Victoria - Vintown
Al día siguiente, Victoria fue a dar una vuelta alrededor del mercado para distraerse un poco y alejar sus pensamientos de la noche anterior, en la que casi quemó su carromato por completo.
Como si no fuera suficiente, su magia se había descontrolado, y ahora se hallaba preocupada por arreglar el carromato que le había prestado Lina cuando llegó al campamento. “¿Y si me voy con mi padre a Cariad?” Pensaba para sí. “Tal vez en casa podría aprender a tener más control. Pero no quiero irme, siento que mi lugar está aquí, en Libben, y si Dreyk regresa, tal vez no lo volveré a ver”.
Victoria se dirigió del centro de la plaza hacia la taberna, para encontrarse con su padre.
Al ingresar en el recinto se acordó del día en el que había ido a almorzar con Dreyk. Recordó como este la hacía sentir al acercarse a ella, y cuando tocó su cabello para acomodárselo, y las continuas miradas que se daban.
Victoria volvió en sí, suspirando al notar que su padre le hacía una señal desde donde se encontraba. Al acercarse a la mesa, su papá se levantó de la silla para recibirla con un abrazo.
— ¿Cómo estás, hija? — Preguntó Luciano con un dejo de melancolía en su voz.
— Más o menos, la verdad no sé cómo me siento — respondió Victoria mientras se sentaba donde le señalaba su padre.
— Entiendo, hija. Mi intención es que estés bien, por eso quiero que regreses a Cariad, pero si decides quedarte está bien.
— No lo sé padre. Anoche mi magia se descontroló y quemé la mitad del carromato conmigo adentro, si no fuese por Lina... — deteniéndose un momento por el recuerdo. — Si no fuera por Lina no estaría aquí.
— Lo siento, hija — dijo su padre con ojos de asombro. — Esa es una de las razones por las que quiero que regreses. Lina seguramente es muy buena bruja, y ha sido muy amable, además te ha enseñado magia, pero en Cariad puedes continuar tu aprendizaje de manera segura. Mira, cuando supimos de ti, mi madre y yo dudamos mucho en que heredaras los dones de las hadas, aun así, mi madre hizo un encantamiento para apagar tu magia en caso de que la poseyeras. Me di cuenta de que sí la tenías cuando te enviamos a la Institución a los catorce años, allí fue cuando comenzó a despertar, porque aquel establecimiento se encuentra cerca del portal y eso provocó que tu magia se encendiera. Por eso no dudé en llevarte de nuevo a casa cuando supimos lo sucedido. Estos dones son heredados de tu abuela — continuaba su padre, Victoria guardaba silencio mientras lo escuchaba. — Me preguntaste si mi madre se preocupaba por ti, y sabes, ella te adora. Tu abuela Catalina es un hada poderosa con dones que nadie más tiene en Monnate — decía con admiración. — Catalina es un hada de luz, lo que le permite manejar todos los elementos. En ti se manifestó primero el fuego porque es el elemento más volátil y reacciona ante las emociones desbordadas. Se dice que la primogénita en línea directa hereda los dones de la arcana, yo salí varón, pero seguiste tú, por eso tememos que entonces tú tengas esos mismos poderes, los cuales pueden ser muy peligrosos si no los sabes controlar.
Estas últimas palabras llamaron la atención de Victoria, haciéndola levantar la cabeza hacia su padre.
— ¿Cuáles son esos dones? — Preguntó con curiosidad.
— Tu abuela Catalina puede crear luz, fuego, hasta rayos eléctricos — expresaba efusivo. — La luz no es peligro en general para ti misma, aunque podría serlo para los demás. Sin embargo, los rayos eléctricos pueden provocarte la muerte si no sabes controlarlos.
— No creo que sea para tanto, no creo poseer esos dones — replicó, aunque en si un poco dudosa.
— Es lo que no sabemos. Antes de venir acá tu abuela me había comentado que sería buena idea llevarte a Monnate, allí podrás practicar todo tipo de magia y encontrar tus dones.
— Te prometo como te dije que lo pensaré. Pero no será por ahora, quiero pasar más tiempo aquí en Vintown.
— Así será entonces — respondió su padre muy sonriente.
— Me gustaría conocer a Catalina, digo a mi abuela. Me parece una persona interesante. ¿Cuántos años tiene? Sé que las hadas pueden vivir por mucho tiempo, ¿y tú, tú cuantos años tienes?
Luciano sonrió a la pregunta de Victoria.
— Ciertamente, podemos vivir mucho, pero no somos inmortales, eso sí, podemos ser igual a los gatos tenemos siete vidas, como dicen los humanos. También podemos reencarnar dependiendo de las circunstancias en que muramos. Pero pueden pasar cientos de años para que eso suceda.
— ¿Y reencarnan como hadas? ¿O pueden reencarnar como alguna otra criatura?
— La verdad pueden reencarnar al igual que cualquier otra criatura, incluso como humanos y aunque no poseen la magia original de las hadas pueden ser un humano casi sobrenatural, mucho más inteligente, más fuerte que un humano normal, todo depende.
— Entiendo. ¡Qué raro que no ha venido la mesera! — Exclamó Victoria mientras se volteaba a mirar a su alrededor. — Aquí por lo general son muy atentos.
— Sí, y es exactamente por eso que hice un encantamiento para pasar desapercibidos y que no nos interrumpan — decía mientras sonreía. Pero si tienes hambre puedo hacer para que venga la mesera.
— Bueno — sonrió Victoria. — En realidad, no, no tengo hambre. Y qué bueno que hiciste eso, porque en otras circunstancias jamás nos hubiesen permitido hablar con tanta libertad.