Dreyk - Ciudad de Delylah, Agyry
En la oscuridad de la noche, luego de pasar por la última área boscosa, cuyos árboles los ocultaban, Dreyk y Loreth, divisaron una carretera que parecía haber sido muy transitada.
Ya cuando el sol comenzaba a resplandecer, ella, para mantener su energía, se cubrió la cabeza con la capucha de su capa. Loreth, mitad demonio y mitad vampiro, gozaba de la libertad de andar bajo el sol sin que este le causara gran efecto, pero mientras más se expusiera a la luz solar, su vitalidad disminuiría, así que usaba su manto para evitarlo todo lo que pudiera.
Después de un viaje que les pareció interminable, invisibles, Loreth y Dreyk llegaron a la gran urbe de Delylah, donde ya el hielo de las nevadas norteñas comenzaba a derretirse.
Antes de entrar en la zona más urbanizada, el efecto de la poción de invisibilidad había comenzado a disiparse, así que decidieron continuar en su forma humana hacia el centro citadino y allí buscar un lugar en donde descansar.
Delylah era una de las ciudades más grandes de Agyry, donde parecía haber un movimiento creciente en sus habitantes.
La pareja llegó a una taberna. Las personas de aquel recinto los saludaban amablemente mientras Dreyk escoltaba a Loreth hacia el interior.
— Buenos días — saludó una muchacha que parecía ser la empleada de aquel lugar. — ¿Van a desayunar aquí?
— Buenos días, Señorita. Si es posible, sí. Nos gustaría una mesa — respondió Dreyk amablemente.
— Pueden sentarse donde les parezca más cómodo, en un momento les tomo la orden — les dijo la tabernera señalando el interior casi vacío.
— Muchas gracias — contestó Dreyk, mientras, con su mano en la espalda de Loreth, la guio hacia una mesa en el costado del salón, junto a la ventana.
***
Anhidra - En las afueras de Delylah, Agyry
Caminaba por el bosque con sigilo. Siendo una elfa, la naturaleza era su amiga y la ayudaba a mantenerse oculta de las miradas.
Las hermanas Rosas Negras le habían encomendado la tarea de vigilar al Itzozi Dreyk, quien posiblemente era uno de los siete.
Para su fortuna, lo había hallado en Delylah, pero no podía acercarse a él hasta que le dieran la orden.
Aunque los Dragones deseaban la muerte de cada uno de aquellos nacidos en Aastarni, ellas sabían que, si lograban atrapar a los elegidos, podrían revertir la profecía y volverla a su favor, entonces robarían el poder creador para hacer un nuevo mundo, destruyendo a los humanos; cuya maldad era evidente desde el germen primigenio.
Este pensamiento la impulsaba en todo lo que hacía desde que tenía uso de razón, habiendo sido criada y educada entre brujas Rosas Negras, a partir de la tierna infancia, ya que su madre había muerto al darla a luz y su abuela, aunque no pertenecía a esta secta, era muy cercana a ellas.
El joven príncipe viajaba con una mujer, probablemente su novia, por el trato íntimo que tenían. Juntos pararon en una posada. Se trasladaban en sombras creyendo que así pasarían desapercibidos, y lo hacían, pero no de ella.
Sin que siquiera lo sospecharan, los siguió de cerca, invisible, deslizándose en el viento.
***
Loreth - Delylah, Agyry
Loreth observó detenidamente el lugar, era la primera vez que se encontraba fuera de la Isla Itzoz por su cuenta, lo que le resultaba un poco inquietante. Afortunadamente, iba acompañada de Dreyk, quien era el amor de su vida, ella sabía que a su lado no tenía nada que temer.
El salón estaba alumbrado por el sol que se colaba en las ventanas y algún que otro quinqué al fondo del recinto. Las mesas eran de madera maciza, como las sillas, las cuales tenían asientos acolchonados.
Volviendo su atención a Dreyk, recordó igual que tantas veces, el día de su compromiso. Hasta ese momento nunca había estado segura de lo que él sentía, siempre pensó que la veía como una amiga o una hermana, pero al descubrir su profundo amor, el sentido de su vida se renovó, haciendo que todo lo demás le resultara insignificante, y esto la impulsaba a acompañarlo en esta cruzada. No permitiría que nada los separara.
La mesera amablemente se acercó para tomar la orden.
— Mi nombre es Alicia, ¿Qué puedo ofrecerles para tomar?
— Un té para ambos, por favor — respondió Dreyk.
— ¿Están de paseo en el área? Nunca los había visto por el lugar.
— Sí, de hecho, estamos de paseo, queremos conocer la ciudad — dijo Dreyk sin dar más detalles.
— Entonces bienvenidos, espero que encuentren la ciudad de Delylah de su agrado. Ya regreso con su orden.
— Gracias — respondieron al unísono.
— No podemos confiar en nadie y no pueden saber que venimos de la isla — explicó el demonio casi en un susurro.
— No te preocupes, lo sé. Igual debemos conseguir un sitio para descansar, creo que puede ser buena idea preguntarle a la chica.
— Sí, eso haré — contestó Dreyk mientras Alicia, muy sonriente, traía dos tazas de barro cocido y una tetera. Pronto las colocó sobre la mesa.