Subo en el ascensor con Lukas detrás de mi, no entiendo la conversación o más bien pequeña discusión que hemos tenido hace unos segundos ni tampoco como he dejado que suba al que ahora es mi antiguo apartamento. De seguro Olaf sigue en el apartamento y no quiero que él me vea llorar, ya me ha dicho ridícula varias veces no solo con palabras sino también con su seria mirada, y no quiero aguantar más humillaciones.
– Espera aquí.- le pido, esperando que me haga caso.
– No.- y avanza sin dejarme replicar, es un hombre obstinado.
Saco las llaves de mi bolso y con pesar abro la puerta, alertando a la chica del comedor que he llegado, no puedo creerme que todavía tenga el descaro de estar aquí, esto es asqueroso. No puedo creer la poca empatía y lo cerdos que son ambos, no les importó nada mi reacción de ayer. Les da exactamente igual si estoy o no bien, su placer va antes que los sentimientos de quien fuese su amiga y pareja.
– Oh, linda, ¿qué haces aquí?- pregunta con inocencia.
– Vine a por mis cosas.- suelto a la defensiva, no queriendo hablar nada más con ella. Me da asco solo de recordar su cuerpo desnudo chocando con el de Olaf.
– ¿Te vas?- escucho la voz del hombre que creí el hombre de mi vida.- Yo no puedo pagar el apartamento solo y tu no tienes a donde ir.
– Ella vivirá conmigo.- casi me sobresalto.
Todos nos giramos al escuchar a Lukas, creí que se había quedado en la puerta y que no se había atrevido a entrar, pero al parecer es más descarado de lo que creía, entrando donde no lo han invitado. Sin embargo agradezco que lo haya hecho, aunque sea mentira.
– ¿Y tu eres?- pregunta Olaf con desagrado.
– Alguien que no te importa.- al menos ya sé que lo de ser borde no es solo conmigo, sino con todo el mundo que no sea su hermana pequeña o sus sobrinas, y, por desgracia, eso me hace sentir mejor.- Samantha, date prisa.- dice sin mirarme, no deja de mirar a mi ex novio.- Sé que soy guapo pero no tienes que mirarme tanto.
Intento no reírme de las caras que ponen los dos infieles pero no lo consigo, llamando la atención de todos y como no me gusta ser el centro de atención desaparezco, paso rápido por al lado de Olaf y entro a la habitación para hacer las maletas.
Intento darme prisa, no quiero que haya ninguna pelea entre los dos chicos, pero si tengo que apostar quien de los dos ganaría estoy bastante segura de que sería Lukas, él es musculoso y parece entrenar mucho su cuerpo, en cambio Olaf es un chico del montón con algunos rollitos de grasa.
Salgo del cuarto con dos maletas y una mochila. Olaf deja de mirar a Lukas y me mira a mi, en cambio Walda no deja de mirarlo en ningún momento, y a él parece interesarle más una mosca que los dos que lo miraban fijamente, hasta yo parezco interesarle más.
– ¿Nos vamos?- dice mirándome a mí.
– Si.
– Samantha.- me llama Olaf.- Esto solo ha sido un error.- él se acerca a mi y yo me alejo.- Dame otra oportunidad cariño.
Tiene el descaro de decir que es un error cuando ella sigue en el apartamento, con su ropa y cuando no fue capaz de preocuparse de si yo estaba bien o no. Si Lukas no me hubiese encontrado anoche, de seguro hubiese acabado durmiendo en un banco bajo la lluvia. Tengo ganas de vomitar solo de escucharlo.
– ¿Tengo cara de estúpida?- le pregunto.- ¿La tengo?- le pregunto a Lukas.
– A mi mejor no me preguntes.- se encoge de hombros, tan serio como siempre.
– Bueno, que no me creo nada.
Salgo del apartamento cabreada, sin ganas de llorar por él, no se merece ninguna de mis lágrimas.
Llamo al ascensor y mientras lo espero, alguien me da un pañuelo, al levantar la vista me encuentro con el perfil de Lukas, no me mira pero el gesto de darme algo para secar las lágrimas de impotencia que salen de mis ojos, me hace no odiarlo por su mierda de actitud.
Ninguno de los dos habla mientras bajamos en el ascensor, algunas vecinas se paran al verme pero ninguna dice nada, es mejor así, no quiero hablar con nadie, incluso el silencio de Lukas es ahora agradable.
Él me ayuda a subir mis maletas a su coche, en silencio como siempre que se trata de él, y luego nos subimos de nuevo a su coche caro.
– ¿Decías enserio lo de tu apartamento?
– ¿Sabes cocinar?- asiento sin recordar que él no me está viendo.
– Si.
– Entonces si, tu compraras la comida, yo me encargaré de pagar el resto.- dice con sencillez.- Estoy harto de comer comida precocinada de supermercado.
– Yo me encargaré de la comida.- le digo más animada.
– Acuérdate de mandarle tus datos y curriculum a Ana.- dice sin mirarme.- Yo dejaré tus maletas en el apartamento y le diré a Ana que cuando te vea te de las llaves.
– No hace falta, puedo replicar las…
– Llevo meses queriendo quitárselas, tu eres la escusa perfecta, así que ella te dará sus llaves.- se para en un semáforo.- Apunta mi número de teléfono.- él me lo dicta y yo lo apunto.-¿Dónde quieres que te lleve?
Le doy la dirección de mi trabajo y él no tarda en dejarme en él e irse supongo que al apartamento porque le dijo esta mañana a su hermana que estaba de vacaciones y no para ser el cuidador de sus sobrinas, no pude ver a la bebé pero la otra niña era hermosa.
Me cambio rápido, le avisé a mi encargado que llegaría un poco tarde por temas personales y él no puso ninguna pega, se lo agradezco mucho en verdad.
Estornudo por décima vez en el día, me encuentro algo mal pero no quiero cargar a Lukas con más problemas, suficiente es que me deja quedarme en su apartamento a cambio de hacer las comidas del día.
– Sam.- me saluda Amalia con una sonrisa.- Cuéntame todo mientras estamos en la barra.
Le hago un resumen de como encontré a esos dos seres despreciables, de como huí en medio de la lluvia sin rumbo alguno hasta un parque y como de casualidad Lukas se acercó a mi, ofreciéndome después quedarme a dormir esa noche en su apartamento y que ahora incluso será mi compañero. Ella escucha atentamente, insulta a Olaf y Walda, llamando la atención de nuestro compañero que también los insulta y menos precia.