Lina - Al sur de Vintown
En la mañana Victoria se levantó muy temprano y pasó a saludarla antes de irse, una vez que la muchacha se hubo marchado con el canto de los pájaros, ella también se levantó y se dispuso a preparar un suculento desayuno, pensando que pronto llegaría Loreth.
Mientras esperaba, comprobó la humedad de la tierra de las plantas que tenía colocadas al costado izquierdo del carromato y las regó. Estaba haciendo esto cuando la vampira llegó.
— Buenos días, Lina — saludó muy sonriente.
— Buenos días, Loreth — respondió Lina, incorporándose y observando a la joven con una sonrisa. — ¿Has desayunado?
— No, la verdad no. Me apresuré a salir rápido de la taberna.
— Siéntate, yo estaba justo preparando algo — entró al carromato y regresó con dos platos servidos con tortilla de huevos.
— Huele delicioso. ¡Tortilla! Es mi platillo favorito. Gracias, Lina — dijo al sentarse. — ¿Y de casualidad tienes idea de cuando regresa Antú? — Preguntó mientras ponía un bocado en su boca.
— Probablemente en tres o cuatro días, en gran parte de Ghina el tiempo transcurre más lento que aquí — contestó con una mirada pícara.
— Pensé que volvería a verlo antes de irme a Ga’Til — dijo la muchacha de ojos azules con expresión melancólica. — Igual Dreyk no ha hablado de cuando nos marcharemos, pero lo más seguro sea cuando la capa esté lista.
— Confía que todo sucede por algo — comentó tratando de animarla. — Aún falta un día más para terminar el hechizo.
— ¿Y cómo está, Victoria? ¿La has visto en el día de hoy?
— Sí, se fue temprano, estaba ya muy bien — terminó su desayuno y dejó los cubiertos sobre el plato. — Sé que tal vez estoy siendo entrometida, pero quisiera preguntarte... — dudó unos instantes. — ¿Por qué no volviste a ver a tus abuelos?
Loreth quedó pensativa unos momentos.
— Fue justo después de que mi mamá, nos abandonara. Mi padre me dijo que estaba muerta, pero yo sé que no es así. Estaba muy pequeña, la verdad no lo recuerdo — replicaba con tristeza.
— Es así como dices, Yelena no está muerta — habló suavemente, como en un susurro, le preocupaba estar siendo imprudente en sus declaraciones.
— Yelena — repitió Loreth suavemente, brotando una lágrima de su ojo. — Hace tiempo no escuchaba su nombre — continuó enjugándose el rostro. — Ni siquiera yo había pronunciado su nombre en mucho tiempo — dijo con su mirada perdida.
— Loreth, debes saber que tu madre no quiso nunca abandonarte...
— Lo sé — dijo esbozando media sonrisa.
— Yo... Si deseas, puedo contarte lo que sé al respecto…
— ¿Tú la has visto? ¿Sabes dónde está? — La muchacha hablaba con ansiedad.
— Sí, yo hice parte de mi peregrinaje como su discípula — hizo una pausa. — Te contaré lo que ella me contó desde el principio.
— Jamás imaginé que llegar aquí me daría una respuesta de mi madre; y yo pensando que todo esto que hacía era por Dreyk y Dantryia — hablaba entre risas y lágrimas.
— Yelena era muy joven cuando conoció a Dionisio y se enamoró de él. Ella debía hacer la peregrinación, como todas las brujas hacemos, lejos del hogar. Pero para no dejar de ver a tu padre, convenció a tus abuelos de quedarse a aprender allí y en ese tiempo llegaste tú. Yelena, en contra de todo consejo, se fue a vivir con Dionisio, quien en realidad la quería para que hiciera para él un hechizo de pacto con un damoni, pero ella no había aprendido aún magia tan avanzada y Dionisio, habiendo conseguido el trono, quiso deshacerse de ella porque, aunque estaba enamorada, era una mujer íntegra y eso a él le molestaba mucho. Por eso huyó, ella intentó llevarte, pero él no lo permitió — se detuvo un instante y prosiguió: — Tus abuelos la convencieron de quedarse en Ghina, porque si se quedaba en el portal sabían que no resistiría la tentación de ir por ti. Tu madre te amaba mucho y a pesar de todo lo que le dijeron, amaba a tu padre.
— No lo dudo — replicó luego de un largo silencio. — La Isla Itzoz es pequeña, todos nos conocemos, excepto por gente nueva que mi padre trae ¿de dónde? No lo sé. Y aunque él se haya impuesto como rey, no significa que él sea el ídolo de toda la isla. Todos extrañan al Rey Almus el padre de Dreyk, y es por esa razón que no me gustan que me llamen Princesa, porque no es mi título por naturaleza, sino robado. Sé cómo al pasar de los años, las muchachas de mi edad hablaban de mí a mis espaldas y no porque fuera la más bonita porque no lo era, Dantryia era también hermosa… o es… — Se corrigió —… También escuchaba a mujeres hablar de mi mamá, pero la madrugada siguiente las veía salir de la recámara de mi padre — contaba la damphir con algo de furia.
— Entiendo — asintió. — Nosotros… Si tú quieres claro. Podemos concertar un encuentro, con Abidón y con tu madre.
— ¡No! — Dijo rápidamente. — Si con esto puedo exponer a mi madre o ponerla de alguna manera en peligro, prefiero no verla. No por ahora. Aunque mis ansias de verla y volver a sentir su calor me coman por dentro. Además, tengo que ir a Ga’Til por mucho que me gustase quedarme por otras razones más obvias que sé que tú comprendes, prometí a Dreyk que buscaríamos juntos a su hermana y lo cumpliré.