Antú - Bosque al Oeste de Libben
Continuaron su camino los tres a solas. Él mantuvo la distancia con la mujer todo el tiempo, aunque sentía constantemente su mirada clavada en la espalda. Por fortuna, Dreyk estaba siempre en medio de los dos, protegiendo a Loreth como si esta pudiera ser mancillada en cualquier momento. Antú no era esa clase de íncubo, pero no creía que valiera la pena intentar disuadir al demonio de sus prejuicios, ya que ciertamente le hacía un favor al mantenerlos alejados uno del otro; estando tan cerca de cumplirse la profecía no podía distraerse con un romance sin futuro.
Pasaba el mediodía cuando pararon a almorzar y Dreyk intentó trabar conversación.
— ¿A qué parte de Libben se dirigen?
— A Vintown
— ¿Y qué hay allí?
— El portal de Libben.
— Me sentaré a la sombra de aquel árbol — interrumpió Loreth apartándose de los dos hombres unos pasos, para ir a sentarse junto a las raíces prominentes de un alto álamo.
— ¿A qué te refieres con “portal”? — Insistió Dreyk.
— Tengo negocios con sus guardianes — respondió evasivamente, aunque eran buenas personas, no los conocía lo suficiente; caminó hacia la muchacha, para sentarse junto a ella, pero no tan cerca.
— ¿Y de dónde eres? — Preguntó el demonio siguiéndolo.
— De las montañas Azules, como todos los íncubos — respondió exasperado, pero al notar la aspereza en su propia voz, se reprendió a sí mismo e intentó ser más amable. — Soñé que debía venir al norte, y como el tiempo de la profecía está cercano, obedecí.
— Es la segunda vez que oigo hablar de la profecía desde que salimos de Itzos — intervino la princesa. — ¿Es la misma profecía antigua que pronunciaron las hadas?
— ¿Tú sabes sobre esa profecía, Loreth? — La interpeló su prometido, olvidando que había preguntado qué eran los portales.
— Es algo que no había oído en muchos años, mis abuelos la mencionaron alguna vez cuando era niña, creí que ya todos la habrían olvidado.
— Los humanos y las grandes civilizaciones la han olvidado, pero los que estamos conectados con el Hálito, la tenemos muy presente.
— ¿Y de qué habla esa profecía? — Inquirió Dreyk.
Antú saco de su bolsa los últimos bocadillos y los compartió con sus acompañantes mientras explicaba:
— Predice un tiempo de paz entre las especies, algo que muchos no quieren.
— Mi padre prohibió que se enseñara la profecía en nuestro país y ahora entiendo por qué — explicó la chica aceptando el emparedado con una sonrisa agradecida.
Por primera vez en muchas horas la miró a los ojos, se sintió cautivado por ellos y el rubor volvió a florecer en su piel mientras su corazón se aceleraba.
Dreyk tosió, lo que lo hizo entrar en razón inmediatamente, y bajó la mirada haciendo uso de toda su fuerza de voluntad.
— ¿Estamos muy lejos de Vintown? — Preguntó el prometido de la princesa.
— Unos días a pie, bordeando las montañas — explicó, — pero creo que deberíamos pasar la noche en algún pueblo, para así aprovisionarnos, aunque no sé si el Espíritu indicará otra cosa.
— ¿Y dónde está? — La voz de Loreth lo instaba a mirarla, pero se negó a hacerlo.
— No lo sé, seguramente vendrá después del crepúsculo, aunque no podría asegurar cuando.
— ¿Hay algún pueblo cerca de aquí? — El cuerpo de la muchacha se inclinó hacia él, lo que le hizo turbarse, por lo que se movió hacia atrás con la excusa de ofrecerles de beber.
— Agua de pler — dijo sacando la botellita de su morral y ofreciéndosela.
— Bebe, Loreth — la instó su novio, — tú necesitas energía.
— Debemos continuar — declaró Antú poniéndose de pie e iniciando nuevamente la marcha hacia el sur.
***
Anhidra - Sora, Libben
En Sora, Anhidra tuvo un encuentro breve con sus hermanas, quienes también habían sido despistadas por algún poderoso embrujo. Esto sólo confirmaba sus sospechas de que el príncipe Dreyk realmente era un escogido, al igual que su hermana.
Dantryia pronto iba a estar en posesión del Rey Dionisio, que había prometido a Esbierta, la dirigente de las Rosas Negras, mantener en cautiverio a la joven. La demonio de las sombras fue trasladada al sur, al ser secuestrada por los dragones. Ellos consideraban una enorme traición el hecho de que el vampiro no la hubiera entregado en todo este tiempo. Pero la líder rosa negra los convenció de devolver a la muchacha a Itzoz, su lugar de origen, ya que esto era oportuno a sus fines.
Todas las integrantes de la hermandad sabían que, si no conseguían a los siete, el ritual no se podría realizar. Apenas tenían conocimiento de dos de ellos, y de un tercero, íncubo, de paradero desconocido. También se corría el rumor de que había otro en el portal de Nabad, lugar inaccesible para ellas, pero el resto aún no habían sido descubiertos.
Luego de unos días, por un mandato superior, ella partió hacia el sur, en busca de los Itzozis, mientras las demás regresaron a la ciudad de Ébrida, en el norte de Syukur, donde se encontraba la sede central de su secta.