Despierta Hermanita

Puré de Tomate Abstraído y Murciélago Endiablado

Los primeros días de universidad iniciaban con una sosa inducción a la cátedra propia de Oxford: historia de la universidad, sistema de matrícula de asignaturas, procesos de cancelación, grupos culturales y otras cosas que mencionaba el folleto para nuevos estudiantes.

Si bien por cuestiones no tanto económicas, sino por cobardía, no me había animado a estudiar música, mi estadía en Oxford no sería tan tediosa si al menos llegaba a  ser parte del coro: mi escape predeterminado.

Después de esa breve fase, ya era hora de remangarse las mangas y ponerse a trabajar.

Ese día me desperté excesivamente temprano con la misma ansiedad con la que reingresamos al colegio después de las vacaciones.

No podía encontrar nada en el armario. Precisaba de algo que me hiciera sentir cien por ciento segura y decidí usar un jean azul oscuro con una blusa estilo polo negra y una chaqueta de dril rojo. Para mi sorpresa, la ropa me quedaba un poco más holgada, pero no me entusiasmé mucho, pues desde tiempos inmemorables, he sido víctima del efecto yo-yo, en cualquier instante recuperaría las libras perdidas. 

Revisé mi morral gris: kit de primeros auxilios, lapiceros de colores, una agenda, sombrilla y celular.

Producto de la ansiedad por el inicio de la vida universitaria, se me quitaron las ganas de engullir algo de desayuno y busqué a Aria para anunciarle que estaba lista.

‘'¡ARIAAA!’' grité.

Como mi anfitriona no apareció, asumí que había olvidado que debía llevarme.

Me dio pena ir a su alcoba a despertarla, así que sólo pasé por la cocina y cogí una manzana verde, y un botilito de agua. Justo cuando me disponía a llevarme unas lonjas de jamón, vi en la isla de granito negro, una nota con mi nombre y al lado de esta, un juego de llaves con un llavero en forma de schwa.

Abrí la nota: '‘En la entrada hay algo que hará más emocionante tu recorrido a la universidad. Disfrútalo. Con cariño, Harreck’'.

No lo podía creer. Miré el logotipo de las llaves y era BMW.

¿Cómo iba a ser divertido manejar un auto? Tenía nociones de cómo conducir, pero nunca tomé lecciones, por lo que corría el riesgo de accidentarme.

Exhalé los nervios y fui a la entrada.

Teniendo en cuenta el historial de bromas pesadas de don Harreck, el misterioso vehículo podría ser uno de juguete.

‘'¡DEMONIOS!’'Grité internamente.

Lo que me esperaba a la entrada no era precisamente un auto de juguete, era una masiva motocicleta negra.

Una pesada palmada en el hombro me espabiló.

-Oxford es un lugar más bien soso. - Chasqueó los dientes.- Esto te hará sentir algo de adrenalina pequeña- dijo Harreck.

-Mira...- medí el impacto de lo que diría antes de seguir.- Agradezco enormemente que me hayan dado esto, pero no tengo ni idea de cómo manejarla.- dije nerviosa.

-Ven, es muy fácil, no desesperes.- una palmadita en la espalda como signo de puntuación.- Eres estupenda con la bici, pero si mal no recuerdo.- una risita burlona.- Casi nos envías al más allá hace unos días en un carruaje de cuatro ruedas.

La verdad es que sí puede que fuera algo torpe con los carros, pero en mi defensa, los piecitos de infante que tengo, me fallaron al pisar simultáneamente el pedal acelerador en lugar del freno.

No todo fue tan malo porque llegamos a Henley-On-Thames en un santiamén y, por primera vez, veía al señor gigante más pálido de lo que es. En cuanto a su señora, dijo palabras que no debo repetir para que puedan ubicar este tomo al lado de las obras de Paulo Coelho.

Harreck se transformó en el presentador de uno de esos programas cargados de testosterona y motores.

Con entusiasmo explicaba cada detalle de la robusta máquina que, dudaba pudiera manejar sin que quedara aplastada como un sapo.

Ese sujeto parecía un niño desempacando un juguete. Me recordó a Nathan, quien solía comprarnos a Julian y a mí, juguetes que su niño interior quería.

Cuando terminó con su labor, me miró como preguntándose si había entendido algo.

Meneé la cabeza de lado a lado y fruncí el ceño. 

-Pretende que es una bicicleta con esteroides y estarás bien, niña.

Como todo un rock star, se recogió el pelo en una cola de caballo y caminó como todo un semental hacia mí.

A medida que se acercaba, dimensionaba su tamaño y me sentía cada vez más pequeña hasta que el sol quedó oculto con esa espalda de tamaño colosal.

Con cuidado cogió y mochila y volvió de un salto a la moto.

Señaló un pequeño baúl, en donde echó sin cuidado mi mochila.

Me invitó a sentarme en el trono y él se sentó detrás de mí. Sus largas manos alcanzaban al manubrio y dijo unas mil cosas que no lograba computar, pero me tranquilicé al asumir que me acompañaría en el primer paseo sobre el bólido de dos llantas.

-Tus manos firmes en el manubrio y tus ojos clavados en la carretera.- indicó con su tierna voz de barítono. 

Sentí el motor bajo mis muslos y el pavor se apoderó de mí aunque Harreck seguía conmigo.

La motocicleta comenzó a avanzar suavemente. Todavía sentía a mi ángel de la guardia gigante haciendo su trabajo: librándome de todo mal.

En un par de segundos la velocidad había incrementado, así como la emoción de estar sobre algo tan enorme.

'‘BON VOJAGE QUERIDA’'

La voz de Harreck era lejana, pero seguía sintiendo el calor paternal de su cuerpo.

Giré mi cabeza y él estaba a casi veinte metros de distancia.

''Ojos clavados en la carretera'', recordé.

Estaba sola, manejando ese monstruo.

Si paraba caería, tenía que seguir. Aumenté la velocidad y unos cuantos metros después se sentía liberador, quería ir más rápido y sentir el viento contra mi rostro.

Eso fue lo más emocionante y osado que me habría atrevido a hacer en ese entonces. 

Pese al tamaño de la bestia que montaba, en verdad se sentía como estar montando bici, estaba en control total.



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En el texto hay: vampiros, misterio, hermanas

Editado: 02.11.2022

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