Sathor - Puerto El Toro, Ghina
En el último puerto, antes de llegar al portal de Libben, Sathor dejó su barcaza y continuó su viaje a pie. Tardó un rato en cruzar todo el pueblo e internarse en las rojizas cavernas que lo conducirían a su hogar.
La vida en Ghina llevaba milenios de la misma forma. Durante la caída, sus cuerpos se habían tornado de aspecto muy similar a los humanos, quienes vivían en el Mundo Superior, pero los damoni eran mucho más fuertes, bastante más altos y sus ojos eran diferentes, adaptados a la luz de los reinos intraterrenos. Y sus poderes y habilidades permanecían, aunque se encontraban menguados.
A su llegada, luego de un largo tiempo de guerra, los caídos se dispersaron y formaron comunidades que pronto se transformaron en grandes urbes. Sathor las evitaba desde hacía algún tiempo, prefería dedicarse al comercio en los pueblos pequeños, aledaños a los puertos, y así eludir las tentaciones que ofrecía el poder.
Antes de tomar el Camino de la Redención, Sathor luchaba en las arenas de Urd, pero las abandonó para transformarse en guardián del séptimo portal. Habiendo postulantes en el Mundo Superior, los anteriores guardianes, Karonte y su esposa Ilbana, habían decidido optar por las Aguas de la Trasmigración.
En aquel momento, en Ghina, el puesto de Guardián se disputó en una feroz competencia llamada Igret. Muchos estaban cansados de aquella vida infernal, caótica, incierta, y querían volver a ser parte de los Ihlin creadores, y sentir la paz constante que habían conocido en el pasado, y abandonar estos pesados cuerpos.
Cada vez que se abría el Igret, lo hacían en un sitio diferente de Ghina, y era dirigido por la líder de los guardianes, Llilh y por el alcalde del lugar en el que se convocaría el evento. La competencia constaba de una serie de pruebas mentales y físicas, que iban aumentando su dificultad, en las cuales los participantes debían luchar entre sí de a pares, quedando el perdedor descalificado.
Aunque la batalla había sido difícil y duró varias semanas, logró salir vencedor y acceder al ritual de consagración del portal, donde la bruja y el damoni pasarían a ser uno, compartiendo emociones, pensamientos y poderes; en este intercambio quedarían unidos para siempre. Fue el momento en que los castaños cabellos de Lina se volvieran blancos, recordó.
Luego de aquello, permanecieron en Ghina una semana lunar, antes de tomar su lugar en la cueva en la que se encontraba el sello que abría la séptima entrada. Él y su esposa acompañaron a Karonte e Ilbana, los padres de Lina, mediante un ritual, hacia las profundidades del renacimiento, para ya nunca más verlos: ellos renacerían sin memoria en las tierras del norte, como prueba última para alcanzar la redención. Y este es el origen de los demonios de las sombras que habitan el reino de Agyry y la Isla Itzos.
Al pensar en ello, se preguntaba cuánto tiempo tardarían en tomar el mismo camino, si deberían esperar a hallar otro guardián en el Mundo Superior o, si antes de eso, se cumpliría la profecía, tal como el Espíritu del bosque les había anunciado.
***
Victoria - Al sur de Vintown
“Unos días después de regresar del internado, en medio de una oscura noche invernal, Victoria, descansaba en la recámara de la casa donde vivía con sus padres. Aun somnolienta, se despertó y encontró a su madre sentada a su lado, acercándose a ella para abrazarla.
— Madre, ¿Qué pasó, porque estás despierta a esta hora? Aún está oscuro afuera.
— Lo sé mi niña, solamente quería decirte que te amo, no quiero que nada te suceda.
— ¿Qué me pasará, mamá? Yo no fui quien incendió el colegio, pasó por mi mente que sucedería, pero nunca pensé que fuera real — decía Victoria entre sollozos.
— No tienes por qué disculparte conmigo, hija. Sé que tú no lo hiciste, pero tampoco podré estar todo el tiempo a tu lado para protegerte. Quiero que seas una niña fuerte y que nadie más te vuelva a lastimar.
— No pienses eso mamá, nadie me va a lastimar, ya no me iré a ningún lado, padre lo prometió.
— Lo sé querida. Ahora duerme, mañana serás otra. Más fuerte y vivaz.
— Descansa, mamá — respondía Victoria mientras bostezaba, volviendo a dormirse, sin reparar en las extrañas palabras de su madre.
Instantes después, volvió a despertar y percibió una presencia en su cuarto, percatándose de que no era su mamá. Con gran temor, Victoria permaneció con los párpados apretados, para que, quien fuera, no se diera cuenta de que se había despertado. Entreabrió uno de sus ojos y vio la silueta de un extraño, alto, delgado, vestido de negro, y comenzó a sentir mucho frío, tanto que le temblaban las manos. Ella no pudo evitarlo y agarró las sábanas para arroparse hasta el cuello, cuando sintió que la figura la tomó en sus brazos y la recostó sobre su pecho.
Victoria estaba confundida y solo escuchaba el sonido de sus propios latidos desesperados. Sintió el aire que expulsó la figura al reposar su rostro sobre su cuello.
— Hueles delicioso, niña. Tu olor me vuelve loco — le hablaba aquel ser que no dejaba de respirar sobre su delicada piel.
Victoria comenzó a gemir quedamente, y entonces sintió dos punzadas en su cuello. Asustada trataba de pelear con aquella figura y susurraba llamando a su mamá. Hasta que el hombre bruscamente se apartó, dejándola tirada sobre su cama.