Desposada con el Alfa

CAPÍTULO DIECISIETE

El sonido de la campana me saca de mis pensamientos, y Bee toma mi mano, apresurándome a clase para no llegar tarde. Al entrar, noto que todos los ojos se dirigen hacia mí, sus miradas llenas de curiosidad y murmullos flotando por el aula. Mi ceño se frunce con confusión. ¿Por qué todos me están mirando así?

 

Sus conversaciones en voz baja llegan a mis oídos, sus palabras cortando el aire a pesar de sus intentos de discreción.

"¿Viste las fotos?", pregunta una voz.

"Sí, las vi. No puedo creer que realmente intentó forzarse sobre Alex", responde otra voz. 

 

Las palabras me golpean como un puñetazo en el estómago, y siento que surge una oleada de incredulidad dentro de mí.

"Lo sé, tan descarada", continúa la primera chica, alimentando el fuego del chisme. 

"¿Realmente pensó que él se fijaría en una chica como ella?". El desdén en sus voces es palpable, y duele. 

 

"En sus sueños", se suma la otra chica, su risa resonando en el aula. Para este momento, ya tengo lágrimas en los ojos sin darme cuenta. No podía creer que pensaran que me lancé sobre Alex, ¿y de qué foto están hablando? El peso de sus acusaciones cuelga pesado en el aire, y siento una mezcla de enojo y dolor arremolinándose dentro de mí. 

 

"¡Oigan, ustedes dos!", la voz de Bee corta la tensión, su dedo apuntando acusadoramente a las chicas que estaban chismeando. 

 

"¿Qué?", responde una de ellas a la defensiva. 

 

"Si dicen una mentira más sobre mi mejor amiga, las abofetearé tan fuerte que les resetearé el cerebro estúpido", amenaza Bee, sus palabras impregnadas de veneno. 

 

"¡Oye!", estalla la otra chica, poniéndose de pie en un arrebato de ira. "¿Quién demonios crees que eres para hablarme así?", exige, su voz elevándose de enojo. 

 

"Soy la chica que les recordará verificar los hechos antes de hablar", responde Bee con firmeza, sin ceder terreno. Noto que toda la clase se ha vuelto para presenciar la confrontación, sus ojos fijos en nosotras con diversos grados de interés y curiosidad. 

 

Percibiendo la creciente tensión, extiendo la mano y tomo la de Bee, tratando de disipar la situación antes de que se salga de control. "Está bien", intervengo suavemente, esperando aplacar la creciente animosidad. "No vale la pena perder el tiempo con ellas". 

 

"No, no acabas de hacer eso", sisea una de las chicas, su enojo palpable mientras se ofende por mi despido. 

 

Me giro para enfrentarla, mi expresión cuidadosamente compuesta en una máscara de firme resolución, ocultando el dolor que sus palabras me han infligido. 

"Sí, lo hice", afirmo con firmeza, mi voz estable a pesar del torbellino dentro de mí. "Pueden chismear sobre mí todo lo que quieran, pero eso es todo lo que pueden hacer: chismear. No están haciendo nada mejor con sus vidas". 

 

Ella jadea, desconcertada por mi franqueza, su conmoción evidente en la apertura de sus ojos y la separación de sus labios. 

 

"Vámonos, Bee", declaro, tomando la mano de mi amiga y guiándonos de regreso a nuestros asientos sin darle a la chica la oportunidad de replicar. 

 

Justo entonces, nuestra maestra entra al aula, disculpándose por la demora, y el salón de clases gradualmente vuelve a su rutina normal. Bajo la cabeza, dejando que mi cabello caiga hacia adelante, usándolo como un escudo para ocultar la vulnerabilidad que siento. Qué manera de comenzar mi mañana, pienso para mí misma, mi corazón pesado con el peso de la confrontación. 

 

***

 

Para mi alivio, el resto del día transcurre sin más menciones de Alex o de mí. Todos conocen a Alex porque se graduó de nuestra escuela y era bastante popular. En cada clase, me sumerjo en las lecciones, agradecida por la oportunidad de concentrarme en mis estudios sin la distracción de los chismes y las especulaciones. 

 

Dirigiéndome al almuerzo con Bee, trato de dejar de lado la tensión persistente de antes, esperando un momento de paz. Sin embargo, cuando doy un mordisco a mi sándwich, Bee hace la pregunta que he estado temiendo todo el día. 

 

"¿Tengo que preguntar o me lo dirás tú misma?", inquiere, su tono gentil pero inquisitivo, mientras da un sorbo a su jugo de naranja. 

 

Exhalo profundamente, mis hombros hundiéndose con resignación. Con el corazón pesado, le cuento los eventos de los últimos días. Nunca nos hemos guardado secretos, y sé que puedo confiar en ella con la verdad. 

 

"Wow", murmura Bee, su mirada fija en mí con una mezcla de preocupación e incredulidad. 

 

"Lo sé", respondo, reconociendo el peso de todo lo que he compartido. 

 

"¿Cómo lo está tomando Alice, siendo tú la esposa y segunda oportunidad de su compañero?", cuestiona Bee, frunciendo el ceño con preocupación. 

 

"Por los rumores que escuchamos el lunes, supongo que no muy bien, y no estoy segura de que ella sepa que soy su segunda compañera todavía", digo. 

"Es cierto. Y ten cuidado. No me sorprendería que intentara algo más siniestro", advierte Bee. 

 

"Lo ten—" Mi respuesta se corta cuando de repente siento líquido cayendo sobre mi cabeza, empapándome en un frío y pegajoso desastre. Jadeando de sorpresa, parpadeo confundida, sin poder comprender lo que está sucediendo. 

 

"¿Qué demonios te pasa?", la voz de Bee corta el caos, su tono afilado de enojo mientras confronta a quien sea responsable del repentino ataque. Permanezco inmóvil, incapaz de moverme mientras la salsa gotea por mi cuerpo, mi mente dando vueltas con incredulidad. ¿Qué demonios acaba de pasar? 

 

 




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