Miro al chico que me ha preguntado si estoy bien. Es un chico alto, mucho, quizás demasiado. Sus ojos azules oscuro me miran huecos, sin emociones, y su pelo negro se encuentra bien peinado, es guapo, demasiado, ¿este hombre es real?
– Hola, ¿estás bien?- su voz es profunda cuando vuelve a preguntarme.
¿Existe gente como él? Es demasiado atractivo, no solo parece tener un físico perfecto sino que su voz profunda lo hace más atractivo.
– No.- digo temblando, estoy muerta de frío.- Tengo mucho frío.
– Ya, tienes los labios morados.- dice serio, es algo espeluznante.- Toma.- dice sacándose su americana y pasándomela por los hombros. La chaqueta está muy caliente.- ¿Necesitas que te lleve a algún sitio?
– Mi apartamento...- siento ganas de llorar otra vez.- No puedo ir.
– ¿Por qué?- parece un niño pequeño preguntando solo que es adulto y no tiene para nada cara de niño.
– Mi novio...ex novio y su amante están allí.
– ¿Infiel?- asiento. Él murmura algo en voz baja que no logro escuchar.- Esto va a sonar medio raro, pero, tengo una habitación de sobra, puedes pasar la noche en ella si quieres.
Miro al chico, no lo conozco de nada y desconfío de cuales sean sus intenciones reales detrás de esa propuesta, podrían ser buenas como podrían no serlo.
– No me mires así, sino quieres no hace falta.
Sopeso las posibilidades, volver al apartamento no está entre ellas, ir a mi casa de la infancia es imposible porque se encuentra a dos horas en avión, y mis amigas no pueden acogerme porque uno es tarde y dos comparten sus apartamentos por lo que no tienen sitio y a este hombre no lo conozco de nada pero es mi única opción al parecer.
– Sino es molestia.
Él se levanta, ¿estaba de rodillas? Pero ¿cuánto mide este chico?, y me tiende una mano, la tomo pero de inmediato la suelto, lo sigo de cerca para ir debajo de su paraguas, todavía tengo frío a pesar de llevar la chaqueta del desconocido, pero es que es normal, estoy entera calada, lo que no es normal es que no sepa el nombre del chico.
– ¿Cómo te llamas?
Él me mira por unos instantes, tiene que medir un metro noventa por lo menos, no soy muy alta pero tampoco tan baja para verme de metro cincuenta al lado de él.
– Lukas.- seco, sin emociones.- ¿Y tú?
– Samantha.- miro la calle, desierta.- Gracias por esto.
Él no contesta, ni siquiera me mira mientras seguimos andando por la avenida. Veinte minutos después es que llegamos a un edificio lujoso, es algo que ni compartiendo sería capaz de pagar, a no ser que pagase lo más mínimo, mi sueldo de camarera no me da para tanto.
Él me deja pasar y cierra el paraguas cuando estamos en la recepción, sus ojos oscuros no me miran, sino miran a alguien detrás de mi, me giro para ver a una chica rubia, de ojos verdes, alta y bonita, de seguro una modelo.
– Lukas.- lo saluda pero él no lo hace.- Siempre tan hablador.
– Si quieres hablar ve con tu novio.- le dice cortante.
– Todavía…
– Brianna, que me dejases era algo que yo ya sabía.- rueda los ojos.- No te creas tan importante, que la única mujer que me importa es Eleanor.
– Tu hermana siempre estará por encima.- se queja como si fuese una niña pequeña.
– Si.- su mirada me hiela la sangre, preferiría que jamás me viese a mi de esa forma.- Vamos Samantha.
– ¿Eh? Claro.
Juntos subimos al ascensor, la rubia, Brianna me mira, se percata de que llevo puesta la americana de Lukas y luego se da la vuelta, indignada, otra que no tiene dignidad, con novio y queriendo que su ex le haga caso, eso es bastante patético.
El ascensor se detiene y salimos juntos de el, él se adelanta, lo normal con sus piernas tan largas y abre la puerta de lo que es su apartamento.
Una vez dentro intento no mirar mucho, no quiero ser una chismosa, pero un cuadro enorme en el centro de la sala llama mi atención.
En él hay una mujer, rubia, ojos azules oscuros, un icono de la moda alemana, Adriana Hoffman, y junto a ella dos niños pelinegros, de ojos azules igual de oscuros y piel pálida, ambos sonrientes y de edades muy similares. Justo al lado de ese cuadro hay otro más, en el aparecen dos chicos, y una chica, lo que supongo es él, una chica igual que él pero en versión femenina y un chico castaño y de ojos miel que se parece ligeramente a la chica y al chico, comparten ciertos rasgos.
– ¿Quieres ducharte?- me sobre salto al escuchar su voz cerca de mí.
– Si.- digo rápida.
– No tengo ropa de tu talla, pero toma esto.- me pasa una camisa, supongo que suya unos pantalones que dudo sean mi talla, es muy pequeña para cualquier persona de mi edad, ¿Serán de alguna ex novia?- Y esta toalla, el cuarto que te dije está ahí.- señala detrás de él.- Hay un baño dentro.
– Gracias.
– ¿Quieres algo de cenar?
– No es necesario.
– Vale.
– ¿Eres el hijo de Adriana Hoffman?- él se gira, mira el cuadro con dolor y luego asiente.- Te pareces…
– Lo sé.- me interrumpe.- Duchate.
Lukas se va, desaparece por un largo pasillo y me deja sola en mitad de su sala, ha sido incómodo para él, supongo que es un tema delicado, pero ¿cómo no? Adriana Hoffman fue asesinada a sangre fría hace trece años y para su hijo no debe de ser fácil. No debí preguntar, soy una estúpida, ahora debe de odiarme por ser una curiosa.
Entro rápida a la habitación que me ha dicho. Es enorme, más grande que la que tenía en mi antiguo apartamento, pero es normal allí no tenía ni siquiera baño.
Cierro la puerta con seguro, me desnudo con rapidez y me meto al baño, regulo el agua y me doy una ducha de agua caliente que se siente genial, estaba completamente helada cuando él me encontró y habría pillado un buen resfriado de haber seguido bajo esa lluvia, mojándome y llorando.
Salgo envuelta en la toalla, me seco el pelo con un secador y me pongo la ropa, como pensaba el pantalón no me viene pero la camisa sirve de vestido así que no hay problemas con eso.