incluso las puertas estaban llenas de libros de trabajada encuadernación y diferentes tamaños de rollos, como así también dibujos y mapas.

Retiró la mesa y las sillas y se sentó, invitando a Victoria a hacer lo mismo, al tiempo que comenzó a sacar de su canasta elixires, pociones, talismanes y otras cosas, ordenándolas a la vista del público.

— ¿Es siempre así de tranquilo o es solamente casualidad? — Victoria le preguntó intrigada por la quietud del pueblo.

— En general, los vendedores empiezan a llegar a esta hora. El movimiento comercial comienza cerca del mediodía — explicó brevemente. — Mira — dijo señalando el puesto donde el anciano acomodaba frutas, — allí ya están abriendo, se irá animando de a poco, igual no será ni parecido a lo que probablemente estás acostumbrada a ver — sonrió.

— Bueno, yo casi no iba al mercado, solo a veces mi papá me dejaba ir con la cocinera, pero él es muy protector. Vivimos lejos de la feria y del pueblo, detrás de una colina, en el campo, cerca del lago Panet — contaba Victoria con melancolía, sentándose a admirar todos los libros y demás cosas que había en el cubículo. — Me gustan los libros — continuó. — Mi Padre me enseñó a leer; él tiene una biblioteca en la casa, y a muchos de sus volúmenes los guarda bajo llave, a esos nunca me los ha dejado tocar. Siempre tuve curiosidad de saber sobre qué trataban, ya que los oculta con tanto celo. ¿De qué son estos? — preguntó señalando a la pared del fondo.

— Bueno, hay mucha variedad. Por aquí — mostró señalando a su derecha, — hay libros de plantas medicinales, y por allá están los de remedios caseros; y esos rollos de allí son mapas para los viajeros — dijo, indicándole más atrás, y volviéndose hacia su izquierda: — y estos... son los muy buscados… — sonrió. — Recetas para conseguir el poder, o el dinero, o para enamorar... — concluyó con picardía. — Puedes mirarlos si quieres.

La joven rió ante el gesto de Lina.

— Nunca me he enamorado. Mi padre siempre dice que tengo que buscar a alguien como yo, pero no entiendo a qué se refiere, ya que jamás aprobó a ningún muchacho que me cortejara. Aun así, terminó enviándome a la temporada social, cuando los líderes de la ciudad se lo pidieron.




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