Isla Itzos - Trece días antes
Dreyk se despertó a las primeras horas de la mañana. Aturdido, se alargó en sus pensamientos por los sucesos anteriores. Cuando encontró una nota de su hermana Dantryia dirigida a él, que aún conservaba encerrada en su puño, contra su pecho. Insistía en leer la carta para ratificar que no era un sueño y que realmente su hermana se había marchado.
— Algo no está bien — se dijo a sí mismo. — Si Dantryia se marchó con el elfo porque están enamorados... ¿Por qué siento que Dantryia está en peligro?
Decidió darles la noticia a sus padres, tal vez el saber de la huida de Dantryia pudiera ser una excusa para atrasar el compromiso, aunque reconocía que, a estas alturas, sólo se engañaba a sí mismo, y que esa opción era casi imposible.
Esta vez sin esfuerzo, marchó en sombra y rápidamente llegó a la recámara de sus padres. Escuchando voces tras la puerta, tomó su forma sólida y decidió tocar, y luego de dos toques su padre le abrió. Dreyk entró apresuradamente y vio que su madre estaba preparándose para la ceremonia.
— Buenos días, hijo — saludó Almus. — ¿Ya estás listo para el gran día? — Le preguntó.
Dreyk, un poco agitado y tensando su mandíbula, observó cuidadosamente a su madre mientras se peinaba. Su piel morena clara, brillaba con matices bronceados, su rostro era perfilado, aunque no con pómulos pronunciados, sus labios gruesos estaban pintados de rojo y su cabello era largo y castaño. La vida promedio de un demonio de la sombra se estimaba en mil quinientos años, Isdra con casi ochocientos, aparentaba los treinta y cinco de un humano, no pareciendo ser la madre de un joven de la edad de Dreyk.
— ¿Todo está bien? — Inquirió Almus, notando la tensión en Dreyk.
— ¡Se ha marchado! — Exclamó.
— ¿Quién, hijo? ¿De qué hablas? — Respondió Almus un poco nervioso.
— Dantryia, se ha ido — replicó mientras continuaba observando a su madre. — Se ha marchado porque no quiere ser una vergüenza para ustedes.
— ¿Por qué sería Dantryia una vergüenza, que la ha hecho pensar así? No entiendo nada hijo — seguía hablando su padre.
— Dantryia insistía en que me case con Loreth por amor a ustedes —respondió Dreyk de manera inconexa.
Su padre titubeó para responder, pero estaba tan sorprendido que no pudo decir una palabra. Isdra se levantó de su banqueta y caminando hacia él, intercedió:
— Entonces, si se ha marchado, que se marche. Tú continúa con el contrato, hizo bien si eso te obliga a cumplir. Ya regresará, sólo lo hace para llamar la atención.
— No entiendes nada, ¿verdad, madre? Qué poco nos conoces. Últimamente, es obvio que tus hijos no te interesamos, tú y papá sólo piensan en que yo cumpla el contrato para ustedes recuperar parte del trono, pero no entienden que Dionisio es muy ambicioso y nunca les regresará el trono — reclamó Dreyk.
— Dejémonos de hablar de esto por ahora, ya veré que hacemos con Dantryia después de la ceremonia. Ve a bañarte y a prepararte que hueles a minero de Ghina — replicó su madre.
Dreyk, indignado, se retiró, y tras de sí azotó la puerta al cerrarla. Ya fuera de la habitación podía respirar mejor.
Al llegar a su cuarto, vio que su baño ya estaba preparado. Tras un largo rato en el agua se sintió más relajado. No obstante, mientras se vestía, no podía dejar de pensar en su hermana. Él y Dantryia eran hermanos gemelos, siendo, Dreyk el mayor de ellos. No compartían exactamente los mismos rasgos, pero si la conexión en su alma. Siempre podían sentirse el uno al otro, aunque nunca habían estado separados por largas distancias.
Dreyk entendió que sus imágenes eran parte de una visión y que no lograba ponerlas en orden. Anteriormente, había tenido otras visiones, pero cuando se lo contaba a su madre, Isdra siempre le respondía que se trataba de cosas de su imaginación y que no tenía nada de que preocuparse.
Lo que más le aturdía era la voz de Dantryia. Dreyk intentó hacer contacto con su hermana, pero no lograba alcanzarla. Frustrado se sentó en su cama, sólo deseando que Dantryia esté bien. Sus pensamientos fueron interrumpidos por toques a su puerta.
Respirando profundo y con resignación, abrió la puerta; sabía que era su madre que lo buscaba para ir a la ceremonia; la hora ya había llegado.
Mientras bajaban las escaleras del área izquierda del castillo en donde se alojaba la familia de Dreyk, se encontraron con Almus, quien vestía con traje color gris y camisa blanca. El antiguo rey era un demonio alto y delgado, con cabello castaño, y ya mostraba algunas canas, aunque no aparentaba más de cuarenta en edad humana. En su expresión se veía bondad, al contrario de su esposa. Dreyk saludó a su padre con un movimiento de su cabeza, mientras Isdra entrelazó su brazo con Almus. Antes de su enfermedad, su padre era amoroso y muy preocupado de sus hijos, pero luego de que su salud decayera, Isdra tomó el control de todo y Almus terminó por convertirse en una marioneta, sin voluntad propia.
Los tres continuaron su camino al salón del trono que se encontraba en la parte baja del castillo.
Mientras se acercaban al patio interior, ya se podía escuchar el bullicio de los cortesanos esperando con euforia a los reyes y a la princesa. Muchos saludaban cortésmente a Dreyk y a sus padres mientras pasaban por la alfombra que los dirigía al trono.