Despertares: La tempestad latente

6. UN CAMINO EXTRAÑO

Armin se apresuró hacia la escuela, decidido a evitar otro penoso incidente como el que experimentó con el profesor Frank. Caminó con rapidez por las calles desiertas, mientras recordaba las indicaciones que su madre le había dado la noche anterior.

Durante la cena, Clara había comentado entusiasmada lo bien que le había caído la vecina de al lado.

—¡Platicamos como si nos conociéramos de toda la vida! —dijo ella—. Me indicó cómo llegar al súper más cercano y me aclaró que no podemos ir a ningún lado por cualquier camino. Algunos son más seguros que otros. Me dijo por dónde podemos transitar y por dónde es peligroso. ¡Hasta me dibujó un mapita en esta hoja! Miren…

Armin avanzaba con paso firme, rememorando las historias que Alonso, Lys y Adrián le habían contado.

Lo malo es que ahora me obligarán a venirme a pie sin falta, pensó refunfuñando.

De acuerdo con las indicaciones de la vecina, debía caminar dos cuadras por la calle Nuevo Abeto, dar vuelta a la derecha y continuar hasta topar con la calle Nuevo Álamo; en la bifurcación, tomaría la calle de la izquierda. La temperatura era agradable, soplaba un viento fresco.

Voy a llegar de volada, pensó antes de tiempo.

La calle Nuevo Álamo se extendía ante Armin como un interminable corredor flanqueado por árboles. La frondosa vegetación ocultaba el final de la vía, sumiendo al joven en una creciente inquietud. Con cada paso apresurado, su desasosiego se intensificaba.

¿¡De cuál película de terror salió este lugar!?

Las casas del entorno lucían desvencijadas y abandonadas, aunque los autos estacionados señalaban lo contrario. Armin, presa de la ansiedad, aceleró el paso mientras el sudor empapaba su frente. Anhelaba escapar de aquella calle cuanto antes. De pronto, una leve brisa matutina acarició su rostro, brindándole un efímero alivio.

¿En serio vive alguien aquí? La mente de Armin, propensa a divagar en historias fantásticas en los momentos menos oportunos, se inundó de interrogantes. Absorto en sus pensamientos, no se percató de que las casas y los autos habían quedado atrás, y se encontraba rodeado por imponentes árboles. Fue la oscuridad del terreno la que lo arrancó de sus ensoñaciones y le hizo tomar conciencia de su ubicación. Por extraño que pareciera y sin que él se diera cuenta, Armin se hallaba ya en el bosque sombrío. Un fuerte ruido lo sobresaltó, obligándolo a retroceder.

Mejor me voy por otro lado.

Su corazón se desbocó al descubrir que el sendero por el que había llegado había desaparecido. En su lugar, se erguían enormes árboles, cuyas ramas danzaban al ritmo de la brisa, como si lo invitaran a adentrarse aún más en aquel misterioso bosque. Sin otra alternativa, Armin se armó de valor y siguió adelante.

Alonso, Lys y Adrián acampan aquí, no debe ser tan peligroso, trataba de convencerse. Buscaba en vano una vereda. Sólo se topaba con más arbustos y piedras, y los extraños ruidos no cesaban. Estaba seguro de que escuchaba pasos tras él. El bosque se tornaba más denso; el crujido de ramas le hacía pensar que alguien más se desplazaba entre ellas.

Debe ser mi imaginación. Armin se aferraba a ese pensamiento al tiempo que mantenía la mirada fija en el suelo. Levantaba la vista únicamente con la esperanza de encontrar una salida, pero sus esfuerzos eran en vano. De repente, un sonido más fuerte lo obligó a alzar la cabeza. Fue entonces cuando notó que del collar que llevaba al cuello emanaba un tenue resplandor.

Debió ser un reflejo del sol.

Armin sostuvo la roca azul entre sus dedos temblorosos y, luego dirigió su mirada hacia el cielo. Estaba nublado. El viento cesó abruptamente y un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Un escalofrío recorrió su joven cuerpo; la certeza de que alguien lo observaba se instaló en su mente. A pesar de su renuencia, se armó de valor y miró por encima de su hombro.

Sí. Ahí estaba.

A lo lejos apreció una silueta inmóvil. Los ojos de Armin parecían querer salir de las órbitas, su corazón latía con tal ritmo, que las venas de los brazos y el cuello se llenaron de sangre y se tornaron abultadas.

Las sombras envolvían aquella figura, impedían que Armin distinguiera su rostro. Aun así, lograba discernir que poseía aspecto de hombre, pero había algo insólito, algo que lo hacía diferente. Un terror gélido se apoderó de él cuando advirtió que aquella silueta empezaba a moverse con rapidez hacia él. ¿¡Y ahora qué hago!? Sus pies se negaban a responder. ¡Corre!, se ordenaba a sí mismo. Fue gracias a un impulso de una fuerza interior que logró vencer la rigidez que lo dominaba. Armin se lanzó a una carrera desesperada, sin mirar atrás, sin saber si llegaría a algún lugar seguro. Los árboles se convertían en obstáculos, las piedras y zanjas en trampas mortales; sabía que un sólo tropiezo bastaría para quedar al alcance de aquel espeluznante ser. Cerca. Sentía su presencia cada vez más cerca, acechándolo. No había escapatoria, y Armin era dolorosamente consciente de ello. Exhausto y derrotado, se detuvo. El aliento, justo detrás de su cabeza, lo hizo estremecerse de puro terror. Una mirada pesada y escalofriante se clavó sobre él. Percibió cómo una mano se aproximaba hacia su hombro. Lentamente… Y en cualquier instante…




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