Me despierto cuando los rayos de luz me dan directamente en la cara me duele la cabeza, sé perfectamente que es tarde. Tengo una resaca de la hostia, algo que odio pero es comprensible después de lo ebrio que iba ayer, sin embargo recuerdo la breve conversación con Samantha, una por la que no me voy a disculpar, odio que la gente quiera meterse en mis putos asuntos.
Con pereza me levanto de la cama, me tomo una pastilla para el dolor de cabeza y me doy una ducha rápida, dudo encontrarme con mi compañera de apartamento, debe haberse ido ya a trabajar, algo que agradezco inmensamente.
Reviso mi teléfono, sé que varias personas me habrán etiquetado en fotos de Instagram en honor a mi madre, y los que son más cercanos me habrán mandado un mensaje.
Da igual los años que pasen de su muerte, para todo el mundo sigue siendo una gran pérdida, pero nunca será tan grande como lo que perdimos mi hermana, mi abuelo y yo, jamás, nosotros perdimos parte de nuestro mundo ese día.
Señora Arnold: Sé que lo que yo pueda o no decir no va a hacerte sentir mejor, pero recuerda pasar a tomar un café conmigo para poder enseñarte fotos de tu madre, siempre te ha gustado y tranquilizado.
Es irónico que Samantha trabajase en la cafetería de una de las amigas de mi madre, a pesar de la notable diferencia de edad de ambas, pero esta señora era la única persona a la que mi madre siempre consideró una amiga, y no una persona que quisiese aprovecharse de su fama y fortuna.
Le tengo aprecio, ella me buscó tras la muerte de mi madre, también intentó buscar a Ana, pero ella estaba en el internado; y me hablaba de sus cafés y postres favoritos, me enseñaba fotos de ambas y todos los años por estas fechas la visito porque nunca me cansó de ver esas fotos y de escuchar sus anécdotas.
Yo: Me pasaré en una hora.
Señora Arnold: Te espero.
Ignoro todos los demás mensajes menos el de mi hermana informándome de mi psicólogo y de mi primera cita con él, esta tarde a las cinco y media, he aceptado la ayuda porque creo que la necesito. Ver como Brandon mejoraba después de que Ana lo obligase a ir al psicólogo de alguna forma me abrió los ojos.
Quiero mejorar para poder estar siempre con mi hijo, no quiero tener que hablar con él por teléfono o verlo en contadas ocasiones por miedo a desarrollar un sentimiento de odio por mi propio hijo, porque es muy parecido a mi, siempre he sabido que mis genes son dominantes pero algunos de sus rasgos fáciles son más toscos parecidos a los de su familia materna, la mía tiene rasgos más finos y elegantes.
Termino de vestirme y por fin salgo de mi cuarto, para ir a la cocina y tomar un vaso de agua antes de irme.
Veo una nota pegada en el frigorífico, esto es raro, Samantha es especial, ayer fui un gilipollas con ella, no le hablé nada y ahora me deja una nota.
“No sé lo que se siente que asesinen a tu madre pero sé lo que es tener alguien que amas entre la vida y la muerte.
No estoy molesta por tu actitud de ayer, es razonable que quisieses estar solo pero no es lo ideal, quizás tendrías que haber pasado todo el día con tu familia, con lo que queda de ella, eso siempre me hace sentir mejor.”
Niego con diversión, cualquiera me hubiese mandado a la mierda, en cambio ella me ánima y me ha contado algo que aunque no quisiera, me importa, alguien de su familia no está bien y eso me hace recordar a que hace más de un año casi pierdo a Ana, por ese inútil de mierda también alemán.
Salgo del apartamento con rapidez con la mala suerte de que me encuentro a Brianna justo delante de mi puerta.
– ¿La dejaste? Dejaste que estuviese contigo a esa zorra.- me grita.
– No me grites Brianna.- dejo en un tono neutro de voz.- Y Samantha no es ninguna zorra, así que respeta y largate.
– En el tiempo que fuimos amigos y novios jamás me dejaste estar a tu lado en un día como el de ayer.
– Porque no quería, dejame en paz.- paso por su lado ignorando todos los insultos que me lanza.
Entro en el coche con ella todavía reclamándome cosas que no tiene que reclamarme, es muy pesada, se cree mi salvadora cuando no es nada, solo una chica a la que le tuve pena en su día pero de la que ya no quiero saber nada.
Llego a la cafetería bastante más rápido de lo que creía, supongo que he conducido un poco por encima de la velocidad recomendada, aunque tampoco es que me fuesen a multar por exceso de velocidad.
Entro a la cafetería bajo la mirada del antiguo jefe de Samantha y su amiga, de la que estoy seguro me dijo su nombre pero que no recuerdo, una lástima en verdad.
– Lukas.- me sonríe cálida la señora Arnold.
– Margaret.- le sonrío con amabilidad, ella siempre lo ha sido conmigo.
– ¿Nos sentamos?
– Claro.
La amiga de Samantha no deja de mirarme, no sé porque pero su mirada es muy intensa, puede que ella le contase lo mal que le respondí ayer, de ser así tampoco me importa.
– Has crecido mucho.- me sonríe.- Eres muy parecido a Adriana.
– Suelen decírmelo.
– ¿Sabes cuándo te conocí?- niego, no creo recordarlo y ella jamás me lo ha dicho.
– El día que naciste, tu madre estaba aquí, comiendo uno de sus caprichos – me sonríe.-, cuando rompió aguas, tuve que cerrar y llevarla corriendo al hospital, y llamar a tu abuelo.- tiembla de mentira.- Tu madre casi me obligó a entrar con ella pero yo lo hice porque lo quise, y te vi nacer.- contengo el suspiro.- Toma.