Espíritu del Bosque — Al sur de Libben
Las huestes del dios único avanzaban de manera irrefrenable, habían diezmado todas las poblaciones mágicas que se hallaban del lado oriental de Ga’Til, con excepción de las pocas y bien ocultas comunidades de dragones de fuego.
Habían incendiado las Montañas Azules, y perseguido sin tregua a todos cuantos encontraban a su paso. Ahora, en el valle al sur del río Myr, donde hasta los viñedos de los humanos fueron arrasados, los íncubos y súcubos, liderados por Azazel, el druida, esperaban para hacer frente a sus perseguidores. A ellos se se sumaba una pequeña porción de duendes, faunos y hombres lobo, desarraigados de su tierra.
En el bando perseguidor, el sumo sacerdote Jos, y su deforme sirviente Gortum, comandaban un gran ejército de fanáticos muy bien entrenados que, sin saberlo, estaban cubiertos por una oscura magia ancestral, que los volvía invulnerables a los ataques mágicos, y les hacía creer que era el dios único que los protegía.
Al abrirse el portal de Libben, muchos damoni de esta región desaparecieron y se reunieron nuevamente con el Hálito, pero algunos quedaron, y fueron translocados al Mundo Superior. Los que estaban cerca del lugar de la batalla, confundidos, se sumaron a ésta, sin saber por qué ni en qué bando debían luchar, pero lo hicieron ferozmente y sin control. Los que reconocieron a Gortum, quien en tiempos pasados había sido un gran guerrero de las lides de Urd, se unieron a él sin otro motivo que pelear.
La batalla fue terrible, y los vencedores inexorables fueron los seguidores del falso dios, que no solo no tuvieron bajas, sino que sus filas se vieron aumentadas por los confusos damoni.
Algunos íncubos y súcubos sobrevivientes huyeron al norte, pero la mayoría murieron. Y allí quedaron sus cuerpos, alimento de carroñeros y caníbales; elementos de trabajo de magos negros, y abono de las destrozadas tierras.
Únicamente los portales que quedaban eran lugares seguros ahora.
CONTINUARÁ…