Después de la tormenta

Capítulo 8 ✅

Me despierto tras las dos horas que me ha concedido Samantha, tengo que agradecérselo, ha sido muy amable de su aparte quedarse con Candela, pero es que yo no daba más de mi, admiro a mi hermana y a mi cuñado por poder aguantar despiertos una jornada laboral entera.

Recuerdo bien el primer año de Biel y de Andrómeda, ambos eran bebés bastante tranquilos, casi no lloraban por nada y había que seguir una rutina muy estricta o se te olvidaba darle de comer, pero Candela es lo contrario a su hermana mayor y a su primo, llora por todo.

Salgo del cuarto desperezándome, Samantha y mi sobrina se encuentra viendo la televisión, es una escena bastante linda.

Samantha.- ella se gira.

Oh, buenos días. - bostezo.- ¿Descansaste?

Si, gracias.

¿Puedes ponerte camiseta?- miro para abajo y me doy cuenta que efectivamente no traigo puesta la camisa del pijama, Candela me la vomitó y estaba muy cansado para ponerme otra.

Claro.- me desperezo bajo su mirada.- Alistate, voy a llevarlas a comer fuera.

No hace falta.

Es mi manera de agradecer, así que levanta tu culo del asiento Samantha, vamos a salir a comer.- me doy la vuelta para irme.- Dame a Candela mientras tu haces eso.

Ella se va a su cuarto y yo me voy al mío, donde cambio a mi sobrina y donde me cambio yo, me pongo algo cómodo pero un poco formal para salir y luego vuelvo a la sala para esperar a Samantha.

Ella sale de su cuarto con unos vaqueros que se ciñen a su figura y una camisa algo más ancha, definitiva Samantha tiene un bonito cuerpo del que tiene evidentes complejos, y no solo por el hecho de vestir ropa ancha sino porque parece que quiere esconderse siempre de la mirada de las personas, temiendo lo que están puedan decir de ella.

Pongo a Candela en su carrito y juntos salimos del apartamento, por primera vez Samantha guarda silencio y extraño que no esté cotorreando sobre lo que sea, siempre tiene algo de lo que hablar y es raro que ahora no lo haga.

¿Dónde vamos a comer?

No voy a decirte.- me burlo de ella, sonriendo de lado.

Dímelo.- me exige.

No, yo soy quien invita y quien tiene el coche, así que te aguantas.- ella gruñe con molestia pero no me contradice.

El ascensor llega a la primera planta, ella sale antes que yo y de mala suerte nos cruzamos a Brianna, me mudaría para no tener que verla pero me gusta mi apartamento y llegué antes, además creo que a ella le molesta más mi presencia, que la de ella a mi.

Samantha.- la saluda con hipocresía.

No me gustan las personas falsas.- le sonríe y me sorprende.- Nos vemos Brianna.- se despide de ella.

Adiós Brianna.- me despido de ella empujando el carrito de Candela.

Samantha sostiene la puerta para que yo pueda salir del edificio, y luego que ayuda a poner la sillita de bebé en el coche, mi hermana no pudo comprar una más complicada porque no existe, le gusta ponerme aprueba, todavía ni sé porque acepté quedarme con ella cuando ya había dicho que no era un niñero y que estaba de vacaciones.

Candela es muy hermosa.- dice mirando a mi sobrina.

Con los padres que tiene no es de extrañar.- digo mientras cambio de calzada.

Si que son guapos.- me sonríe.

Parece que ya dejó de ser tímida y vuelve a ser la chica parlanchina de siempre, me agrada más la Samantha que no se calla que la que se queda callada por timidez.

No sé da cuenta de por donde vamos por ir más pendiente de lo que me está contando, sé que cree que no la escucho pero estoy pendiente de todo lo que dice, que de pequeña tenía un perro llamado Pancho, y un conejo llamado Galleta, yo tuve dos perros de razas peligrosas, lo normal cuando te crías es una mafia.

Llegamos.- le informo.

¿Llegamos?

Incluso he aparcado.

Samantha y yo salimos a la vez, ella saca el carrito de Candela mientras que yo desabrocho a mi muy dormida sobrina, claro duerme por la mañana pero por la noche no deja dormir a nadie, la quiero pero es muy pesada y ruidosa para mi gusto.

¿Puedo llevarla yo?- miro un poco para abajo, ella es mucho más pequeña que yo.

Claro.

Gracias.- me sonríe, tiene una sonrisa amable que este deja saber que es de verdad y no una falsa.

Puedo ver como mientras paseamos hasta llegar al restaurante varias personas, adultos y jóvenes, se nos quedan mirando. Samantha no es consciente porque como siempre va hablando y concentrada en lo que ella dice y no en lo que la rodea.

Mi sobrina comienza a llorar de repente, Samantha la toma en brazos e intenta calmarla, huele algo más así que de seguro se ha hecho del dos, tendremos que cambiarla en el restaurante, por suerte sé que tiene el sitio para ello.

¿Tendrá hambre?

Huélela.- ella hace lo que le digo.- Yo puedo cambiarla.

No, quiero hacerlo yo.

Entonces apresurate, nos queda poco para el restaurante, deja que yo lleve el carrito.

Nos damos prisa hasta llegar al restaurante, “La flor de Alemania” el restaurante favorito de mi madre por excelencia, nada de ricos, nada de lujos, un restaurante normal donde nadie te acosa y todos están pendiente de lo suyo.




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