Después de la tormenta

Prólogo✅

Atiendo a una pareja de ancianos que siempre vienen a la cafetería en la que trabajo, ellos me sonríen al terminar de pedir y vuelvo a mi trabajo.

Me gustaría llegar tan lejos con Olaf, llevamos juntos tres años y creo que podemos llegar a ser como la pareja de ancianos. Creo que nuestro amor puede durar hasta que seamos ancianos. No creo que nadie pueda quererme como lo hace Olaf, con todos mis defectos.

– ¿A qué hora termina tu turno?- me pregunta mi compañera, Amalia.

– Creo que a las seis.

– ¿Harás algo después?- niego.- ¿Tomamos algo juntas?

– Claro.

Les sirvo su té con galletas a otra pareja y sigo atendiendo el resto de mis mesas, Amalia atiende las suyas, entramos casi a la vez a trabajar a la cafetería no es que me desagrade trabajar aquí pero no es para lo que yo estudié. Y aunque me fastidia debo reconocer que no hay muchos puestos como publicista, y si los hay piden al menos tres años de experiencia, pero con veinticuatro años y la carrera recién finalizada, no sé como esperan que tenga esos años de experiencia que piden.

Una vez que nuestro turno termina, Amalia y yo nos cambiamos atrás, nos quitamos los delantares, nos arreglamos un poco el pelo y nos retocamos el maquillaje.

– ¿Nunca has pensado en dejarte el pelo largo?- me pregunta de repente.- ¿O quitarte las gafas?

– Me gusta el pelo corto, no me estorba cuando estoy trabajando.- digo mirando mi corte en el espejo, no es del todo corto, un poco por encima de los hombros y con ondas, mi cara es pequeña y mucho pelo consigue hacerla desaparecer casi por completo.- Y las gafas no me quedan mal, igual no las utilizo siempre y lo sabes, solo cuando siento la vista cansada.

– Ya sé, ¿Otra noche leyendo? ¿O hubo acción?- niego con diversión.

– Leyendo, Olaf llega muy cansado del trabajo y no tiene energía.

– Algunas veces creo que tu novio es una momia, con semejante novia y siempre está cansado.- niega.

Desde que Amalia conoció a Olaf lo odia, cree que soy mucha mujer para él y que merezco un hombre mucho mejor. Y desde que hace unas semanas le comentase que estaba en una periodo de sequía reafirmó su teoría de que mi novio no me merece.

– Vamos.

Ambas salimos, despidiéndonos antes de nuestros compañeros, ahora les toca a ellos trabajar por unas cuantas horas.

Pasamos por varias tiendas de ropa, de las que Amalia sale con tres bolsas con vestidos y yo con una con un par de pantalones negros, no tengo muchos pero mi madre siempre dice que me quedan muy bien, así que me los compro para ver que tan cierto puede ser eso.

– ¿Cómo está tu hermano?- pregunta de repente.

– La quimio es dura, a veces lo ves con algo de energía pero no es tan común como querría.- digo algo cabizbaja.

Mi hermano mayor, Carsten, tiene leucemia, y yo no soy compatible con él, ni mamá tampoco, mi padre claro que no lo es ya que no son padre e hijo biológicamente aunque si lo ha criado como tal, así que todos estamos mal por no encontrar una solución para mi hermano, no es justo, él siempre fue bueno y ahora con veintisiete años tiene que pasar por una enfermedad tan fea.

– Seguro que se recuperara.

– Eso esperamos todos.- le sonrío.- Hemos intentado localizar a su padre, pero no hemos conseguido nada.- me encojo de hombros.- Está en lista de espera para el trasplante de médula.

Seguimos andado, dejando de lado el dolor del cáncer de mi hermano y hablamos de otras cosas, como el tercer novio de Amalia desde que empezó hace seis meses el año. Admiro la capacidad de Amalia para dejar a un chico que no le llena o que tiene ideas de futuro muy diferente a los de ella.

Paramos en una heladería y allí cada una pide el helado con su sabor favorito, yo pido fresa con virutas de chocolate y Amalia uno de menta, eso está asqueroso pero no voy a juzgarla solo por la mala elección de helado.

– ¿Cómo están tus padres?- le pregunto yo esta vez.

– Siguen sin hablarse, tiene un hijo pequeño en común por muy divorciados que estén pero no se quieren entender, ambos quieren mandar sobre el niño.- resopla.- Los obligué a ir a un psicólogo de familia para que este les ayude, parece que va bien porque Edel se ve más feliz.

– Me alegro de que por fin hayas tomado cartas en el asunto.

– Si seguían así, Sam, te juro que me llevaba a mi hermano aunque tuviese que compartir el apartamento en el que vivo.

– Eso es fuerte, tu odias compartir tu espacio.

– Si que lo hago si.

– Parece que va a llover.- digo mirando las nubes oscuras que se están formando.

– Lo mejor es que nos vayamos cada una a nuestro apartamento.

Me despido de ella cuando llegamos a su apartamento, que está mucho más cerca que el mío, para llegar tengo que tomar un autobús, pero no me importa, me gusta tomar el autobús, ver a la gente pasar e imaginarme que podría ser de sus vidas, me creo unas historias bastante locas en la cabeza.

La noche ya comienza a entrar, empiezan a caer las primeras gotas de lluvia así que cuando bajo del transporte público, corro hasta mi edificio resguardándome de ella.

Una vez que ya estoy resguardada de la lluvia, me relajo y subo con calma por el ascensor. Olaf tiene que haber terminado ya su trabajo y tiene que estar ya en el apartamento, mañana tengo que hablar con la casera para firmar el nuevo contrato, no me parece bien que nos suba el alquiler cuando casi ni estamos en casa.

Al entrar veo algunas prendas de Olaf en el suelo, es raro, mi novio es bastante ordenado y odia cuando yo dejo mis zapatos mal puestos o las chaquetas por cualquier lado.

Escucho ruidos que provienen de nuestra habitación, me voy acercando para oírlos mejor y me congelo, no puede ser, debe ser una broma.

– ¡Dios, si Olaf! Más.- escucho que gritan, ¿y esa voz de quien es?

Con el corazón en la mano me acerco más hasta abrir la puerta del cuarto, encontrándome a mi novio, o mejor ex novio, con una de mis amigas, mejor conocida como ex amiga, Walda. No puedo creerme que ellos me hagan esto.




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