Catalina - Monnate
Mientras disfrutaba de su desayuno, los recuerdos de la noche del nacimiento de Victoria vinieron a su mente. Había heredado los dones de videncia de las Primordiales, las cuales dictaron la profecía. Lo supo desde el mismo instante en que su hijo, Luciano, conoció a aquella muchacha humana.
Muy pronto le llegó la noticia de que sería abuela. Había estado muy atenta hasta el momento en que la pequeña nacería, para su desgracia, vendría al mundo en la noche de Aastarni.
Un mes antes de la fecha, se las ingenió para enviar a su hijo lejos por un tiempo y buscó a la madre primeriza, demasiado joven, además de humana. Entonces la llevó a Libben, y allí la cuidaron Llilh e Ilbana, quienes se ocuparon de su parto.
Recordaba la emoción cuando estuvo presente en el momento del alumbramiento y de la consagración de la bebé, su nieta Victoria.
En la mañana, llevó de regreso a Cariad a su joven nuera humana, donde realizó sobre la muchacha un poderoso hechizo que cambiaría sus recuerdos para que pensara que Vicky había nacido en su casa al sur de Ahir.
Después de meditar por varios días tomó la decisión. Viajaría a Libben a buscar a su nieta, aunque faltaban unos meses para Baeltum, en Monnate estaría protegida hasta el momento de abrir el portal.
Todas las señales estaban en los cielos y en su último viaje había visitado a Llilh, la guardiana de Cariad, quien le comunicó que los siete ya habían nacido. Varios de ellos ya sabían que debían cumplir la profecía.
También había recibido noticias de que las Rosas Negras habían capturado a uno de ellos, una princesa de los demonios de la sombra.
Debía, a toda costa, proteger a Victoria.
***
Anhidra - Vintown
Anhidra despertó con las primeras luces del alba, había pasado una noche terrible, aunque no entendía por qué, las palabras de aquel… humano la habían perturbado, ¿por qué decía él que de cumplirse la profecía los poderosos dejarían de tener poder? ¿Se refería a su cumplimiento? ¿O a la libertad de hablar de ella? De muy mal humor se sentó a escribir una carta para las hermanas Rosas Negras que se encontraban en un pueblo cercano.
Después de esto se apresuró a salir, ya que quería interceptar a Victoria antes de llegar a la feria. Si se hacía amiga de la chica sería más fácil averiguar cosas.
Ya en el exterior de la taberna, era casi media mañana y el lugar comenzaba a ponerse en movimiento, se dirigió hacia el panadero, donde siempre pasaba la joven antes de ir a abrir el puesto de la bruja.
Aminoró su marcha desde la mitad de la plaza, ya que con el panadero se encontraba el hombre con el que había compartido la mesa el día anterior, Lucien decía llamarse. Alto, moreno y fornido, de piel bronceada, sus cabellos negros lacios se movían contra su piel con rebeldía, y su sonrisa… se sonrojó y se reprendió a sí misma al notar el rumbo de sus pensamientos, era un mugroso humano.
En el momento en que el hombre dejaba una moneda en el mostrador, vio llegar a Victoria, por lo que se armó de valor y también se acercó. Lucien la miró con sus ojos intensos y la saludó amablemente y Anhidra no pudo evitar que el color de sus mejillas aumentara aún más, pero respondió con frialdad desviando la mirada hacia el objeto de su interés, Victoria.
— Gusto en verte — le dijo la chica de cabello cobrizo.
— El gusto es mío — respondió ella. — ¿Cómo has estado?
— Muy bien, ¿y tú? ¿Aún no consigues transportación?
— He decidido quedarme un tiempo, me gusta mucho aquí.
— Sí, es muy lindo y pacífico.
Anhidra tenía su discurso muy bien ensayado, pero por algún motivo le costaba mucho engañar a la muchacha.
— He pensado poner aquí un puesto de tejidos porque he visto que no hay y yo soy buena tejedora.
— ¡Oh! Qué bonito, me encantaría tener un chal para las mañanas frías.
— Puedo hacerte uno, he visto que cerca de aquí, saliendo hacia el norte, hay una granja donde crían urios.
— Sería maravilloso.
La elfa pidió un pan de queso y Victoria uno de sésamo. Luego de pagar, ambas mujeres continuaron conversando sobre la prenda mientras caminaban hacia el puesto de la bruja.
Al llegar a la pequeña tienda estaba Lina, Anhidra se sorprendió porque no esperaba verla allí. La mujer tenía ojos marrones y su mirada era profunda, parecía que veía a través de ella, pero su tono de voz fue increíblemente dulce al saludar.
— ¿Vicky, has conseguido lo que buscabas? Buenos días, Señorita…
— Mi nombre es Anhidra. Es un placer.
— Anhidra ha decidido quedarse en el pueblo, y es tejedora — explicaba Victoria con entusiasmo. — Me hará un chal.
— Qué bueno. Aquí antes tejía la mamá de clara, pero ella ya no está en este plano hace varios meses — explicó la humana.
Su energía era muy cálida y esto confundía a Anhidra más de lo que ya estaba.
— Bueno, me alegra haberla conocido, Lina — ninguna se sorprendió de que la elfa supiera el nombre de la bruja, ya que era conocida por todos.