Catalina - Monnate
— Catalina. Imagino que sabes por qué he venido a verte, ¿verdad? — Preguntaba Llilh, la guardiana damoni de Cariad.
La reina de las hadas sonrió algo forzadamente.
— Sí, lo sé. El tiempo ha llegado y quieres respuestas.
— Respuestas que me prometiste hace tiempo — reclamó la mujer de cabellos castaños, hablando suavemente.
— Deberías estar en Libben — Catalina cambió de tema deliberadamente. Hablar de la profecía era algo que la ponía nerviosa desde antaño, muchas muertes había alrededor de ella, y eso siempre le había desagradado, al punto de haberse preguntado si los que querían evitar aquel evento estarían en lo cierto, pero su corazón siempre le decía que no, y el hecho de que su nieta fuera una de las que debía cumplir la antigua promesa aseveraba la necesidad de esta.
— El portal se abrirá mañana, no hay necesidad de mí aún. Quiero que me muestres el pergamino — declaró la damoni sin dar mas vueltas.
Los ambarinos ojos de la reina arcana sufrieron un leve espasmo ante aquel pedido. Aunque ella era la monarca de Monnate, Llilh era la mas antigua de los guardianes, obviamente más antigua que Catalina que apenas superaba los mil quinientos años. Sin contar que los damoni, aunque ahora se hallaran algo alejados del Hálito, eran parte de la fuente primigenia, y los creadores de todos los seres. Ella no podía evitar obedecerle.
— Sígueme.
Salieron de la inmensa biblioteca en la que se encontraban y comenzaron a recorrer varios pisos de hermosas galerías, delimitadas por columnas labradas en delicados diseños, de las cuales pendían enredaderas desde su cúspide. Se trataba de una rampa espiral flotante que acababa en lo que parecía un piso vacío.
Catalina sacó su varita y en un grácil movimiento de su muñeca tocó con la punta, lo que a los ojos de otros debería ser el aire. Pero fue como si tocara agua, unas casi imperceptibles ondas se esparcieron desde el lugar de su toque revelando un cuarto lleno de plantas con irisadas flores.
Ingresaron caminando solo unos pasos para llegar al centro, donde suspendido en el aire estaba un rollo de pergamino muy antiguo. La reina lo tomó.
— Aquí está — declaró. — No puedo dártelo. Pero puedo leértelo.
Aunque por fuera parecía un pergamino común, al abrirlo, intrincados símbolos semi luminiscentes estaban dibujados allí.
Era el idioma antiguo, que en el mundo superior se había perdido, pero no en Monnate, y estaba segura de que la damoni tampoco lo había olvidado. Comenzó a narrar con voz queda:
"En el albor de los tiempos,
estrellas cayeron de los cielos,
cataclismos causaron
y muertes engendraron.
Guerra y sangre corría
y el mal por la tierra hervía,
mientras en el centro del mundo
Ghina se erigía.
Dolor y guerra cundió
por milenios hasta hoy,
pero hacia la luz la brecha
se abre ahora estrecha.
Entre las arenas de Nabad
surge el citrino sin par.
De la aridez de Godo
surge la howlita en el domo
En el fuego de los volcanes de Ga Til
surge la cornalina gentil
En la florida Cariad
surge la amatista que transmutación da
En Syukur, en el brazo de hielo
surge el Diamante del duelo
En Agyry e Itzoz de los demonios
surge el ónix de oscuro testimonio
Y en la séptima entrada, Libben, pueblo pacífico,
surge el Rubí de corazón magnífico.
El último será el primero, dictado el momento.
Pues durante los Baeltum del setenado
los portales serán abiertos y su orden alterado.
Serán siete, los en Aastarni nacidos,
portadores de magia en su sangre,
redentores y redimidos.
El camino de la redención damoni
entonces será alcanzado
y el reino superior equilibrado.
El setenado completado
traerá paz y armonía
a los que estaban apartados
Pero si este es roto
no habrá paz por ningún voto.
La guerra levantada el día primero
permanecerá, y no habrá consuelo