Catalina y Victoria - Al sur de Vintown
Al ver que Luciano estaba de regreso en Cariad, Catalina se encontraba preocupada por la suerte que podría correr su nieta. Después de vigilarla algún tiempo, la descubrió un día que había quedado sola en aquel rústico campamento en el que actualmente vivía. Entonces, en un arrebato decidió presentarse a hablar con ella e intentar que se mudara a Monnate.
Tomando su delicada varita cubierta de hermosos zafiros, dibujó en el aire un óvalo que pronto se convirtió en un gran orificio aéreo por el cual se podía ver el campamento en el que moraba su nieta. Dando un paso a través de él se presentó en el lugar donde Victoria se encontraba.
— Buenas tardes, Victoria — habló de la manera más suave que pudo para no causar un impacto demasiado grande en la muchacha.
Sobresaltándose, Victoria, dejo caer la cajita que llevaba en sus manos, al ver la figura de la dama que apareció de la nada dentro de su carromato. La joven se mantuvo en silencio, observando aquella hermosa mujer desde su brillante rostro hasta el vestido hermoso y despampanante que traía, sintiendo una familiaridad, no tuvo temor. Tenía sus mismos ojos e incluso el mismo color de cabello y de tez que Vicky, pero su piel era luminosa como si de ella se desprendieran etéricas y diminutas estrellitas.
— ¿Cómo hiciste eso, cómo llegaste así? — Preguntó con curiosidad.
— He llegado a través de un naloy, ¿no te ha enseñado eso tu amiga Lina? — Expresó el hada con una sonrisa, feliz de haber tenido por fin la oportunidad de estar con su nieta.
— Aún no soy capaz de crear esa magia, no tengo control absoluto de mis poderes — dijo cabizbaja observando la parte del carromato que había destruido unas semanas atrás con su fuego.
— Es porque tienes un hechizo para que tus poderes no afloren — explicó con ternura.
— Si, ya me dijeron — su voz sonó un poco resentida. — Un hechizo que tú y mi padre realizaron cuando dudaron de si tendría o no poderes por ser mitad humana.
— Tu padre quería criarte entre humanos, y tuvimos miedo de que, si se descubría tu origen, los seguidores del dios único te matarían.
— ¿Porque querrían matarme?
— Querida, ¿no sabes que los humanos de los otros reinos no creen en las hadas y los demás seres mágicos? — Respondió ante la ingenuidad de su nieta. — Son adoctrinados para pensar que la magia no es real, tu misma eres un ejemplo vivo de esto. Los seguidores del dios único han dado caza al resto de los seres por milenios, por eso es que nos ocultamos.
— Pero si mi padre no hubiera sido expulsado de Monnate, no hubiese tenido que criarme entre humanos.
— Tu padre escogió a tu madre antes que a su pueblo.
— ¿Habría tenido alguna otra opción? — Preguntó algo irritada. — ¿Por qué entonces mi madre no pudo ir a vivir allí con nosotros y estaría también protegida? — Su voz comenzaba a temblar al recuerdo de su madre. — Pero ella no está, sólo dijeron que estaba muerta, pero nunca nadie la vio. Ni siquiera mi padre pudo decirme por qué no pude ver a mi madre si es que murió.
— Tu madre no habría podido entrar en Monnate, los humanos no pueden hallar nuestro reino — explicaba la abuela.
— ¿Qué haces aquí, abuela? — Preguntó.
Victoria había quedado con dudas respecto a la entrada de los humanos en Monnate, pero no quería seguir hablando del tema.
— He estado pensando que tal vez deberías venir a Monnate — respondió la mujer mayor recuperando la compostura.
— ¿Mi padre te lo pidió? Porque a él también se lo ocurrió que me fuera a Cariad. ¿Por qué ahora no quieren que esté en Vintown? Yo me alejé de Tham y no regresé a casa por miedo a que algo le pudiese ocurrir a mi padre, y hasta aquí me trajo el destino. Aquí encontré muchas verdades, que ustedes dos me ocultaron. No tengo deseos de ir a Cariad y mucho menos a Monnate. ¿Qué te garantiza que yo pueda entrar al reino de las hadas? Al final soy mitad humana — reprochaba la muchacha.
— Yo preparé todo para que llegaras aquí, supe del ataque planificado por los vampiros un día antes de la temporada social y me ocupé de que alguien te cuidara en Tham — confesó la mujer con voz queda. — La verdad es que hubiera querido llevarte antes a Monnate, pero tu padre se negó, al ser una Elegida del Hálito estás en constante riesgo, y aunque aquí, cerca del portal donde naciste y fuiste consagrada, estás protegida, en Vintown ya hay quienes te vigilan. Yo siempre supe que tenías magia Victoria, no tengo dudas de que puedas entrar a Monnate, aun cuando no tuvieras magia, la sangre antigua de las hadas de luz corre por tus venas.
— ¿Sabes que soy una de las elegidas? ¿Desde cuándo lo sabes? ¿Y mi padre, sabe el que soy una elegida? — Preguntaba sin darle tiempo a la mujer a contestar.
— Yo misma ayudé a tu madre a darte a luz, aquí mismo, en la cueva donde está el portal. Tu padre no lo sabe, aunque imagino que lo sospecha. Él no estaba cuando naciste, y tu madre siempre creyó que naciste en Cariad porque modifiqué sus recuerdos para protegerte — explicó.
— ¿Yo nací aquí? — Preguntó sorprendida, más bien para ella misma. — Entonces si sabes que soy una de las elegidas, sabes que no puedo irme, pronto será Baeltum. ¿Acaso estás en contra de la profecía? Tampoco quiero irme, ahora puedo entender por qué me siento conectada con este lugar — dijo en un suspiro