La Sra. Lu estaba sentaba en un sillón terciopelo frente a mí, portaba un vestido negro y un maquillaje ligero; ya había preparado el lienzo, estaba trazando su figura para luego pasar a los detalles, pero el silencio era tan tenso que me hacía difícil concentrarme y más con la mirada fija de ella sobre mí.
- Sra. Lu… ¿Puedo preguntarle algo? - pregunté temeroso.
- Habla.
- ¿Cómo se ve tan… joven?
Sentía su mirada atravesar me el alma, me estaba analizando, pide ver cómo frunció el cejo levemente antes de responder.
- ¿Has tenido envidia alguna vez? - abrí mi boca pero de ella no salió palabra alguna - La juventud es algo que siempre se desea, juventud y vida eterna… pero de nada sirve si no tienes con quien pasar esa eternidad. - su tono se volvió melancólico y por primera vez había visto como su semblante cambio a una triste, pero se compuso al instante y continuo - ¿Tú deseas algo?
No mencioné más y continúe trazando sobre el lienzo, dando miradas fugaces hacía ella.
He anhelado riquezas, claro, pero no he llegado al punto de envidiar a alguien, o al menos eso creo. Anhelo tener el tesoro suficiente para que mi madre goce de salud y viva cómoda, anhelo poder devolverle todo lo que hizo por mí y más, anhelo tener el reconocimiento por mis obras. Deseo y anhelo muchas cosas para tan poco tiempo.
- Todos queremos lo ajeno en la vida. - siguió - Nadie es libre de la envidia. Solo lo disfrazan con palabras sutiles.
- ¿Usted envidia algo, Sra. Lu? - devolví su pregunta.
- Claro, como todo mundo, envidio… envidio a todo que es como tú - hablo bajo eso último, pero alcance a escucharla
Durante 2 horas aproximadamente, terminé mi boceto y estaba preparando las pinturas cuando Gastón entro a la habitación y le hizo una seña a la Sra. Lu quién se puso de pie al momento.
- Continuaremos mañana - y salió de la habitación.
¿Qué pasa? Curioso por la reciente intromisión, dejo las pinturas y pinceles; y sigo el camino por el que se fueron Gastón y la Sra. Lu.
- No debiste dejarlo entrar, Gastón - le reprendía la Sra. Lu
Estaban los dos de pie frente a una de las ventanas enormes, yo estaba escondido detrás de un pilar, escuchando todo.
- Él insistió, además usted había dicho que necesitaría esparcir que la Sra. Lu estaba gravemente enferma.
- Si, pero no ahora - grito molesta - Van a querer verla.
¿Porque hablan en tercera persona de "Sra. Lu"?
- Perdone, los echaré ahora mismo.
Se escucharon los pasos de Gastón corriendo hacia el pasillo por el que viene, que no me vea, pasa lo más rápido que sus piernas le dan, ignorando por completo su alrededor y a mí.
- ¿Cuánto escuchaste? - su voz se escuchó perfectamente detrás mío.
Me gire asustado y ahí estaba, frente a mí con una mirada de indiferencia esperando mi respuesta.
- Y-yo… perdón, perdón…
- Ve a tu habitación - ordenó fría.
Asentí y hui de ahí. No debí seguirla, carajo, me van a correr y no llevo ni una semana siquiera. Voy a tener que devolver el dinero que me dieron, pero ya lo mandé, y no tengo forma de recuperar ni siquiera la mitad.
- Joven Durand, le manda esto la Sra. Lu - hablo Gastón, entregándome una bandeja con una taza de té y galletas.
- Gracias - acepte tembloroso.
Él se fue, yo deje la bandeja sobre la mesilla y me senté a la orilla de la cama. Mi mirada está fija en la taza de té, desconozco de que será, pero el olor que suelta es bastante dulce con un color verde pálido. Tomé el té y lo acerque a mi nariz, el olor se volvía más fuerte, parecía ser anís o canela, me trae viejos recuerdos de niño; cuando mi madre preparaba té y lo acompañaba con galletas caseras, eran bellos momentos; bebí un trago del té, estaba delicioso y podría apostar que era anís, seguí tomando mi bebida mientras rememorar a pequeños recuerdos con mi madre.
- Ay… mamá… - suspiré.
¿Y si la llamaba?
Tomé mi móvil y marqué su número, hasta que ella contesto.
- ¿Quién es? - mi madre ya era una persona mayor, y estaba empezando a tener problemas de visión, eso sumado a qué no sabe usar la tecnología.
- Soy yo, mamá, Arthur.
- Mi niño, que alegría. ¿Cómo estás? ¿Te está gustando tu trabajo? Sabes que si no estás cómodo puedes volver cuando quieras. No tienes que hacer nada que no quieras.
- Tranquila, estoy bien. ¿Y tú? Minerva me mencioné que está semana comienzas tu tratamiento.
Seguimos hablando por un par de minutos más, hasta que un cansancio extraño empezó a esparcirse por mi cuerpo, me despedí de mi madre y me acomode para dormir.
Eran apenas las 9:47p.m.
Cuando mi cabeza tocó la almohada caí dormido al instante.
01: 27a.m.
Un ruido sordo me despertó. La puerta de mi baño está entre abierta y la luz encendida. No recuerdo haber entrado al baño antes de dormir. Me levanté a duras penas, sentía el cuerpo pesado y adormecido. Empujé la puerta, no había nada fuera de lugar, o eso pensé hasta que vi el espejo.
"Abandona el hotel"
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Editado: 24.11.2023