Despertar del Destino

Capítulo 25

Lina - Al sur de Vintown

Desde su carro pudo oír los gritos de Victoria y salió apresuradamente para encontrarse con el fuego que se asomaba por las ventanas del carro al lado del suyo.

— ¡Lina!

Corriendo subió para intentar sacarla.

— Victoria — gritó al abrir la puerta. Afortunadamente, el fuego se encontraba de un solo lado, y pudo entrar. — Vicky, sal de ahí — exclamó nuevamente.

— No sé qué pasa Lina. No puedo controlar el fuego — repetía desesperadamente sin prestar atención a las palabras de la mujer que la instaban a salir del carromato.

Lina bajó corriendo para tomar contacto con la tierra y poder canalizar la energía telúrica. Concentrándose, una vez que sintió el cosquilleo de la magia subir por sus pantorrillas, comenzó a convocar una masa de agua entre sus manos, una vez que esta fue lo suficientemente grande la apuntó hacia el carro e hizo ingresar en él un gran aguacero que consumió rápidamente el fuego.

—¡¡Victoria!!! ¿¿Estás bien??

— No lo sé — dijo aún nerviosa. — Me vine al carromato después de hablar con mi padre. Me quedé dormida y soñé con la noche en que por poco quemo mi cuarto en el colegio. Cuando desperté vi que era de noche y al intentar encender las velas, una llamarada salió de mi mano y se prendió la cortina.

Lina, ya más tranquila, al oír sus palabras, ingresó nuevamente al recinto, evaluando los daños, la pared de la derecha tenía un gran agujero y la cortina ya no existía, pero victoria estaba intacta.

— No te preocupes, lo cubriremos con una manta por ahora y mañana iremos al pueblo y pediremos que lo repare el carpintero.

— Lo siento, Lina. Yo pagaré por los daños del carromato — dijo entre sollozos.

— No es necesario, en unos días de trabajo en el puesto juntaremos el dinero. Seguramente por tus emociones tu magia se descontroló.

— No quiero que eso vuelva a suceder, pero no sé cómo controlarlo.

— Es probable que sea por el hechizo de protección que tienes — explicó. — Al no poder salir, tu magia se manifiesta mientras duermes.

— Mi papá me pidió que regresara a Cariad. Dice que allá puedo continuar practicando mi magia. Pero yo no quiero irme, Lina.

— Si me preguntas a mí, yo creo que deberías quedarte, porque así estarás más segura, por eso es que los portales tienen tantas protecciones, para que los elegidos puedan resguardarse en ellos, pero es algo que debes conversar con tu padre y resolverlo entre ambos — un brillo rojizo sobre la cama de Victoria llamó su atención. — ¿Y eso?

— Oh, esta daga tiene el rubí, la tenía guardada y la busqué cuando le dijiste a Dreyk que los que abriremos los portales tendríamos una gema, la tengo desde mi nacimiento. Esperaba que mi padre me dijera algo sobre los elegidos, pero la verdad, dudo que tenga conocimiento que soy una de ellos. No hay necesidad de que me siga ocultando más cosas y si lo supiera entonces no me habría dicho que me fuera a Cariad, al menos eso es lo que pienso.

— Quizá lo sospecha, pero no quiere pensar al respecto — sugirió. — Es algo que nadie quiere para sus hijos porque implica un gran riesgo.

***

Anhidra - Vintown, Libben

Anhidra continuó vigilando a Victoria de lejos, para no ser vista, ya que luego de aquel día en el que hablaran, no pudo a hallarla a solas otra vez. Y hoy parecía ser otra jornada igual, pero curiosamente, su compañía había cambiado.

El hombre a su lado se veía humano, seguramente usaba algún glamour, pero era un hada, ella lo sabía porque lo había visto en el pasado al visitar Monnate durante su peregrinación. Quedó pasmada y de repente supo de quién eran aquellos ojos, los ojos de la reina Catalina.

“Qué sorprendente”, se dijo, esta sin duda era una información que debía transmitir a sus superiores. Sin embargo, antes averiguaría que relación había entre la muchacha y aquel ser. Ella no parecía tener ningún poder mágico, pero, tal vez, estaba bajo el influjo de algún poderoso hechizo de ocultamiento, o tal vez… de nada servía hacer cavilaciones al respecto. Pronto lo sabría.

Compró algunas frutas para disimular y volver a la taberna, donde Victoria entró en compañía del faérico ser.

Abrazó la fruta contra su cuerpo, ya que no tenía canasta ni bolsa. Concentrada en lo que debía hacer y tratando de no perder nada de lo que había comprado, no vio que un hombre se hallaba de espaldas, detenido en un puesto delante de ella. Chocó con él dejando caer varias naranjas.

El hombre se volteó inmediatamente y se inclinó a ayudarla.

— Lo siento, no la vi — se disculpaba.

“Claro que no me vio, ni que tuviera ojos en la nuca” pensó ella, sintiéndose muy torpe.

— Fue mi culpa, no se preocupe.

Él tenía tres naranjas en sus manos, Anhidra acomodaba, las que ella misma estaba juntando, entre su brazo y su cuerpo, para poder tomarlas y marcharse.

— Puedo acompañarla si gusta.

Era un humano, ni loca, permitía que la acompañara a ningún lado, sería una vergüenza para cualquier rosa negra.




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